Sesión III

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"Sesión III"

—¿Cómo conociste a Damián? —Emilia se llevó la mano a la barbilla en señal de espera. Lucía verdaderamente intrigada. No la podía culpar. Había hecho bastante preámbulo con respecto a él.

—Había transcurrido casi un mes desde que inicié mi tercer grado en la preparatoria. Luego del absoluto fracaso social y turbación pasada, había bajado mi perfil y ahora disfrutaba mucho de la soledad, al menos, cada que se me permitía estar sola, puesto que algunas arpías que me odiaban, continuaban mofándose de mí, hablando a mis espaldas o burlándose de forma pública de mi "miseria", y los chicos seguían asediándome, ahora más despiadadamente. Augusto se casó con la perra esa y se mudó a la capital del país para continuar sus estudios en una de las universidades más prestigiadas. Estaba podrido en plata y eso sí me dolía. Me costaba conciliar la idea de haber perdido la paciencia con tanta sencillez. Debí aguantar. Debí ser paciente y ceder.

—¿Te refieres a antes de que sucediera el incidente con Patricia, o a después? —cuestionó Emilia mordiéndose el labio. Se veía muy sexy cuando hacía eso.

—A antes, por supuesto. Si bien es cierto que estaba muy aburrida de Augusto, pude haber soportado. Mi falta de tacto al manejar el asunto, fue lo que me derribó. Lo externo no significaba tanto como mi escabrosa derrota interior, mi ignorancia.

—¿Qué me estás queriendo decir, exactamente? Sientes culpa, eso es claro, y es una señal de sanidad que debo felicitar. —Acercó su mano a la mía, posándola ahí por un segundo, rozando mi dorso.

—Sí, siento culpa. Culpa de no haberme forzado a soportar el tedio para un beneficio futuro. Si me quedaba con él, la millonaria podría haber sido yo. Solo hubiera tenido que vivir a su lado algunos años, para luego hacer algún tipo de acuerdo legal y recibir una buena tajada de su dinero al divorciarme —porque tarde o temprano lo haría, desde luego—, y tendría los medios para vivir mi vida en una exquisita libertad. ¡Pero todo estaba jodido ya, gracias a mi falta de dominio! Nunca más me volvería a ocurrir tal cosa.

—¿En serio te hubieras sometido a la tortura de estar con alguien en contra de tu voluntad por dinero? —dijo Emilia abriendo mucho los ojos.

—¡Claro que sí! Alguna vez lo hice, mucho tiempo después, es así como conseguí mi departamento —esbocé esa sonrisa típica de mi monstruo interno, satisfecho al memorar aquella época.

—¡Vaya! No sé qué decir al respecto —murmuró un poco nerviosa y anotó una que otra cosa en su cuaderno. Mi mente jugaba con su pluma cada vez que se movía en la libreta. La imaginaba escribiendo palabras como: demente, manipuladora, convenenciera, desgraciada, vil, demonio... y todas y cada una de ellas, eran adjetivos correctos para describirme. Claro, si se veía desde el punto de vista "emocional" del asunto. Drama, siempre estuve rodeada de él, yo lo llamaba; lo odiaba, pero lo llamaba porque me brindaba esa atención que quería, me volvía notoria, y sin embargo, me obligaba a cuestionarme si esa notoriedad no era la que me hundía tarde o temprano. La respuesta era sí.

—Nada, estaría bien. Mejor seguimos con Damián, ¿te parece?

—Sí, claro. Adelante, Miranda.

—Llegó el momento en el que dejé de sentirme enojada conmigo misma, pero sí estaba un poco harta, aunque esta vez no huiría cambiándome de escuela o algo por el estilo. Levantaría la cabeza con orgullo y dejaría que la corriente me brindara la claridad de pensamiento suficiente para descubrir el siguiente camino a tomar. Eso sí... ¡nada de novios! ¡A la mierda con ellos y sus idioteces! Caí en la cuenta de que solo servían para desgastarme, para perder esa valiosa energía que me movía a arrebatar lo que deseara y aplastar a quien me lo impidiera. Y, bueno, reconociendo que me hallaba en un momento de flaqueza, fingí agacharme y guardar silencio con tal de aplacar las fuerzas que había levantado el año anterior. Algunas veces, en el justo momento cuando no queda casi qué perder, llega la ocasión perfecta para detenerse, dominarse. Y luego, conquistar.

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⏰ Última actualización: Dec 06, 2016 ⏰

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