Capítulo uno.

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Miré mi reloj. Las diez de la mañana y seguía rodeada de estas paredes blancas de hospital. ¿Por qué llevaba diez malditas horas aquí sentada por un desconocido? Su familia ya estaba aquí y yo no pintaba nada. Pero sigo aquí.

Quizás era su cara desfigurada y llena de sangre la que no me dejaba marcharme. O su cuerpo hecho polvo tirado en medio de la carretera. No podía sacarme esas imágenes de la cabeza.

Pensé en el día anterior. Quién hubiera imaginado que habría acabado así.

Era mi primer día en el Anchor Beach. Un instituto al lado de la playa podría estar muy bien, pensé para mis adentros mientras entraba por la puerta principal. Llevaba mi pelo castaño recogido en un moño que me acababa de hacer, mis ojos verdes brillaban tras mis gafas cuadradas negras y mi cuerpo vestía unos vaqueros y una camiseta negra de adidas. Poco a poco los estudiantes se giraron a mirarme, lo normal cuando llegas a mitad de curso expulsada de otro instituto. Aunque ahora no tengo ganas de pensar en eso.

El día anterior la subdirectora me dijo que me reuniera con ella a primera hora, así que me dirigí a su despacho, el único sitio que sabía localizar en este instituto. Llamé a la puerta y Lena -así dijo que la llamara en mi visita de ayer-, me invitó a entrar. Había hablado muy poco con ella, pero era una de esas personas que te hacía sentirte cómoda al segundo. Me estaba dando mi horario y explicándome algunas cosas sobre el instituto cuando un moreno de ojos verdes irrumpió en la sala.

- Brandon, ¿desde cuándo se entra en una habitación sin llamar a la puerta?

El chico tartamudeó un poco antes de comenzar a hablar.

- Lo siento, mamá. Quiero decir, señora Adams. Venía a preguntarte una cosa, pero puede esperar. Lo siento.

Me sorprendió esta información, ya que la piel de Lena era negra y la de su hijo bastante pálida. Quizás fuese adoptado.

- ¡Espera! -Dijo Lena cuando Brandon estaba a nada de salir.- ¿Puedes acompañar a Taissa hasta su clase? Así os vais conociendo.

Brandon asintió y yo cogí mis cosas y me despedí de Lena. Salimos del despacho y le dije a mi acompañante la clase que tenía ahora. Matemáticas, genial. Por suerte hoy era viernes y mañana no tendría que levantarme temprano de nuevo. Me había acostumbrado a eso de estar expulsada, aunque haya sido solo una semana.

- Bueno, he escuchado que te expulsaron de tu antiguo instituto. ¿Es cierto? -Dijo el moreno sin siquiera mirarme.

- Sí. Apuñalé a mi compañera de clase con una tijera por copiarme los deberes. He estado dos años en el reformatorio, por suerte no la maté. Ya sabes, no me gusta que me copien mis deberes. 

Tragó saliva y parpadeó un par de veces. La risa salió de mí a carcajadas, ¿en serio se lo habría creído? Qué chico más inocente. Al poco tiempo se unió a mí. Siempre me dicen que mi risa es muy contagiosa.

- No, es broma. Fue todo un malentendido. Yo no debería estar aquí.

Asintió y me indicó dónde estaba mi clase. Se despidió con un "hasta luego, Taissa" y yo le dije adiós con la mano. Entré en la clase y todos se callaron y me miraron. Pensé que esto solo pasaba en las películas.

El día pasó lentamente. Clases aburridas, personas aburridas, hora de la comida sola y aburrida, y más clases aburridas. Llegó la hora de irse a casa y juro que nunca he estado más contenta de que esta hora llegase. 

Cuando el bus me dejó en la parada en frente de mi casa, vi a mi madre tirada en las escaleras de la entrada con una cerveza en la mano. Qué raro. Abrí la puerta y la ayudé a entrar en casa y a sentarse en el sillón. Tiré la botella a la basura y me puse a preparar unos macarrones mientras leía las cartas que habían dejado en el buzón. Facturas y más facturas. Mi trabajo en esa maldita hamburguesería no era suficiente para pagar éstas y cubrir nuestras necesidades básicas. No sé como sobreviviríamos dentro de algunos meses cuando el dinero que nos dejó mi padre se acabe.

i hate u i love uDonde viven las historias. Descúbrelo ahora