Prólogo.

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—¡Nicolai!

Mis manos torpes sueltan el teléfono y tengo que maniobrar en el aire para que el aparato no impacte contra el suelo y se desarme una vez más. Alzo la mirada y me encuentro con Alice, mi novia desde casi dos años negando sutilmente con la cabeza desde la entrada del baño de nuestra habitación. Me coloco de pie y voy hasta ella para besarle la frente de forma corta y mirarla, acariciando sus mejillas con mis dedos un poco manchados por pintura. He estado remodelando nuestro nuevo departamento y torpemente me ofrecí en pintar nuestra recámara.

—No te preocupes, amor —le digo, sonriendo—. Ya te va a bajar.

Alice crea un puchero con sus labios y mueve sus brazos de forma infantil. Desde hace un par de días me ha estado diciendo que no le baja la regla y aunque yo intento mantenerme sereno, me es un poco difícil porque ser padre no está dentro de mis planes a corto plazo. Pero ella está asustada y mi deber como novio es estar a su lado para tranquilizarla.

—Tengo dos semanas de retraso, Nick. —me dice mientras se acerca para abrazarme.

Escondo mi rostro en su cabello y respiro su aroma, embriagándome levemente. Me aparto y tomo sus manos entre las mías, dejando castos besos en sus nudillos.

Estoy tan enamorado de ella. La conocí cuando tenía dieciséis años y le jugué la típica broma de bienvenida en la escuela sin imaginarme que medio semestre después andaría detrás de ella como un cachorro por un poco de atención. Nos volvimos novios oficiales casi al final del curso y creo que el peor momento de mi vida hasta ahora fue cuando conocí a sus padres. No quiero que nuestra historia de amor sea igual de cliché para los demás pero, vamos, sus padres tienen mucho dinero y yo soy un pobre idiota más sin embargo, Alice no dejó que la opinión de sus padres nos separaran y al haberme elegido antes de preferir el imperio que le ofrecía su padre selló la última cerradura de mi interior que conformaban mi sueño de conocer a alguien para formar una familia.

—No te aflijas, Alice —le digo—. Quizá, es un solo atraso pero, si realmente estás embarazada, saldremos adelante, juntos.

Ella suspira —Sólo espero que no me lo estés diciendo para tranquilizarme y luego si me embarazo saldrás huyendo porque soy capaz de buscarte hasta en el fin del mundo y cortarte las pelotas.

Río para esconder un poco mi incomodidad. No hace falta preguntarle si ella habla en serio porque, demonios, Alice es la chica más decidida que he conocido y es capaz de hacer cualquier cosa.

—No te preocupes, tonta. —ella sigue mirándome con los ojos entrecerrados, como si estuviera desconfiando de mí— ¿No confías en mí? Bien, ¿Qué puedo hacer para que me creas?

—Ir a la farmacia y comprarme una prueba de embarazo.

Suelto una risita y me alejo para seguir pintando las paredes de nuestra habitación. Ese sí que había sido un buen chiste.

Sumerjo la brocha en pintura y miro sobre mi hombro, encontrándome con la mirada inquisidora e impaciente de Alice. Oh, demonios, no. Para un hombre ir a comprar una prueba de embarazo es como ir a comprar toallitas femeninas. ¡Es muy vergonzoso!

—No voy a ir. —sentencio, optando la misma postura de ella.

*

—Disculpe, ¿en qué puedo ayudarle?

La prueba de embarazo que tengo en la mano resbala y se estrella con fuerza en el piso de la farmacia. Me agacho con torpeza y giro sobre mis talones, encontrándome a una chica que luce como si estuviera en secundaria usando un delantal blanco. Ella mira mis manos y sonríe extensamente, haciéndome sentir avergonzado.

Yo no quería venir pero Alice me obligó y ahora, gracias a ella, estoy haciendo el ridículo frente a una chica que me mira como si yo fuera el primer hombre en la Tierra comprando una prueba de embarazo.

—¿Señor?

Carraspeo la garganta —Sí, yo... ¿esta prueba de embarazo es realmente efectiva?

