» Capítulo 2: Acuerdo;

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Observó cómo el capitán se arrodilló de acuerdo a la formalidad respectiva ante su padre. Mantenía la cabeza gacha como un gesto de respeto absoluto, mas adivinaba que debajo de esos cabellos negros se dibujaba una risa maquiavélica y burlona ante las palabras halagadores del viejo rey por los numerosos actos heroicos y beneficiosos a la corona de otros países vecinos.

Había reconocido al capitán un poco después de acomodarse atrás de su padre, un poco a la derecha. El hombre ataviado en sus mejores ropas y tan distintas a las de esa especie de burdel-cantina, se había presentado con modales tan sorprendentes y su tono de voz un poco grueso, daba la sensación de ser un hombre bastante serio y disciplinado.

Frunció el entrecejo cuando sus ojos se hallaron con las pupilas guasonas de Minho que se inclinaba nuevamente ante su majestad antes de salir por la gran puerta al haber terminado la visita.

Era claro, ciertamente, el saber que su padre había caído en una especie de hipnosis, según el joven príncipe, que había visto con rabiosos ojos el semblante de aquel forastero nuevamente dentro de palacio. Había sido invitado otra vez para probar sus habilidades en combate. Un poco de entretenimiento también para su majestad y los consejeros.

En un patio ancho y con una hilera de armas, el capitán se desenvolvía rápido, con buenos reflejos y elasticidad. Anticipaba los movimientos del adversario antes de que este siquiera pensara en clavarle con la espada de madera. ¡Era increíble que incluso hubiese superado al guardia general del rey! Su padre, totalmente simpatizado, aplaudía ante cada victoria. Reconociendo los méritos del hombre, saboreando su buena inversión.

Pero a pesar de antojársele un completo fanfarrón, las ganas de unirse y sentir la adrenalina recorriendo todo su cuerpo se mezclaron con el sentimiento de satisfacción que lo llenaría si lograba cobrarse lo pasado en aquel lugar. Luego de recobrar la tranquilidad y atar cabos, solo un nombre podía venir a su mente. Solo ese chiquillo asqueroso podía ser el soplón. Pensó que solo sería una rabieta estúpida y escandalosa, pero no había advertido la amenaza de aquel juguete, así que luego de lo sucedido no podía pensar en otra cosa más que en su cabeza degollada, suplicando por su vida mientras sus guardias lo torturaban.

No pasó.

Unos días después, K había informado del cuerpo encontrado en una esquina de la ciudad. El cuerpo en pleno proceso de descomposición, la sangre seca que había drenado del cuello.

Unos ebrios espantados, habían dado aviso a las autoridades.

Paró al siguiente oponente (un hombre de la guardia que ya había sido vencido) y fijó la mirada en Minho. K había tratado de detenerlo, pero no hizo caso y sonrío amenazante hacia el capitán. Incluso las palabras del rey no mermaron el deseo de partirle esa sonrisa petulante del rostro.

— ¿Crees, hijo, que podrías ser más fuerte? Incluso el general ha sido vencido—expuso sorprendido el soberano.

— Nuestro invitado necesita algo de seriedad, padre—contestó mientras se acercaba a otra hilera de armas y cogía una espada. Una real.

— Me halaga, excelencia.

— Ha sido suficiente práctica, incluso lo noto algo incómodo, capitán.

— Es usted un hombre muy intuitivo, mi señor. Estoy más acostumbrado a las armas reales, dado los peligros que existen detrás de estos muros...

Aquello solo enfureció más al príncipe e instó a Minho a coger el arma. Se analizaron por unos instantes que parecieron eternos, midiendo los puntos fuertes y débiles de cada uno.

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⏰ Última actualización: Jul 25, 2016 ⏰

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