Espejismo 3: Caos

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Mis ojos no podían creer lo que estaban a punto de presenciar...soldados fuertemente armados empezaron a llegar en Baldunfir, los habitantes de tan agradable poblado corrían despavoridos sin orientación, su instinto parecía guiarles hacía la locura y desorganización; yo preguntaba a cuanto transeúnte veía pasar lo que estaba sucediendo, todos parecían hacer caso omiso a mis interrogantes, giraba hacia todas partes como si mi vista fuera periférica, para donde volteara las escenas eran las mismas: soldados inspeccionando violentamente cada hogar, disparos, el sonido de las hojas de acero listas para desgarrar la carne de aquellos inocentes, madres con hijos en brazos para protegerlos, vidrios y vasijas rompiéndonse.

Estaba petrificado en ese lugar sin saber qué hacer; entonces el dueño de la posada me jaló de los brazos, entramos a su casa, me asusté porque me tomaron por sorpresa, cerraron puertas y ventanas, alzaron un pedazo de madera que cubría un cuarto secreto, me llevaron junto con ellos. Era un escóndite algo espacioso, con armas en las paredes para cualquier situación, vasijas con agua y camas improvisadas, me senté al lado de ellos, el dueño me pidió que guardara silencio por unos minutos, en lo que los militares se largaban, comenzaba a regular mi respiración cuando escuché los pasos de soldados dentro de la casa, arrojaban las sillas, los muebles, todo lo que no pudo salvarse de sus infames manos, manos que estaban bañadas con sangre de inocentes, madres, hijos y personas que no tuvieron oportunidad de esconderse.

Después de desordenar el recinto se fueron, permanecimos en el refugio unas horas más, cuando sentimos que el peligro ya había pasado decidimos salir, les agradecí por su bondad, de no ser por ellos estaría muerto, les dije que saldría a revisar que todo estuviera en paz, la señora me sostuvo el brazo, volteé sorprendido, como una madre cautelosa me dijo que era muy peligroso, que si me veían, me aprehenderían y sólo esas bestias sabrían lo que sería de mí, le dije que no tardaba, que no debía preocuparse, que era sólo un vistazo...ojalá lo que presencié al cruzar la puerta hubiera sido una mala jugada de mi mente o una ilusión óptica y no esa escena atroz que junto con más voces de mi memoria atormentará mis sueños de noche por siempre, quedé sin habla al observar sangre en las paredes, cuerpos mutilados, cadáveres colgados en los árboles que abundaban en todo el pueblo, niños gritando entre lágrimas que sus padres no despiertan, madres lamentando la pérdida de sus hijos, ante tal horror no pude evitar derramar una lágrima, regresé al lugar donde pasé la noche anterior, por todo el horror que presencié, cruzó por mi mente la dulce imagen de la chica con quien reí y tal vez quise, estaba tan inmerso en mis pensamientos que no escuché a los señores, les pedí disculpas y agaché la cabeza, me dijeron que no tenía por qué hacerlo, me obsequiaron de cenar y accedí, fuí con ellos a lo que quedó de la cocina, a las sillas les faltaban los peinazos, me senté y la señora me sirvió la cena con una sonrisa forzada, durante la cena no hubo charla, cada quien estaba ocupado con lo que su cabeza decía, en mi caso los recuerdos me narraban la historia de una bella desconocida; una extraña en la que sus manos tenía la habilidad de ensoñar a cualquiera con sus caricias, su cabello rizado digno de ser la envidia de todas las divinidades que tenían el don de la belleza, su sonrisa tan encantadora capaz de congelar un desierto, esos ojos mágicos que desnudan el alma y ese vestido que dejaba mucho a la imaginación, mi mente no paró de clamar por ella...terminé la cena como pude, medité sentado con la luz apagada, la fátiga estaba dominándome cuando la dueña se acercó para decirme que escogiera la habitación que deseara, que de igual manera iría por cuenta de la casa, agradecí con la mirada, ella regresó al cuarto con su marido, me levanté y subí los escalones para escoger la habitación menos desordenada, mi cacería somnolienta tuvo éxito, encontré una habitación saqueada pero con la cama sin remover, caí rendido y miré el cielo por la ventana, esta noche no había luna, tampoco había estrellas, esta noche todos estaban afligidos, el pueblo estaba herido de muerte, todo era tan lúgubre y vacío, decidido a largarme de ahí para evitar más desgracias, cerré mis ojos; mis párpados me arroparon y en mis sueños me invadía la culposa sensación de levantarme y salir corriendo a los brazos de la desconocida con mirada de ángel, esa noche tuve un sueño donde ella apareció, estabamos recostados en el pasto, a nuestro alrededor; secuoyas parecían resguardarnos, ella besó mi frente como garantía de que todo estaba bien, de estar acostado pasé a sentarme en frente de ella mirándola a los ojos, ambos sonreímos, después de juegos traviesos de cortejo, me levanté sin despegar mi mirada de la suya, todo parecía ir en orden, después escuché un breve lamento, volteé y quedé estupefacto de horror al observar a una niña cubierta de una gruesa capa de cal, tenía la garganta cercenada, cuando parecía desvanecerse, rápidamente corrí para sostenerla en brazos, una vez que la tenía, con sus agonizantes ojos suplicaba por una muerte rápida, sollozando le pedí que no se fuera, que debía quedarse, su último aliento se acabó, la acosté en el cespéd, dispuesto a buscar ayuda giré; pensando que eso era malo, sólo volteé un poco y observé las ruinas de una ciudad; cádaveres calcinados con expresiones horrorizadas aún en sus rostros, escombros, animales muertos, todo estaba destruido, lo sentí tan real que de inmediato desperté sin meditar que golpearía mi cabeza con el respaldo, después de sobarme me levanté, tomé mis cosas lo más rápido que pude, salí de la casa aprovechando que los dueños no despertaban todavía, salí con mis valijas, contemplé un poco más la barbarie y ya estaba en una de las rutas comerciales afuera de a ciudad, creí que todo iba tanquilo y...

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