—Claro. Pero si me pregunta, yo le recomendaría...

Las cosas que escapan de su boca no las entiendo así que no le coloco atención. Ella comienza a mostrarme un montón de mierda en la que no estoy interesado e intenta persuadirme en llevarme las cosas más caras. Claro, creen que uno es estúpido y me iré por lo más caro antes de comprar el más barato si las dos cosas cumplen la misma función. ¿Cuál es el gusto de engañar a las personas?

—¿Sabe qué? No le entiendo nada pero quiero llevar este.

La chica se sonroja y recibe la caja que le tiendo. La sigo hasta el mostrador y pago por la prueba para arrebatarle la bolsa que me tiende. Salgo de la farmacia y me subo a mi motocicleta, colocándome el casco antes de emprender el viaje de regreso a casa. Sé que Alice debe estar histérica esperando porque yo llegue y mejor ni le cuento lo que ha ocurrido porque en su mente retorcida es capaz de inventar que la vendedora estaba coqueteando conmigo.

Cuando llego al edificio, aparco la moto e ingreso corriendo sin detenerme hasta que estoy fuera de mi departamento. Abro la puerta y Alice me asalta, quitándome la bolsa para ir corriendo hasta el baño.

—Sí, amor, de nada, no fue un problema para mí. —digo con sarcasmo, sacando la llave de la cerradura y cerrando la puerta de forma suave.

Ingreso al departamento viendo como la silueta de mi novia desaparece una vez que ha cerrado la puerta del baño. Me paseo de un lugar a otro, pensando en las posibles causas de por qué se le ha retrasado el periodo, pero soy un chico y me cuesta pensar en algo así. Nunca puse atención en biología cuando el maestro nos explicaba sobre estos temas. Es más, yo era uno de los mocosos que reía en el rincón del salón cada vez que el profesor pronunciaba las palabras "vagina" y "menstruación".

Me siento en la cama mirando la puerta del baño que se mantiene cerrada. Cuento los segundos en mi mente, colocándome más nervioso.

—¡¿Estás lista, amor?! —le grito, esperando impaciente por los resultados del test.

—¡Por el amor a Cristo, no me presiones, Nick!

Aunque el grito de Alice es un gruñido histérico y me obligo a calmarme, no puedo. Dios, por supuesto que no podré. Soy un chiquillo que apenas terminó la secundaria y creo que dejé embarazada a mi novia.

Luego de unos minutos, la puerta del baño se abre de forma lenta y Alice sale, caminando de forma robótica. Su rostro luce más blanco de lo habitual y por el movimiento irregular de su pecho, pareciera que está a punto de sufrir un ataque cardíaco.

—Estoy embarazada.

A pesar de haber adivinado el resultado, un vacío se instala en mi estómago y la sensación de querer vomitar se instala en mi garganta.

Alice luce ida, sus manos que sostienen la prueba de embarazo tiemblan notablemente y sus ojos verdes resplandecen por el miedo y las lágrimas detenidas.

Me coloco de pie con cuidado y me acerco a ella. Al poner mis manos en sus hombros, ella da un respingo y me mira. Su labio inferior se curva hacia adelante y me enternece.

Lo primero que me atrajo de Alice cuando la conocí fue la confianza en sí misma que tenía. No le temía a nada ni nadie y siempre daba la cara en cualquier situación. Pero ahora, ella luce vulnerable y el miedo se refleja de forma nítida en su expresión.

—Estoy embaraza... —vuelve a murmurar, saboreando las palabras y convenciéndose de que esta situación es real—. No lo puedo creer.

Comienza a llorar y yo la abrazo de inmediato, acariciando su cabeza con delicadeza.

—Tranquila... —le digo y respiro profundamente—. Todo va a estar bien. Sé que esto no estaba en nuestros planes, pero saldremos adelante, juntos. Te amo, pequeño caracol —ella ríe entre el llanto, apretando mi camiseta entre sus puños— y amo también a ese pequeño ser que crece dentro de ti.

Él es mi hijoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora