"Sesión II"
—¿Cómo te ha ido con la tarea? —interrogó Emilia con un gesto apaciguado y casi amoroso.
—Lo siento. Me fue imposible hacer lo que me pediste —repelí sin más. Nunca había sido buena dando explicaciones porque jamás lo necesité.
—De... acuerdo. —Frunció el entrecejo. El súbito cambio en sus facciones me trajo recuerdos de mi infancia, cuando la profesora de primaria cuestionaba alguna de mis acciones para con mis compañeritos y llamaba a mis papás para que me dieran una lección, y ella terminaba jodida. Guardé una risa condescendiente. —¿Hay algún motivo por el cual no hayas podido llevarla a cabo?
—Sí, y es sencillo, no pude mirarme en sus ojos, caminar en sus zapatos, como diría Depeche Mode, ¿me explico?
—Perfectamente. ¿A qué crees que se deba eso? —Descruzó las piernas y se reacomodó en una posición que delataba cierta ansiedad por descifrarme, por conocer con anticipación mi respuesta, pero no podía hacerlo. Mi personalidad bien se podía describir como una cripta sin marcar. ¡Solo el infierno sabía a quién le pertenecía o a quién guardaba! Me encogí de hombros e introduje mi mano en la bolsa Dolce & Gabanna que llevaba. Saqué de ella un paquete de cigarrillos mentolados y le extendí uno a Emilia, quien de inmediato negó con la cabeza.
—No me digas que no fumas. —Señalé con el dedo las marcas amarillentas en sus uñas largas y descuidadas. Podrían haberme producido asco, pero en su lugar, me causaron gracia.
—No mientras estoy trabajando —rehusó amable.
—Espero que no te moleste que yo lo haga.
Sin darle oportunidad de replicar, coloqué el cigarrillo entre los labios con sensualidad y le entregué el encendedor de oro que René me había regalado para mi cumpleaños número veinte.
—¿Me encenderías, por favor? —relamí las palabras y su doble sentido, dibujando una sonrisa tibia, mirándola directo a los ojos. Mi fuerza de atracción debía hacer el resto. Emilia me contempló incrédula un segundo, debatiéndose entre lo que quería decirme y lo que yo le ordenaba hacer. No tardó mucho en llegar a un acuerdo consigo misma. Inhaló un poco de oxígeno y lo soltó por la boca. Me arrebató el cigarrillo y lo prendió con habilidad inusitada. Le dio una estocada, lamiendo el humo que dejaba escapar.
—Creí que no fumabas en el trabajo —mofé.
—Muchas cosas pueden modificarse bajo circunstancias controladas —explicó, levantándose para buscar un cenicero que estaba guardado en el cajón de su escritorio, colocándolo en una mesilla de cristal que no había visto antes en el sitio. Me pareció gracioso que pensara que este era un "ambiente controlado". La pregunta era, ¿por quién?
Saqué otro cigarro y esta vez yo lo encendí, dándole una profunda calada que me vigorizó. Justo el monto de toxinas que necesitaba para continuar con mi historia.
—¿Qué te parece si prosigo con lo que nos concierne? —inquirí levantando la ceja.
—No has respondido a mi pregunta.
—Emilia preciosa, ya repliqué, pero tú no estás escuchando. Para ser psicóloga, necesitas más experiencia —dije la palabra como quien habla de una posición sexual. Una nube rosada subió despacio por las mejillas de la mujer hasta colorearlas. Me pareció dulce e ingenuo de su parte. —No puedo narrar una historia con la que no me identifico. Mis sentimientos hacia Raúl son tan absurdos como los sentimientos de un carnicero al matar a un cerdo para hacer chuletas.
—Interesante selección de palabras. —Hizo algunas anotaciones en su libreta y solté un bufido.
—Todo lo que digo y hago tiene un propósito específico que usualmente involucra mi placer, de una forma u otra —susurré—. Ahora, ¿podemos seguir?
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"Cuestión de Piel"
Mystery / Thriller#CuestióndePiel. Una obra de suspenso erótico que no tiene mucho que ver con el romance, pero que sin duda te dejará queriendo leer más. Advertencia: Esta novela contiene lenguaje sexual explícito, violencia y otros temas inapropiados para menor...