Primer encuentro

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Llego hasta la dirección indicada en el papel y, luego de verificarla, ingreso al restaurant. Camino resignada en el interior del recinto junto al garzón que amablemente me guía hasta la mesa en la que se encuentra mi nuevo jefe. A lo lejos comienzo a divisar el rostro de Carlos que me observa atento con una expresión de perversión total. Fijo mi atención en los detalles del local para poder aguantar un poco las ganas de salir huyendo. Respiro profundo disimuladamente y pienso en silencio; "solo una vez más". Por fin llego a la mesa y Carlos se pone de pie rápidamente.

― Bienvenida Alicia ― con rostro perverso.

― Gracias ― dije sentándome sin más.

― Te estarás preguntado el "¿por qué?" de mi invitación

Yo solo lo observo con rostro extrañado asintiendo a su pregunta.

― Bueno, lo que pasa es que me ha parecido que a Eduardo no le has caído nada bien y conociéndolo hará lo imposible por verte fuera de la empresa ― explica.

― Me imagino ― respondo discretamente algo incómoda.

― Por eso te quería hacer una proposición-tomando la copa y llevándosela a la boca lentamente.

― ¿Cuál? ― Digo realmente curiosa.

― Trabaja como mi asistente en casa, así no tendrás que cruzar palabra con ese idiota de Eduardo y será más grato trabajar para ti.

Excelente, jamás creí que todo esto resultara tan fácil. Trabajaré en su casa y así tendré el tiempo suficiente para espiarlo desde la comodidad de su hogar, podré manejar sus cuentas y todo lo que contenga dinero a su alrededor. Terminaré todo esto antes de un mes si tengo suerte y podré tener conmigo a mi pequeña Alicia y recuperaré el tiempo perdido.

― ¿Lo dice enserio? ― dije fingiendo emoción.

― Pues claro ― con tono extraño.

― Muy bien, entonces acepto ― sonriendo pensando en los beneficios que todo esto traería a mi trabajo.

La velada se llevó a cabo de forma tranquila, los halagos no se hicieron esperar y pasada la media noche volví a mi departamento.

Subiendo en el ascensor, nuevamente miro mi reflejo en el cristal que me rodea. Toco mi rostro y luego toco mi reflejo. Me observo atenta y de pronto puedo ver a la inocente yo, con mi ropa rota y humedecida. Mi cabello está despeinado y mi rostro sucio, aun así, se dibuja una gran sonrisa en mí, una sonrisa que hace mucho perdí. En mis ojos logro ver la inocencia que deje escapar. Se abre el ascensor y vuelvo a la realidad, camino por el pasillo hasta mi departamento. Parada frente al espejo del tocador, me observo una vez más, quitándome lentamente la ropa. De mis ojos cae una débil lágrima, símbolo de que aún hay sentimientos vivos en mí, pero mi rostro no cambia. Camino hacia la ducha y dejo caer el agua y junto con ella, dejo que por fin mi alma se desahogue. Golpeo la muralla con tal fuerza que mis nudillos sangran pero no siento el dolor; quiero volver a sentir. Elevo mi rostro deformado por el llanto y dejo que el agua caiga directo en mi rostro y un recuerdo viene a mí. A pesar de todo lo sucedido mi primer amor fue Dylan, recuerdo muy bien ese día, Dylan tomó mi brazo firmemente y me levantó del barro sin soltarme, luego me subió a su auto y comenzó mi viaje sin retorno.

― Oye niña, ¿Cómo te llamas? ― tratando de buscar mi rostro.

Yo permanecía con mi rostro abajo mirando de reojo.

― Hay algo que debes aprender ― sonriendo irónicamente ― ¡Cuando yo hablo me contestas! ― tomándome nuevamente por el brazo de manera brusca haciendo que mi rostro quedara muy cerca del suyo.

Yo continuaba observándolo con temor y mis ojos inundados de lágrimas.

Llegamos a su casa; una gran mansión y rápidamente me tomó nuevamente del brazo casi arrastrándome al interior de la casa. No me soltó hasta que al fin se encontró con una de sus mucamas.

― Límpiala y vístela ― le ordenó dejándome delante de ella.

―Como no señor ― obedeció la mucama tomándome de la mano suavemente-Ven conmigo susurró.

Me limpió y vistió con ropas muy lindas que jamás en mi vida había usado ni había pensado usar. Una vez lista me llevó hasta un despacho.

― Listo señor ― dijo la mucama en dirección a Dylan que se encontraba con una copa en la mano mirando por la ventana.

― Muy bien ― suspiró satisfecho ― Te puedes retirar ― le ordenó.

― Gracias señor ― saliendo y cerrando la puerta detrás de mí.

― ¿Ahora si me dirás tu nombre? ― acercándose a mí.

― Amanda-dije con voz débil.

― Mira Amanda, como te tenía ese imbécil ― mirando un moretón en mi rostro ― Te prometo que se arrepentirá ― esbozando una gran sonrisa.

Algo dentro de mí se llenó de alivio al oír esto y formé una tímida sonrisa en mi rostro. Entonces de manera imprevista Dylan acercó mi rostro al suyo y me besó. Mis ojos permanecieron abiertos y asustados pero luego de unos segundos pude sentir como mis latidos subían su ritmo y lo correspondí.

Bajo una vez más mi rostro y cierro la llave de la ducha. Abro la puerta tomo la bata y me miro una vez más al espejo.

― Fuiste el primero en todo, aun así te odio con el alma ― aseguro observándome fijo en mi reflejo.

Aprieto mis ojos y mis puños con recelo. El dolor en mi mano se hace presente de inmediato y me recuerda el golpe de hace un rato. Busco algo con qué limpiar mis heridas y las cubro con vendas. Camino hacia mi cuarto y me lanzo sobre la cama con brusquedad dejando escapar un profundo suspiro cerrando mis ojos con suavidad e intento relajarme. Estoy tan cerca de terminar, estoy a un paso de tener conmigo aquel pedazo de paz que se me ha concedido. Mientras mantengo mis ojos cerrados logro figurar su pequeño rostro sonriendo e intento imaginar el sonido de su voz, su risa, su calor. Abro mis ojos y pronuncio un par de palabras resignadas y sumidas en la más profundas de las angustias.

―Solo un poco más...

Hermosa MentiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora