Capítulo tres.

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El departamento no era muy amplio pero si lo suficiente para que vivieran dos personas bajo el mismo techo. Estaba formado con dos habitaciones y un baño solamente, la cocina estaba a juego con una mini sala. Las paredes tenían colores apagados y neutros como el blanco y el café. Zoé me ayudaba con las últimas maletas con una amplia sonrisa, por el contrario Rick la atacaba con la mirada. Comencé a jugar con mis pulgares por el nerviosismo.

—Vamos Rick, no será tan malo —la voz optimista de Zoé resonó en todo el lugar.

—Púdrete —atacó él, saliendo por la puerta principal y azotándola con fuerza. Me rasqué la nuca mirando como salía.

—No creo que le agrade la idea de vivir con él —dije sin ganas.

Zoé me lanzó una mirada y me regaló una acogedora sonrisa para evitar que me preocupara. Iba a vivir con Rick bajo un tiempo. Al principio, creía que era una mala idea, ya que era un hombre mayor que yo y además no le conocía del todo, agregando que estaba fastidiada con los hombres pero según ella Rick andaba en busca de un rommie desde hace ya varias semanas ya que él no podía pagar la reta solo, por lo que accedí aunque viendo la reacción de mi futuro compañero de piso no estaba conforme y mucho menos contento.

—Ya se acostumbrará —dijo ella dejando las cosas en la que sería mi habitación—, él necesita de un compañero y creo que se llevaran muy bien.

Yo no creía eso pero asentí de todas formas.

Con su ayuda, comenzamos a desempacar las cosas y arreglar la pequeña habitación. Solo contaba con una cama individual y un ropero desgastado, las paredes supuestamente eran de un tono blanco aunque yo lo miraba grisáceo, además del que foco ya no iluminaba muy bien y el piso estaba lleno de polvo.

—Qué lugar tan lamentable —murmuró Zoé, haciendo una mueca de asco—. Le dije a Rick que le diera un mantenimiento a este lugar y me ignoró por completo, voy a matarlo.

Sonreí ante su comentario. Aunque no se lo haya dicho, apreciaba mucho la ayuda de Zoé, sin ella, estaría muriendo de hambre y seguramente estaría en la calle como un indigente. Desempaqué mi ropa, algunos libros y fotos de mis amigos y familia. Miré con nostalgia las fotografías mientras las colgaba en las paredes.

—Deberías intentar recuperar la confianza de tus padres, Alex —murmuró mientras se sentaba en la orilla de la cama.

Su comentario e llegó por sorpresa por lo que suspiré antes de responder.

—Lo intenté pero simplemente no pude —inhale profundo antes de proseguir—. Los decepcioné, traicioné su confianza y dudo que me perdonen. Ya no soy bienvenida, no quieren de ejemplo a alguien como yo para mi hermana menor.

Zoé no dijo nada, permaneció callada pero escuchaba atentamente, notaba tristeza en ella.

 —Tenía una buena vida no puedo negarme, tenía la oportunidad de un futuro prometedor —sonreí con nostalgia—pero, no fue suficiente para mí. No me di cuenta de las consecuencias y ahora estoy acabada. 

—Claro no lo estás —intentó animarme, regalándome pequeñas palmadas en la espalda—. Eres joven y puedes prepararte, ser mejor persona. Has aprendido de tus errores y puedes solucionarlos —me regaló una sonrisa animadora—. Tus padres te perdonarán, llevará su tiempo pero van a volver a recibirte con los brazos abiertos, eres su hija.

Medité sus palabras con cuidado, sabía que lo único que ella quería era que recuperara la esperanza y me mantuviese positiva pero no podía soportar el peso de la decepción. Me había decepcionado a mí misma pero aún así tomé fuerzas para regresar  la sonrisa. Era satisfactorio no estar del todo sola, tener una persona a tu lado.

Sobrevive, AlexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora