Capítulo 2: gritos Silenciosos

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Años atrás, cuándo solo tenía 7 u 8 años, me quedé durante mis vacaciones de verano en la casa de mi tía Valery. Vivía en un campo maravilloso, cerca de un río bastante tranquilo, pero antes de llegar allí debías caminar bastante, y entre los tantos riachuelos que pasaban antes de llegar a su casa, había uno que contaba una historia bastante partícular. 

"El chiflón del diablo", antes de llegar a dicho riachuelo, podías escuchar como si fuese un río bastante grande el que corría por allí, pero no, era un  pequeño curso de agua de poco caudal. se decía, que si lograbas bajar hasta el final del riochuelo encontrarías oro, pero claramente te llevarías una maldición de parte del mismo diablo. Jamás le di importancia, para mi eran solo leyendas, mitos estúpidos de parte de los campesinos. 

Al caer la noche, mi tía Valery, nos dijo a Anastacia mi prima y a mi que nos fueramos a la cama. Anastacia, mayor que yo por un año, me dijo que escucharamos lo que hablaban los adultos, yo ingenua y siempre temerosa, asentí. 

Valery:- Oh! no creo que les haya contado que una vez, mi padre, llegó al final del "Chiflón del Diablo", según él, efectivamente hay oro, pero él por miedo solo tomó pisca de este. Cuando llegó a casa, mamá le preguntó que le pasaba, estaba realmente pálido y se había orinado en sus pantalones, a lo que él respondio: " estaba caminando de vuelta a casa y sentía que dos caballos me perseguían, me giré a ver, y eran negros como la oscuridad de la noche, y su jinete vestía de la misma manera oscura, con un sombrero de ala ancha y su sonrisa, inolvidable sonrisa con dientes de oro.

Anastacia y yo nos miramos y sonreimos en silencio, luego nos fuímos a la cama, entre risas burlonas por lo que contaba mi tía. 

Cuando sus visitas se marcharon y mis tíos se fueron a dormir, mi tía junto su cama con la nuestra, quedando mi prima en el medio, mis tíos apegados al lado de la pared, y yo en la orilla. 

Pasaron unas horas y desperté algo sobresaltada, me senté en la cama y miré a mi prima y a mis tíos, todos estaban en un profundo sueño. Miré hacia la puerta, que curiosamente estaba abierta, y al momento de levantarme para cerrar esta, lógicamente tuve que mirar la orilla de la cama en donde debía bajar. Habían unos seres extraños, pequeños y horrendos, tal vez los conocidos como "duendes", pero porque estarían aquí, y lo más curioso, que estaban haciendo? mire con detención y con el miedo presente en mí. Rompían las tablas, y con sus manos excababan y lanzaban la tierra por todo el lugar, pero no me miraban, aún así me snetí obserbada, seguí mi instinto de ello, y mi vista se centro en la puerta del dormitorio, quedé totalmente helada, y con ganas de desvanecer al ver aquello. 

El sujeto de la descripción estaba apollado en el marco de la puerta, intenté moverme pero mi cuerpo no reaccionó, solo podía girar mi cabeza, pero nada más, no podía hablar, ni mucho menos gritar. Al mirarle nuevamente, por curiosidad tal vez, este sonrío, dejando al descubierto su perfecta sonrisa dorada, no se veía nada más, tal vez por la oscuridad de la noche, o simplemente él no quería que viera nada más. Levantó su dedo en forma de silencio, y las pequeñas criaturas a mi lado, comenzaron a acercarse, al parecer, dicho agujero era para mi y ellos querían arrastrarme hasta allí, no sé como, pero esta vez mi voz logró hacerse presente. Di un estruendoso grito de horror, y cerré mis ojos comenzando a llorar, solo recuerdo sentir los brazos de mi tía Valery alrededor de mí, mientras acariciaba mi cabeza y diciendo que todo estaba bien, una vez más miré hacia la puerta, pero ya no había nada. 

Hasta entonces creí que fué solo la imaginación de una pequeña asustada, escuchando cosas de las que no debería tener idea alguna... 

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