CAPITULO 1

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Y decir que llegué al colegio radiante porque me levanté glamurosa con el cutis totalmente perfecto es una completa mentira, desperté con un volcán a punto de hacer erupción en toda la frente que le llaman barrito por no describir lo tan chocante que es para nosotros, con un cemento hecho agua recorriendo mi mejilla que se llama baba.

¿Difícil?

Difícil es verle la cara todos los días sin poder resoplar porque te envía a dirección por indisciplina estudiantil.

Mis rostro debe hacer reflejo de esa posesión demoniaca que nos vuelve locas a todas las mujer ¡Sí, a esa! Esa que te lleva a revolcar por toda la cama buscando una forma en la que puedas sentir menos el dolor y la angustia que provoca la bendita menstruación. Caramba, menstruación, tacones, embarazo, dar a luz, cambios radicales de humor, soportar a gente hipócrita, machista ¿Aun creen que somos el sexo débil? ¡Jaaaa! Ya quisiera ver a un hombre sacarse el brasier sin tener que quitar su camisa, sin duda es una cualidad femenina.

Respiro lentamente intentando suprimir los retorcijones que estoy sintiendo.

―Fuerzas, Ximena, fuerzas ―me repito mentalmente repasando otros cinco minutos más la pregunta número cuatro, ojala hubiera estudiado en lugar de quedarme escuchando música como si eso fuera a quitar mi cólico.

Mi cuerpo se comienza a retorcer como cual animal con bichos, pulgas, garrapatas, sé que estoy sudando ante la mirada del bigotón que está al lado mío inspeccionando mi hoja que solo cuenta con mi nombre, año y lugar en donde murió Simón Bolívar.

Cuando camina hacia su pupitre puedo exhalar con absoluta transparencia, observo mis manos amarillas, frías y sudorosas como si algo o alguien las hincara con una aguja con toda la venganza posible.

¿Quién rayos sabe la verdad que estaba entre Simón Bolívar y San Martin? Hubiera sido mejor y muy trillado hablar de la segunda guerra mundial.

Muerdo... mastico... desgasto... chupo la tapa de mi pluma morada, creo que el señor Alvear ya se ha acostumbrado a bajarme tres puntos por usar un esfero indebido para las pruebas del quimestre, puntos que solo tengo por contestar el ítem número ocho.

En un aporte un estudiante siempre mira al cielo por inspiración, al suelo por desesperación y a los lados por información.

―¡Ptss! Gaby ―mi amiga me mira de reojo y me alza la ceja derecha mirando al bigotudo―. Gaby ―murmuro un poco más fuerte.

―¿Cuál te falta? ―logro descifrar lo que me dicen sus labios y ojos nerviosos.

Con aspereza, dolor, exaspero sonrío sarcástica.

Nos mantenemos quietas porque la mirada de Alvear nos tiene fichadas, sabemos que si damos un movimiento o cualquier gesto en falso el profesor nos retira la hoja anulando nuestro puntaje poniendo con un gran bolígrafo rojo: Deshonestidad estudiantil.

¿A caso el alumno no puede hacer un examen a libro abierto? O simplemente rellenar su hoja como más pueda.

Toco mi cabello suelto que está en el lado izquierdo por tanta suplica a mi amiga. El maestro se distrae con otro alumno y tengo la oportunidad de ver la planta del calzado de Gaby con un pequeño papel. Ladeo la cabeza porque no le entiendo absolutamente nada, resignándome a obtener una calificación pésima.

Le miro de pies a cabeza, de punta a punta, de ceja a ceja ¿Dónde se supone que está el profesor bueno del cual hablan muchos libros? Pura fantasía. El señor Alvear cuenta con unos grandes lentes que te miran hasta lo sucio de los dientes, con una panza similar a la de Homero, no, no... todo su ser se parece al barrigón.

EquisYe y Zezlin©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora