Voodoo

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Quizá estaba loco.

Aquella podría ser la palabra adecuada para definirlo, lo cual le resultaba más halagador que ofensivo.

Niall no era más que eso a la vista de los otros ciudadanos de Nueva Orleans; un loco chico irlandés que se ganaba la vida con cosas absurdas como el Tarot. Claro que le robaba a toda la gente ingenua que se cruzaba por su camino, esto a base de trucos. Su cara albergaba una falsa inocencia que le ayudaba excesivamente en su trabajo.

Y puede que eso no sea precisamente la descripción de alguien loco, hasta que notan que el rubio comienza a hablar con su sombra; con la misma naturalidad que usaría con un amigo cualquiera.

Entonces se iban asustados, alegando que estaba loco. Eso tranquilizaba a Niall, prefería miles de veces que pensaran que tenía alucinaciones y se mantuvieran alejados de él. Sin embargo, esa sombra existía y era sólo una de las tantas cosas que podía lograr con la magia negra. La utilizaba para sus cientos de estafas, hasta el día que vio a bello un moreno que -según el periódico- era un codiciado príncipe de Maldonia.

Lo que sintió al ver sus ojos mieles fue incluso mejor que cuando conoció la magia por primera vez: cálido y poderoso, tan nuevo y extraño.

Paso varios días intentando comprender y hallar la mejor manera de acercarse, a pesar de que una voz en su cabeza insistía en usar la magia como siempre había hecho, él no quería. En ese caso Zayn se enamoraría de él a la fuerza, no porque estuviera enamorado de Niall.

Pero ¿qué otras opciones tenía? La sombra que suponía su única compañía le orillo a hacer un muñeco vudú con la apariencia del joven azabache, sólo necesitaba escribir sobre el la orden de amarlo. Cosa que no pudo hacer. Tenía tanto miedo. Porque sentía una inmensa necesidad de cambiar con tal de entablar una conversación con ese chico.

Así que un día simplemente decidió lanzarle un hechizo para transformarlo en una fea rana, esperando con una ilusión infantil que, por alguna razón, el destino o cualquier cosa parecida hiciera que Zayn fuera hacia él y se enamorara con tan solo verlo. Incluso se encontró pidiéndole a una brillante estrella que cumpliera su deseo, igual que cuando era pequeño, creyendo en los cuentos que solía leerle su madre cada noche.

Y quizá si estaba loco por haberse enamorado de ese príncipe rana que se fue en busca de una princesa.

Estúpido vudú, debió haberlo usado cuando aún había tiempo.

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