¿Cuánto tiempo había pasado? Cinco años para ser exactos. ¿Cuánto había cambiado? Quizá demasiado para ser exactos. Pero ella seguía siendo la misma. Dulce, dedicada, terca... y en fin. Nadie podría cambiarla. Pro que ella era simplemente perfecta. Después de tanto tiempo que recorrió su cuerpo con sus manos y sus labio y-quién sabe con qué otra cosa- ella seguía siendo la misma. En las mañanas se cubría con una sabana con aquel pudor que lo volvía loco después de haber tenido una noche muy revoltosa. ¿Cómo iba a poder dejar de amarla?
Eres felices. Felices. Deliraban de felicidad. Bueno, excepto por algunas pesadillas que ella aún tenía. No fue tan siniestro como la guerra en la que se enfrentó a Voldemort, pero ella las temía. Una vez le pregunto a qué se decía su preocupación después de sus pesadillas. Pero ella no le daba importancia y le repetía que no debía preocuparse. Fue entonces que una noche entro en sus sueños y descubrió el motivo. A ella la asustaba que el la dejase. Que el muriera. O que él terminada con alguna golfa.
-Llegaremos tarde- argumentó retirándole su plato casi terminado de cereales.m mientras la elfina se encargaba de vestir a la criatura. Pasaría un día de caridad con su abuela que disfrutaba de unos días en la casa de playa que poseían en las Islas Canarias.
-Pero si son las siete de la mañana. La boda no será hasta dentro de cuatro horas.- protestó quitándole en bol y llenándolo de cereal nuevamente.
-¿Desde cuándo te volviste así yo a cereales muggles?- preguntó con una inocente risa.
-Desde que decidiste hacer compras en un supermercado en vez del callejón Diagon. Tengo que admitir que hacerlas en forma de estrellas les da mejor sabor. - dijo mientras le daba una cuchara sopera llena de cereal a su mujer.
-Sabes que ya no me gusta pasar por el Caldero Chorreante. Me dan escalofríos cuando esas mujeres te miran con... pro querer tu eres...
-Me miran con...? ¿Cómo en miran amor?- preguntó.
-Bueno pues...- comenzaba a trabarse con la idea de decirlo.
El la estaba provocando y lo estaba logrando. Su cara se veía encendida con solo pensarlo.
-¿Cómo?- preguntó burlón.
-¡Con deseo!- termino diciendo. El rubio el robo un beso y se retiró a su alcoba con una triunfal sonrisa comiendo una galleta de avena. Con támara golosinas así iba a engordar como un gorila.
Le daba gusto ver a SU MUJER encelarse. Se veía más provocativa cuando estaba enojada.
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Era un día esplendoroso para la celebración que se iba a dar después de tanto tiempo. El pobre Blaise iba perder la cordura con tanta espera. Estaba casi desquiciado por saber en qué momento ella iba a darle el si que dejó de intentarlo por un tiempo y trato de causarle celos. Algo que no funcionó para nada tratándose de la dama que era ella. Peor él no se rindió. Merlin sabe que él no lo hizo y termino conquistándola. O más bien termino humillandose- como diría Draco- hasta que aceptara su propuesta.
Hermione dejó a su acompañante más que amenizado cuando vio tantas mujeres rondándolo en el camino con sus compañeros, confidentes h amigos. A prepara al pobre de Blaise para tremenda ocasión. En la mansión de Zabini, el pobre estaba sudando de temor. Sudaba frío con aisló inaguantable rodeado de cientos de personas besando a su esposa. Hasta ahora ella había sido muy reservada. Demasiado que aún no había podido explorar el sabor de su lengua. Y a pesar d e que ella deseaba que fuera algo sencillo- demasiado como para pedir que los únicos invitados presentes fueran sus padre en una oficina del ministerio. - pero ahí está presente su hermana. Su confidente y compañera de guerra por así decirlo. No tardó en enterarse por su propia boca algo que no pasó desapercibido por Daphne. La muchacha no tardó en decírselo a sus padre y a todos sus amigos. El anuncio salió en alguna parte del profeta que no se molestaron en leer.
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En contra de la sangre.
AléatoireHermione Granger luchara por el amor, y sin importar lo que diga la gente por la pureza de la sangre o el proveniente de la familia.