Prólogo

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2 años antes.

Viernes, 11: 59 a.m.

48, 49, 50...

Nada.

51, 52, 53...

Todavía no.

54, 55, 56..

Ya casi.

57, 58, 59...

YA ES HORA.

Estaba a punto de marcar, pero el celular vibró antes. Era un mensaje. 

«Sal a la esquina. Es hora.»

Observé el celular y luego a mi habitación. Era un desastre la cama, batallaba conmigo misma si debía arreglarla antes de irme. Detestaba ver mi cama así.

Otro mensaje.

 «APÚRATE.»

Guardé el celular en la bolsa trasera de mis pantalones y recogí dos mochilas. Una me la coloqué en la espalda y la otra en el hombro. Llevaba lo esencial. Tomé el cargador de mi celular y lo guardé. Me agaché bajo la cama y recogí un sobre. Era mis ahorros. 

Me levanté y comencé a caminar hacia la salida de cuarto. Le di una ojeada rápida. ¿Estaba segura de irme? Apreté los labios y dirigí la mirada a la habitación de mis padres. Escuchaba los ronquidos de mi padre. Una sonrisa nostálgica se dibujaron en mis labios. Pero era hora. No había vuelta hacia atrás.

Bajé las escaleras con rapidez y al llegar a la entrada principal, salí. Fue un alivio para mí que no se hiciera ese sonido chillón cada vez que se abría. Salí al exterior y cerré despacio. Al estar en la cera y me eché a correr hacia la esquina. Todo estaba oscuro. Solo eramos la oscuridad y yo. Al llegar, voltee a ambos lados, en busca de Dan. No lo miraba por ninguna parte. El silencio de mi vecindario asustaba un poco. No escuchaba las risas de los niños jugando en la calle, los ruidos de los automóviles, los ladridos de los perros. Nada. Me sorprendía. 

Me aferré a mi chamarra, intentando tranquilizarme. Movía con nerviosismo el pie derecho. Había mucha brisa. Me giré un poco y aprecie mi hogar. El auto de mi madre estaba estacionado afuera. Una parte de mí quería volver, acostarme en mi cama y dormir. Como si nada hubiera pasado. No quería separarme de mi familia. Pero las reglas de mis padres, eran muy estrictas. Vivía controlada por ellos. Era como un ave, una vez que ya estaba fuera, no quería volver de nuevo a una jaula. 

Mi móvil comenzó a vibrar. Era una llamada. Lo tomé con ambas manos. Era un número desconocido. 

Volví a ver a mi alrededor, en busca de alguien. Era medianoche. ¿Quién podría marcarme ahora mismo? Por un momento, creí que seria como en las series de televisión. Un hombre acosándome desde lo lejos acechándome y amenazando con hacerle daño a mi novio si no cumplía las peticiones que el susodicho deseaba. 

Pero era un estupidez, así que respondí. 

—¿Hola? —mi voz sonaba temblorosa.

¿Por qué no respondías? —la voz de Dan me tranquilizó—Me preocupé.

—Lo siento —miré hacia el cielo, sintiéndome apenada—¿Dónde estás? Comienzo a sentir frió. ¿Y de quien es este número?  

Descuida, Alex —se escucharon algunas voces—Dobla a la derecha y comienza a caminar, ¿de acuerdo? Ya no hay mucho tiempo, así que apresúrate, por favor. Aquí te estaré esperando.

Sobrevive, AlexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora