Cap. 1 Mircalla Karnstein

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Una chica de baja estatura, con cabello negro y ondulado, está golpeando un saco de Box, cuando de pronto de la oscuridad se escucha una voz varonil.

-Golpeas como niña, hermanita.
Era un chico de apariencia joven, algo, fornido, cabello castaño oscuro.
-Ya hubiera acabado con este saco de Box si no tuviéramos un vecino enfermo y entrometido.
La chica sigue golpeando duro el saco, lleva unos shorts negros que dejan lucir sus bien torneadas piernas, un top blanco que muestran unos brazos bien definidos y un abdomen marcado.
-No lo culpo, la verdad es que en esos shorts te ves muuuuy bien, sino fueras mi hermana...
-Eres un enfermo William. (La chica camina hacia el chico y lo empuja) Ahora quítate, necesito una ducha.
-Oh vamos! Deja de ser tan amargada...te saldrán arrugas.
La chica ingresó a la casa, pues entrenaba en el patio trasero de lo que pareciera una mansión.
-Eres una niña malcriada Mircalla.
Mircalla se detuvo unos segundos y giró para ver a su hermano.
-Te recuerdo que soy mayor que tú Will y deja de joder.
Mircalla continuó con su camino, no sin antes hacerle una seña obscena con el dedo a su hermano.
-¡ Pero qué modales gatita!

Mircalla entró por la cocina, era enorme, las paredes blancas y tenía adornos y muebles de hace siglos. Luego pasó por el salón, enorme, con una chimenea y grandes sofás, también había una pintura en donde aparecían su hermano y su madre, por encima de la chimenea, un reloj viejo que hacía mucho ruido.

-Maldito reloj, te odio.

La chica subió unas escaleras hasta llegar a su habitación. Abrió la puerta de madera con un montón de letreros de no pasar y comenzó a quitarse las vendas de las manos, las tiró en el piso de su habitación y de inmediato colocó su iPhone en su equipo de sonido y puso rock a todo volumen.
Estaba por meterse al baño cuando de pronto alguien entró a su habitación.

-¡Mircalla Karnstein! ¿cuántas veces tengo que decirte que no pongas a todo volumen tu música?
-¿Y cuántas veces te he pedido yo que toques antes de entrar?
La mujer con la que conversaba mircalla era muy alta, piel blanca, cabellera rubia y parecía salida de alguna especie de película de los años 20.

-No me hables así y apaga eso Mircalla sino quieres que te pase lo que la última vez que me desobedeciste.
Sin duda esa mujer era intimidante, pues Mircalla la veía con miedo y nerviosismo.

-Bien.
Mircalla apagó el estéreo.
-¿Contenta?
-Bastante, cariño sabes que todo lo que hacemos es por nuestro propio bien
-¿Nuestro? Ni siquiera sé por qué demonios estamos aquí y por qué tenemos que escondernos. Estoy harta de tener que actuar normal, de aguantar los acosos del estúpido vecino y tampoco entiendo por qué tengo que ir a esa estúpida Universidad.
-Deja de reclamar tanto, salvé tu vida así que ahora debes pagarme y obedecer querida.
-Hubiera preferido que me dejaras morir.
Y se escuchó un portazo, Mircalla se encerró en el baño.

Casualidades O Destino?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora