Capítulo 11: Monólogo entre rejas

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El muchacho de pelo gris miró a la anciana con enfado.

—¡Oiga! —exclamó con el ceño fruncido—. ¿En serio va a encerrarme? ¿Qué es lo que he hecho?

—No creerías que iba a dejar a un completo extraño pasearse a sus anchas por mi refugio, ¿verdad? —obvió Huang Hǎi con ambas cejas levantadas.

Daven iba a contestarle, pero el hombre y la chica lo arrastraron fuera de la habitación.

—¡Puedo caminar solo! —se quejó intentando zafarse inútilmente de los dos extraños.

Se lo llevaron por unos pasillos escasamente iluminados hasta llegar a una estancia con unos barrotes metálicos.

—Estate quieto —ordenó el robusto individuo mientras sacaba un cuchillo de su abrigo y le cortaba la cuerda de las manos. Acto seguido le empujó dentro de la celda y cerró con llave—. Nǐ bìxū jiānshì qiúfàn —le dijo a la muchacha antes de entregarle el llavero y darle una palmadita en la cabeza.

Cuando el hombre se fue del calabozo, la chica se sentó en una silla que estaba enfrente a la celda y observó fijamente a Daven; el pequeño de los Haugen pegó un largo suspiro.

—Qué acogedor —resopló mientras se frotaba sus doloridas muñecas, contemplando su nuevo dormitorio: lo único que había era un colchón desgastado en la derecha. Se dejó caer sobre el mullido asiento y apoyó su espalda en la pared—. No tienes que vigilarme todo el día, no me puedo escapar —le dijo a la chica, mirándola directamente a la cara. Ella no se inmutó y continuó sin quitarle el ojo de encima.

—¿Cómo era tu nombre? —preguntó Daven pensativo—. Empezaba por ene... ¿Huang Nu? —intentó adivinar, queriendo acordarse de cómo la había llamado antes la anciana—. ¿Huang Nil? —volvió a probar.

Viendo que ella seguía sin proferir palabra, el chico supuso que no había tenido éxito recordando el nombre.

—Entonces te llamaré Nina —declaró cruzándose de brazos. Con esto último, el muchacho esperaba conseguir una protesta por parte de ella, pero nada. Daven entrecerró los ojos: estaba decidido a hacerla hablar, así que recurrió a una técnica más efectiva.

—Quién iba a imaginar —empezó a decir a la vez que se levantaba del colchón y se acercaba a los barrotes—, que un tapón como tú es mayor que yo. —Se apoyó en las rejas y sonrió con malicia antes de continuar su monólogo—. Con esa estatura, cualquiera te confundiría con una enana.

Ella ni pestañeó por el comentario, causando que Daven se sintiese frustrado: ¿Por qué no hablaba? ¿Acaso era muda?

—"Mierda" —pensó con inquietud—. "¿Será muda de verdad?"

La posibilidad de que careciese de voz hizo que el chico se sintiese mal por meterse con ella, pero prefirió descartarla para tener la conciencia tranquila.

Justo entonces, Daven se dio cuenta de lo cansado que estaba: todo su cuerpo se sentía pesado y sus párpados se cerraban solos. Ahora, el viejo colchón de la celda tenía un aspecto más apetecible; se tumbó pesadamente sobre él y apoyó ambas manos bajo su nuca a modo de almohada.

—Ya te sonsacaré... —murmuró antes de ser interrumpido por su propio bostezo—, en otro momento tu edad...

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Cuando Daven se despertó y vio el techo de piedra de la celda, tardó un rato en acordarse de dónde estaba. Maldijo para sus adentros y volvió a cerrar los ojos con cansancio, pero una pequeña risa hizo que irguiese ligeramente el cuello para saber de dónde provenía.

La chica seguía sentada en la silla, pero esta vez sostenía un libro cerca de su rostro. Daven pudo ver una gran sonrisa dibujada en sus labios que se desvaneció cuando pasó a la siguiente página, siendo sustituida por una mueca de disgusto.

—¡Méiyǒu! —exclamó mientras se tapaba la boca con una mano.

Al oír su voz, el muchacho se sintió extrañamente aliviado. La observó detenidamente ya que antes no tuvo ocasión de hacerlo: su cara era un poco cuadrada y tenía un flequillo recto que le tapaba las cejas; sus ojos eran rasgados como los de la anciana, pero su sonrisa le daba un aspecto dulce e infantil. Nina pasó otra hoja del libro y volvió a soltar una risita.

—Zhēnshi yīgè shǎguā —masculló a la vez que se seguía riendo. Entonces, levantó la vista de su fuente de entretenimiento y Daven se apresuró en fingir que seguía durmiendo.

Tras unos segundos, el chico entreabrió un ojo para comprobar que ella había retomado la lectura, y así era; suspiró tranquilo y continuó escuchándola a escondidas.

Daven no entendía lo que estaba diciendo, pero no pudo evitar pensar que sonaba increíblemente adorable.

SHENNONG [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora