Capítulo 1

493 26 0
                                    

N/A: Okay, aquí les dejo este capítulo bastante más largo de lo que normalmente los escribo. Corresponde a todo lo anterior al capítulo de presentación.

Aclaro que voy a subir la historia a T porque puedo incluir algo de lenguaje como son las groserías o algo así.

Debo decir que no sé nada acerca de lo que se sufre durante la sobredosis y esas cosas pero el intento le hago.

Gracias a por sus opiniones a smiile, Guest, mily,Always1514, Marti Alfaro, HateHiatus, Guest, Martha AlwaysCB y ... y ya que les gustó la idea pues aquí está la continuación

Disfruten!



.
Cerró la puerta del apartamento antes de salir corriendo a toda prisa escaleras abajo, con el corazón martilleando en su pecho y el nudo en su garganta. No iba a dejarla sola.

14 horas antes...

Como todas las mañanas, Kate Beckett se despertó con el sonido del despertador que descansaba en la mesa de noche junto a su cama. Se incorporó en la cama estirándose y avanzó al baño para asearse. Adoraba ducharse por las mañanas para deshacerse de los rastros de sueño y poder tener un día más óptimo. Dentro de lo que cabía como 'día óptimo', porque para ella todos los días era una constante lucha contra el mundo. Contra ella misma. Contra la situación que venía arrastrando desde hacía 13 años.

Y peor aún, con la que venía arrastrando desde hacía solo unos meses, cuando un maldito hombre de aquellas personas que asesinaron a sus padres le pegó un tiro en el pecho en el funeral de su capitán, Roy Montgomery. De ahí las cosas solo empeoraron en su vida, pues la oscuridad retornó y las ansias por hacer que los disparos pararan habían hecho que su apartamento quedara irreconocible innumerables veces... aun sin haber ningún disparo.

Kate abrió un cajón en su baño y extrajo un frasco naranja que contenía las pastillas recetadas por su psiquiatra el Dr. Burke. Una dosis un poco más fuerte que las anteriores. Aquellas que llevaba tomando por años, porque después de todo el diagnóstico siempre era el mismo. Depresión, estrés, ansiedad, entre otros trastornos relacionados. No había dejado tomar pastillas desde Enero del 99, después de la muerte (asesinato) de sus padres. Después de verlos a ambos sin vida en un callejón en donde la única luz que iluminaba provenía de un cartel de comida china a unos metros.

Verlos inertes en el suelo con múltiples heridas en el cuerpo la había dejado marcada. Tanto que tuvo que abandonar sus estudios para obtener ayuda psiquiátrica en un hospital cerca. Cuando se consideró fuerte para enfrentarlo todo un año después, ingresó a la academia de policía con un único objetivo; encontrar al culpable de la muerte de sus padres.

Dos pastillas y un vaso de agua fueron suficientes para que el día de Kate Beckett estuviese oficialmente inaugurado. No había día sin su medicamento.

Y como todas las semanas desde el atentado, tenía que asistir a una cita con su psiquiatra, el cual venía atendiéndola desde siempre. En el 99 sus sesiones eran diarias, después redujeron a cada dos días, después eran semanales. Para cuando cumplió 26 años sus sesiones correspondían a una cada cuatro meses y era simplemente para evaluar su estado y surtir la receta de antidepresivos cada vez más leves y en menores dosis.

Después rebajaron a una sesión cada 6 meses. Eso cuando tenía 29 años, después de que apareciera en su vida un hombre que le dio algo de alegría a su existencia. Rick Castle. Su escritor favorito. Aunque también un mujeriego de primera con el que no quería tener trato íntimo. Era cierto, permitía cierto grado de relación pero había un "hasta aquí" que consideraba sagrado. Nadie, a excepción de su buena amiga Lanie - la cual se había ido a vivir a San Francisco tras casarse -, sabía de su vida privada, de sus problemas personales o de la muerte de sus padres.

You Are My Last HopeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora