Un mes atrás.

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Me entretuve asistiendo una telenovela mexicana que pasaba a las tres de la tarde, pues, cuando oí el timbre supe que era él. Corrí a sus brazos como una a la cual le van a dar un regalo, nos abrazamos, y él me regaló un ligero beso en la mejilla.

Caminamos sin rumbo, por las calles de la ciudad, ni yo, ni él, sabíamos a dónde ir, solamente dejamos que el viento nos lleve a nuestro destino. Y así fue. Nos detuvimos en un parque rodeado de bellos lapachos color amarillo, le estiré de la mano para sentarnos en los balanzos como lo hacíamos hace 18 años, cuando éramos niños. Allí nos encontrábamos yo, él y dos niñas que jugaban tiernamente en la arena. Me dispuse a comenzar la conversación, porque sabía, que a pesar de que él no quería hablar de "ello", debía hacerlo, pues sus ojos irradiaban tristeza y decepción.

Tras varias horas insistiendo, me rendí encaminándome nuevamente a casa, pero no pude seguir mi camino, sentía cómo su mano sostenía mi muñeca, impidiendo mi partida. Lo miré fijamente a los ojos, y él me sonrío de lado, todo mi mundo estaba en su sonrisa, en sus ojos, en sus labios, lo último que quería era verlo triste por alguien que no lo merecía.

Nos tomamos de las manos, y le volví a preguntar si era "ella" el motivo de su tristeza. Debo ser sincera, su respuesta me emocionó, al mismo tiempo que por dentro me hizo añicos el corazón.

Al llegar a casa me despedí, y sin voltear entré para fundirme en un sueño profundo...

Irreversible.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora