Capítulo cuatro.

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Estaba furiosa.

En poca palabras, cabreada.

Quería golpear a Alan, mi jefe.

—¿Habla en serio? —pregunté, manteniendo la voz neutral, aunque por dentro estaba todo hecho un verdadero caos.

Por su parte, él solo asintió, mientras terminaba de acomodar algunos cheques y papeles en su escritorio. Lo fulminaba con la mirada sin discreción alguna.

—Me he estado partido el lomo allá afuera —informé enojada intentando no elevar el tono de voz—, no es justo que usted no vaya a pagarme por mis servicios.

Sí, Alan me estaba negando a darme la paga de lo que restaba del mes de julio. El fin de mes había llegado, por lo que correspondía a repartir los cheques con los pagos de cada empleado, así que, cada sobre tenía un nombre determinado, y ya todos tenían el suyo, a excepción de alguien.

Ah sí, yo.

Estaba molesta, necesitaba el empleo y había sido activa trabajando, nadie había protestado sobre mi comportamiento o no que yo supiera, era una excelente empleada hasta el momento. Todo mi esfuerzo y el reprimir las ganas de golpear algunos clientes no podían ser en vano.

SIMPLEMENTE NO.

Entonces, ¿por qué mi jefe me estaba negando la paga? Era una injusticia.

—Estás a prueba, Alex —contestó, lucía cansado, sus ojos verdosos se notaban apagados escondidos debajo de grandes ojeras oscuras, pero no iba a tenerle lástima; quería mi paga—. Comenzaste el 08 de julio, —hizo una pausa, para confirmar en una libreta de color azul que sacó de un cajón—sí, fue en ese día. Por lo tanto, no has completado el mes. Y eso significa que no puedo pagarte como a los demás.

Debía estar jodiendo. No hablaba en serio.

—No falta mucho para el maldito 08 de agosto —exclamé, perdiendo la paciencia—, necesito el dinero, debo pagar la mitad de la renta o si no mi compañero de cuarto no tendrá piedad de mí.

El solo hecho de imaginarlo, me ponía los pelos de punta.

En los últimos días, había sido un verdadero catástrofe. Tanto a Rick como a mí nos había costado adaptarnos a vivir el uno con el otro. Como ambos entrabamos a las 7:30 al trabajo, para conseguir el baño era muy complicado, siempre al final terminábamos peleando por querer entrar primero, ya que ambos nos llevaba mucho tiempo en la ducha, también había conflictos con el desayuno, ya que cada quien se preparaba de desayunar. Rick era bien egoísta con su comida además que tardaba demasiado cocinando por lo que siempre terminaba por prepararme algo rápido.

Para irnos a trabajar, nunca me esperaba. Terminaba de comer, lavaba sus platos, cepillaba sus dientes y al final se iba, mientras que yo tenía que hacer todo muy deprisa y llegaba siempre como 5 minutos tarde al trabajo.

Era bien cagado vivir con Rick, además que la mayor parte del tiempo tenía cara de amargado y todo le molestaba. O yo era la principal causa de su humor. Peleábamos por cosas tan sencillas como elegir un programa que ver en la televisión o de quién no había cerrado la puerta del baño.

E imaginándome no darle la mitad de la renta, sería sepultada viva.

Era suicido.

Me estremecí aún más.

—No me haga esto, por favor —imploré, algo asustada el solo imaginar la cara de Rick.

Pero por la mirada de mi jefe, estaba a punto de explotar.

—Lo siento, pero yo solo recibo los pagos —explicó, con una voz firme—, el tuyo vendrá la otra quincena, cuando dejes de ser una empleada a prueba.

Sobrevive, AlexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora