Vidas diferentes

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La luz se filtraba por las persianas entreabiertas, iluminando apenas la habitación y sobre su pequeño escritorio de madera de caoba, dando justo en la máquina de escribir blanca que seguía intacta desde la noche anterior. Más allá, cerca de la pared colgaba del techo un saco de cama, como el nido de un ave de tamaño suficiente para albergar un cuerpo de un metro setentaicinco centímetros; dentro dormía plácidamente uno de los seres en peligro de extinción; un joven creativo, y de alma y personalidad inocentes, hasta donde su edad podía permitírselo, tan extraño y alejado de la realidad que sus amistades se resumían a una... él mismo.

Cuando la alarma de la tostadora se escuchó, instantáneamente los parpados se abrieron dejando a la vista dos perlas negras y destellantes. Con pereza estiro sus extremidades a lo largo y ancho de su espacio, y bostezó mientras lo hacía, formando al final una dulce sonrisa de oreja a oreja.

De un brinco salió del saco y tropezó con el desastre de utensilios en el suelo, aun asi rio sin razón y corrió hacia las ventanas.

-¡¡Buen día Mokpo!!- grito a todo pulmón, sin importarle la gente que se giraba a verlo alucinada, conociendo su rutina matutina.

Inhaló el aire fresco con aroma a las aguas saladas de la costa, y exhaló profundo gozando entonces del oxígeno que le daba vida.

-Otro día maravilloso me aguarda padre.

Mientras tanto en Goyang, Gyeonggi....

Secaba su sedoso cabello con la aromática toalla colgando de sus hombros; su silueta borrosa se distinguía en el espejo empañado, y el vapor de la ducha hacia una capa en el pequeño espacio resbalándose gotitas por las paredes de azulejo gris.

Cuando termino con su cabeza, llevo el dedo índice al espejo y dibujo figuras retorcidas...

-¡Eunhyuk, ¿ya estás listo?!

-¡Salgo en un minuto!

Paso la mano con la toalla, y el reflejo apareció fresco frente a él. -Es un nuevo día- suspiro, volviendo a empañar por segundos su rostro. -¡Fighting Hyukkie!

Se sonrió por última vez a sí mismo, y abrió la puerta, saliendo con él el vapor como una ilusión de teatro.

-Has tardado demasiado.

-Lo lamento.- sus encías rosadas se mostraban sin inseguridades, y la alfombra bajo sus pies se sentía suave entre sus dedos, incluso capaz de hacerle cosquillas.

-Te dejare alistarte.

La puerta de la habitación fue cerrada, y entonces fue dando saltitos hasta el armario. Todas las camisas y pantalones, americanas y abrigos, polos y sweater, divididos y ordenados, algunos conjuntos ya preparados, y debajo toda una colección de distintos pares de zapatos.

-¿Qué te pondrás hoy, ah?- su mano sosteniendo la barbilla, mientras la otra descansaba en su cadera. -Esto estará bien.- Tomo unos jeans y una camisa celeste, y se apresuró a colocárselos.

El ventanal del tamaño de media pared le mostro la belleza de la ciudad que le rodeaba allá afuera, el movimiento matutino urbano que le llenaba como el agua satisfacía su sed. Con calma y la misma brillante sonrisa abrió la puerta corrediza de la terraza, y salió a recargarse a la barandilla. El aire que entro por sus fosas nasales podía ser contaminación, pero era perfecto para él.

-Buen día, feliz vida en Goyang...

El silbido de los coches, y el ruido del tren le respondieron como una orquesta de su banda favorita. La música, de la ciudad.

Mi Trébol de Cuatro Hojas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora