Eres Mío

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A diferencia de otras veces me mantengo recostada a su lado observándolo atentamente. Su pecho se eleva y desciende lentamente. Con mis manos bajo mi mejilla contemplo su ser, el que me intriga en estos momentos. Aunque lo odio no puedo negar que el dolor de sus ojos conmovió algo dentro de mí, jamás pensé que vería algún día una lágrima dolorosa salir de sus ojos. Me siento sobre la cama, apenas puedo oír la respiración de Dylan, parece ser que el agotamiento terminó por derribarlo. Permanezco sentada un momento envolviendo mi cuerpo como puedo con las sábanas. Levanto mi mano y lentamente la cerco hacia algunas heridas que lucen recientes en él. Sutilmente poso la yema de mis dedos sobre ellas, luego recorro las múltiples cicatrices que adornan sus trabajados abdominales, pectorales y brazos. Pienso por cuantas batallas ha tenido que pasar y cuanto peso lleva cargando en ese corazón, cuantas muertes en esa conciencia. Quizá la historia sería diferente si no me hubiese arrebatado a mi hija. Con este último pensamiento mis puños se aprietan y aguanto las ganas de golpearlo. Suspiro e intento calmarme respirando profundo, me desenvuelvo de las sábanas y sin preocupación camino hacia el baño a prepararme para un nuevo día. Salgo y aún permanece profundamente dormido. Me visto y peino mi cabello, me maquillo un poco y veo el reloj, nuevamente vuelvo mi mirada hacia Dylan. Voy hasta el baño y busco mi botiquín. Saco un par de gasas y suero para limpiar sus heridas. Me sorprende que no despierte aún con el frío del suero, pero no tomo importancia y continúo mi tarea, de vez en cuando quitando algún pedazo de vidrio que aún permanece incrustado en su piel. Lo observo de vez en vez preocupada que en cualquier momento despierte pero no, en todo lo que tarda mi tarea no despertó. Concluyo poniendo algunos parches para mantener las heridas limpias y listo.

― Eres quien cuida a mi hija, no puedes dejarte morir aún, no hasta que la recupere―susurro viéndolo desde los pies de la cama.

Pongo el botiquín en su lugar y salgo nuevamente hasta el cuarto. Viéndolo así nadie creería quien realmente es. Dormido incluso parece alguien que necesita protección pero despierto es alguien de quien necesitas protegerte. Me sorprende lo rápido que logra persuadirme y transformar mi miedo y mi odio en un profundo deseo que hace que cada parte de mí esté bajo su orden y voluntad. Salgo a mi sala de estar y suspiro al ver el gran desastre del día anterior. No tomo importancia, tomo las llaves de mi carro y salgo de casa al fin. Mientras conduzco pienso en las estrategias del día de hoy, ayer no avancé mucho por lo que hoy los progresos deben ser notables. Llego hasta la mansión y esta vez ingreso sin aviso ya que se me concedieron un par de llaves de la entrada. Avanzo hasta la escalera y subo al segundo piso, a paso rápido acorto distancia hasta llegar al fin al despacho. Abro e ingreso.

― Buenos días Carlos― Saludo con una sonrisa radiante.

Carlos eleva su mirada de los documentos y camina hacia mí sonriente.

― ¡Querida, ya llegaste!―exclama animado.

― Así es― Confirmo.

― Justo estaba pensando en ti― dice en tono bajo dirigiéndose nuevamente a su escritorio.

― ¿Ah si?― pregunto en tono provocador jugueteando con mis dedos en mis labios― ¿Eso por qué?― penetrándolo con la mirada.

―Hay un par de documentos que me gustaría que revises, ven, acércate―Me invita.

Me acerco de inmediato a su posición y me inclino para observar. De reojo puedo fijarme en su vista que se dirige sin ningún tipo de recato hacia mis muslos. Redirijo mi vista hacia los documentos ignorándole.

―Puedo con ellos―informo haciendo que su vista vuelva a mi rostro― ¿Para cuándo los necesita?― pregunto reincorporándome.

― Para hoy en la tarde, hay junta de accionistas en la compañía y debes ir conmigo―informa.

Hermosa MentiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora