"Nunca deja de pensar"

7 1 0
                                    


  —¡Eli!— llamó Yessy desde la cómoda sombra del arce donde estábamos sentados. Ya hace una semana nos habíamos topado inesperadamente, y nos empezábamos a acostumbrar mutuamente. Ella era una persona muy agradable, y según ella, yo igual.

   Era una tarde extrañamente cálida, contando con que ya eran las 6:00 pm y estábamos llegando al final de la primavera. La mejor amiga de Yessy, Elizabeth, acababa de ingresar a la universidad y le pidió a Yessy que la esperara cerca de los cuartos. Ya se habían llamado tres veces y perdido otras diez.

  —¡Yesabelle Corianna Lobo Martínez de los Ángeles!— gritó la rubia mientras corría a abrazar a Yessy. Ella rió alegremente mientras estrujaba a su mejor amiga, así que me levanté entre la conmoción. Pensé que era mejor si me iba, no quería verme como un metiche.

—¡Hail! ¿Adónde vas? Aún no te he presentado— dijo Yessy soltando a Elizabeth y acomodándose un poco que cabello tras la oreja. Hasta cierto punto, me sentí feliz de que quisiera que me quedara, pero tampoco quería interrumpir. —¿Segura?— pregunté un poco indeciso.

—¡Sí, ven!— dijo, haciéndole una seña para que me acercara. Caminé hacia a las dos, que ya estaban separadas, y mientras me acercaba, noté que Elizabeth era casi tan alta como Yessy, pero mucho más morena.

—Eli, él es Hail Camp, está estudiando composición. Hail, ella es Elizabeth Blessing, viene a estudiar ingeniería civil.

—Un gusto, Elizabeth— dije ofreciéndole mi mano.

—Igual.

—Y ahora, Eli, te enseñaré donde me vas a dejar sin dormir por los siguientes dos años gracias a tus ronquidos de ornitorrinco con la nariz trancada— intervino Yessy, poniéndole el codo en el hombro a su amiga. —Hail, ¿te veo más tarde?

—Claro— le contesté, así que ella se encaminó con Eli hacía los dormitorios. Pero una duda que tenía hace un rato me hizo detenerla —¡Yessy!

—¿Sí?

—¿No que tu nombre era plano?— le pregunté con una sonrisa. Ella rió con fuerza seguida por Elizabeth.

—Solo mi nombre real, no los que me pone Eli.— contestó Yessy entre risas, poniéndose a caminar de nuevo.

  Me fui a dar una vuelta por el campus esa tarde. No estaba cansado, y el clima estaba bueno para andar por ahí. Las pocas personas que andaban fuera aún eran estudiantes haciendo trabajos atrasados, otros solo caminaban como yo, y otros andaban en parejas, tomados de la mano o sentados en una banca abrazados. El campus tenía muchos árboles y zonas verdes. Era como un parque enorme con edificios de estudio. Entré al edificio de artes solo a dar un vistazo. Pasé por el salón donde recibía casi todas mis clases de composición, luego por la de danza, donde habían desde niñas hasta mujeres de treinta años haciendo todo tipo de danzas. Seguí hasta las de ensayo, las de canto y llegué a las de diseño. Me quedé mirando el salón un buen rato, y luego miré la pared contraria. Habían varios trabajos de los estudiantes de diseño, y vi uno que me captó la atención: era una niña con un vestido colorido, la sonrisa alegre y el cabello como un arco iris, en una especie de foto familiar donde todo lo demás era gris y oscuro. Arriba ponía "El Color de la Soledad", y admito que me sorprendí un poco al ver que la firma era " Yessy Wolf Cardona ". El color de la soledad. Era una ironía, ya que la soledad siempre se veía como algo triste y desesperante, como algo... Sin color. Pero lo que pasa es que las personas más felices aveces son las que más solas han estado. Una niña alegre, que aunque está acompañada, está sola. Solo ella tiene color. Solo ella tiene sentimientos. Solo ella se siente viva, por eso está sola, la gente que se ha vuelto gris y estoica no quiere estar con ella por que irradia luz en su mundo tan lúgubre. Es como un cadáver expuesto al sol - está muerto, de modo que la alegría, la vida que irradia el sol los revienta. Es extraño como aveces piezas así terminan siendo el tema de mis ensayos para la clase de filosofía. Tengo la habilidad de recordar todo lo que pienso y decirlo exactamente igual, no importa cuanto tiempo haya pasado.

—Es una pieza admirable. — dijo una voz femenina detrás mío. Me volteé a ver y encontré a la principal de diseño, que creo que se llamaba Flo Willies.

—Ya lo creo.— contesté, volviendo mi vista hacia el dibujo.

—Yessy es una de mis mejores estudiantes, aunque siempre elige temas muy... profundos.— dijo ella, fijando su mirada castaña en el dibujo.

—Es una gran pensadora. La conocí hace poco, y se ve que utiliza mucho su cerebro.

—Nunca deja de pensar. — dijo con un toque de orgullo y preocupación la profesora, para luego darme una sonrisa de boca cerrada e irse. Miré el dibujo una última vez antes de darme la vuelta y volver al campus. Ya estaba más oscuro, y las nubes se teñían de tonos rosáceos y anaranjados. Decidí irme a la biblioteca a buscar algo que leer mientras que pasaba la tarde, así no se me haría tan lenta. Yessy me había dicho que la acompañara a comprar algo de comer, pero no me había llamado. Se veía bastante emocionada al ver a Elizabeth, talvez se olvidó y se fue con ella. Bueno, así mejor.
  La biblioteca estaba desierta, lo cual en una universidad es bastante raro. Me acerqué a la primera sección y agarré el primer libro que vi. Estaba apunto de irme cuando oí un montón de libros caerse y a alguien murmurando. Me asomé por el borde del estante y vi a Yessy subiendo libros de vuelta con un montón en el suelo. Trataba de poner uno de historia en el último nivel, pero no llegaba bien.

—Maldita estatura, maldito banquillo, maldito estante para holandeses...— la oí murmurar tratando de llegar. ¿Estante para holandeses? Vaya comparación. Empecé a reírme por lo bajo, pero talvez no tan por lo bajo, porque ella me oyó y se volteó. —¡Hail! No... no escuchaste eso, ¿o sí?— dijo, mientras se ponía roja.

—Solo diré que es una comparación muy justa. — dije aún riendome, mientras me acercaba a ella. —¿Te ayudo con eso?— Ella notó mi mano extendida hacia el libro y me lo entregó. Me estiré un poco y puse el libro junto a los demás. —¿Y Elizabeth?

—Está en el cuarto, ordenando sus cosas. Me acordé que tenía estos libros aún, así que vine aquí a dejarlos. Pero, no recordaba que la sección de Independencia estuviera tan arriba.

  Miré el lomo del libro y casi me río al ver lo que estaba leyendo. —¿Te leíste El Federalista?

  Yessy hizo un tierno puchero y luego rió. —Vamos, quería dejar las novelas por un tiempo. Ahora estoy tratando de leer un poco de biografías y política, mientras busco algún clásico que no me haya devorado aún.— miró el reloj de su celular y luego hacia afuera —¿Nos vamos ya?

—Creí que habías ido con Elizabeth.

—No, qué va. Si te dije a ti es por algo.

—Pues, por mi no hay problema. Pero terminemos con esto antes.— dije, señalando al mar de libros ahí abajo.

—Ah, por supuesto.

  Pasamos los siguientes veinte minutos hablando acerca de los libros que habíamos leído cada uno. Para mi sorpresa, realmente me era difícil pensar de un clásico que no se hubiera leído Yessy. ¿La Odisea? Lo leyó en octavo grado. ¿La Ilíada? Cuando cumplió dieciséis. ¿Shakespear? Todos en dos meses. Y de ahí, todos lo que conocía.

—Pero, ¿los lees por leer, o haces algo con tanta información?— pregunté cuando ya salíamos de la biblioteca. El sol había bajado drásticamente, dejando el cielo pintado de azul oscuro, púrpura y anaranjado. Ya se veían varias estrellas.

—Pues, pienso. En porqué lo habrán escrito, en cómo, trato de sentir lo que sentía el escritor en cada capítulo.  Imagino los lugares, las criaturas, los personajes. Y aveces, los dibujo. Aveces, escribo sobre ellos, o utilizo sus experiencias en algún artículo de opinión. Siempre hago algo diferente.

—Nunca dejas de pensar. — dije, mirando hacia el cielo, pero pude notar su expresión de incredulidad. La volví a ver y me dio una sonrisa extrañada que se convirtió en una risa. —Es cierto. Nunca dejo de pensar.

Rosa De Los VientosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora