Compañeros

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-Oh...-musito completamente ido del mundo, ido de todo lo que existía menos la persona que tenía enfrente extendiéndole una mano amistosa, que dentro de su ensimismamiento no había tomado.

-Debes estar conmocionado ¿cierto?- HyukJae bajo su brazo y en su lugar le sonrió con comprensión. –Tampoco tenía idea de que estas cosas pasarían. Una guerra no es algo tan simple de asimilar...

La palabra "Guerra" sí que le trajo de vuelta a la realidad. Donghae bajo la mirada a sus zapatos sintiéndose culpable por casi olvidarse de aquel detalle inmenso, imaginando la cara de su padre, la de su hermano.

-Es... ¿Cómo han podido hacernos esto?

-Es el ejército, es el gobierno. Ellos hacen lo que quieren- rio con amargura. –Prácticamente los han traído engañados, o mejor dicho, ni siquiera les han dado explicaciones. Al menos yo eran consiente de que tenía que prepararme para esto de haber o no una batalla.

Donghae despejo su cabeza y volvió a mirarle, de nuevo sus pupilas se dilataron teniendo ante él a aquel impresionante muchacho. Tenían casi la misma estatura, su complexión era delgada pero podía ver que se marcaban algunos músculos en sus brazos bajo el uniforme; su cabello rubio dorado había sido afeitado como lo reglamentado, y aun asi seguía viéndose atractivo; de piel blanquecina y sedosa. Le sorprendió desde un principio lo fino de sus rasgos al igual que sus ojos delineados por unas cortas pestañas copiosas, poseedor de labios rosados y carnosos, asi como mandíbula marcada y nariz respingada, lo que le daba un encantador perfil.

A su parecer Lee HyukJae era una tentación muy obvia, no solo por lo que veía por fuera, si no a juzgar por su suave tono de voz, o su sonrisa abierta que manifestaba seguridad en sí mismo. Retomando la situación, Donghae estiro su mano hacia él.

-También es un gusto conocerte HyukJae.

Antes de poder decir nada apareció otra persona ante ellos, alguien de rango mayor que pronto se presentó como:

-Soy el sargento Park Jung-soo de esta compañía. A partir de hoy todos ustedes están en mis manos, y sepan que no son manos ligeras, ¡Quiero que den lo mejor y cumplan con cada orden que dé mientras estén aquí! ¿Entendido?

Algo desconcertados respondieron un "Si" bastante desorganizados, por no decir que frágil. Jung-Soo rodos los ojos y se dijo mentalmente que tenía que tener paciencia ese día, eran nuevos y además no habían recibido buenas noticias desde el principio.

-Para empezar cada uno ya tiene asignado su lugar y compañero. El mismo compañero que tengan en los dormitorios lo será en el campo de entrenamiento. Reúnanse y síganme- ordenó con firmeza, dando media vuelta y avanzando. Jung-Soo les mostro lo que parecía un almacén, con cientos de anaqueles, la gran mayoría ya llenos con valijas, y el resto eran para ellos.

–Dejen sus pertenecías aquí, dependiendo el número que les corresponda es la casilla, encontraran sus uniformes allí.

-¿Dónde podemos vestirnos?- cuestiono otro chico, mirando a su alrededor con incertidumbre.

-¿No lo ves?- respondió el sargento extendiendo sus brazos con una sonrisa irónica

-¿Q-quiere decir que nos cambiaremos aquí?- vocifero el muchacho.

-Oh ¿requieres privacidad querido? ¿La tienes tan pequeña para que no quieras que los demás te vean?- El resto comenzó a reír. -¡Este es tu vestidor y no hay más! Ve acostumbrándote, porque si te has escandalizado con tan poco no podrás con la noticia de que las duchas son compartidas y no hay modo de ocultarse.

Mi Trébol de Cuatro Hojas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora