Capítulo dos.

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—¡Está lista la orden de la mesa 7! —se escuchó a Rick, el cocinero.

—¡Alex!—Zoé me gritó por lo alto, mientras recibía ordenes—¿Podrías ayudarnos?   

Levanté la mirada. Estaba detrás de barra, limpiando los vasos y platos sucios. Eso era lo que hacía desde que comencé a trabajar en la cafetería "Realeza" , desde que había sido contratada gracias a la ayuda de Zoé. Pero estaba de prueba durante un mes. El gerente del lugar, Alan, me había dicho que al no tener la suficiente experiencia no podía ser contratada de inmediato. Por lo tanto, hacía la limpieza. No el mejor trabajo para mí, pero era mejor que nada.

—¡Voy! —me enjuagué el jabón de las manos y me las limpie rápidamente  en el mandil que traía, ya que todavía no usaba el uniforme de las demás camareras—Yo lo serviré, Rick —tomé la orden que había dejado él en su barra.

Rick, mientras continuaba cocinando, me lanzó una mirada rápida.

—Será mejor que te apures —fue lo único que dijo. 

Me pase del otro lado, dónde las mesas estaban repletas. Se me informó que en las mañanas se llenaba demasiado el lugar, por lo que uno tenía que moverse rápido. Conté mentalmente las mesas, hasta llegar a la número 7. Me acerqué de inmediato y serví el desayuno a un joven, que no despegaba la cabeza de su ordenador. 

—Por fin —murmuró él, con un tono molesto.

Bajé la cabeza, un poco apenada.

—Falta de personal —fue lo único que dije.

El chico seguía tecleando y me tendió su taza. Levanté una ceja, mientras observaba la taza de café, vacía. 

Estuve unos segundos hasta que el chico volvió a hablar:

—Café.

Asentí y me dirigí a la cocina. Tomé la cafetera y serví café. Rick, quien freía el tocino, no despegó la vista.

—Ponle leche. —Me informó—Siempre lo pide así. —Agregó. 

Sin saber que responder, hice lo que me dijo. Y además, tomé unos de los panecillos que estaban recién hechos, junto con un pequeño plato. Regresé y dejé en la mesa lo que se había pedido y me retiré. No voltee atrás y me dispuse a realizar de nuevo lo que se había asignado. Después que la cafetería se fue vaciando, Zoé se acercó a mí con una amplia sonrisa. La vi extrañada.

—¡Adivina! —soltó ella con emoción.

Me encogí de hombros. 

—Tienes tu primera propina—ella me la tendió en mi mano, con una sonrisa de oreja a oreja. 

No pude evitar sorprenderme. ¿Propina? ¿A mí? Pero, ¿por qué?

Al parecer, ella notó lo confundida que estaba. 

—La dejó Diego —murmuró.

—¿Quién es él? —pregunté. 

—Es el chico al que le serviste café —Rick habló, mientras se colocaba su chamarra.

Ah, el del ordenador. Para primera impresión, era un autentico idiota por su actitud.

Zoé sonrió. 

—Especificó que era para ti —me dio una servilleta.

Ladeé la cabeza y la hojeé, resoplé a leer lo que tenía escrito a lapicero. La letra era clara y gruesa.

"Para la chica sin uniforme y de cabello desarreglado."

El mundo estaba repleto de cabrones. 

Sobrevive, AlexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora