Juego de seducción

70 3 1
                                    


Concluidos los documentos y ya con todo en orden nos dirigimos hacia la compañía. Mientras observo a través de la ventana entreabierta del coche analizo la forma en que debería actuar de ahora en adelante. Por lo pronto tengo claro que esa mirada que lleva puesta en mi pierna expuesta sobre la otra es bastante favorable y suficiente en este momento. No quiero volver mi mirada, volvería sus ojos en otra dirección y el juego de todo esto es que vea el tiempo suficiente como para que su deseo sea tal que sus manos tiemblen de ganas de siquiera rozarme. Por ahora me basta con su mirada y aquellos pequeños temblores que ejercen los dedos de sus manos, pobre viejo. Pero aún concentrada en el comportamiento de Carlos mi mente no deja de dar vueltas en Rachel, no puedo por ningún motivo dejar que una mujer tan longeva como ella me deje atrás. Por más que pienso no puedo confiar en las palabras de Dylan, aunque la confianza en Dylan quizá no sea el problema en esta situación sino más bien el miedo que me aborda al pensar que posiblemente mis encantos fallen esta vez y no pueda concretar mi última misión con éxito. A pesar de ser muy joven siento mi alma envejecida y la confianza en mis habilidades es lo único que me puede llevar a buen rumbo, este montón de pensamientos errantes en mi mente no hacen más que distraerme de mi real objetivo que es lograr ser feliz junto a mi hija.

―Ya casi estamos querida.

Me sorprende un poco ver que a pesar de llevar semejante concentración en mi regazo tenga buena ubicación espacial y logre darse cuenta que ya casi hemos llegado. Cambio mi rostro neutro a una sutil sonrisa modesta en su dirección.

―Así veo―respondo sin mayor exaltación.

El automóvil ingresa al subterráneo y se detiene justo en frente del ascensor.

―Abre la puerta de la señorita, yo puedo solo―ordena al conductor.

Lo observo fingiendo total conmoción y me devuelve una mirada de repugnante gentileza. Mientras espero que mi puerta se abra lo observo descender y cerrar la suya, mi rostro se relaja y dejo ver mi desagrado.

Caminamos hacia el ascensor mientras el auto se pone nuevamente en movimiento a nuestras espaldas. Es divertido ver como en cada piso que nos detenemos la gente desiste de subir junto a su adorado jefe, con los datos que conseguí puedo decir con seguridad que cualquiera que pase mucho tiempo al lado de un ser tan tóxico como este puede conseguir cáncer, yo no, yo viví junto a Dylan, soy inmune a todas estas plastas de enfermedades caminantes y no me refiero a enfermedades en sí sino a que sus almas están tan podridas que podrían ser usadas como arma nuclear. Llegamos a nuestro piso y avanzamos a través del pasillo el cual se queda en completo silencio a nuestro paso. Veo un cubículo con mi nombre justo al lado de la oficina de Carlos, me decepciona un poco la idea de no tener tanta cercanía y a la vez me sorprende semejante modestia, no le creo nada, en fin, no es una situación con la que no pueda lidiar, a penas y se dará cuenta cuando esté tan cerca de él que no pueda despegarme de su lado al igual que una sanguijuela, alimentándome de su poder y su toxicidad y lo más importante; su dinero. Tomo rumbo silenciosa a mi cubículo.

―Es agradable cuando la gente comprende sin tener que decirles las cosas―Dice en voz alta con la intención que los demás escuchen su molesta voz.

―No lo sé, quizá solo fue suerte de principiante―digo colocando el audífono manos libres en mi oído―O quizá todo no sea más que un juego para que creas que soy muy eficiente y ganarme tu confianza―concluyo observándole con una leve sonrisa desafiante.

―Me gusta tu carácter muchacha―Me contesta con esos ojos que me dicen que de no haber nadie en esta oficina quizá mi misión se daría por concluida en un abrir y cerrar de ojos.

Es divertido como siempre hago esa afirmación y ninguno de mis objetivos me cree. Deberían darme un poco de crédito, después de todo no es un asesinato sin aviso, decirle que esto no es más que un juego debería de darles alguna pista pero no, solo sonríen y como si fuese un contrato firman con sus labios pronunciando lo fascinados que están con mis juegos no soy malvada, solo les doy lo que quieren.

Hermosa MentiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora