Venecia, Italia. Siglo XVI

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La bala del cañón arrasó la cubierta de la nave con un ruido atronador, el mástil voló en astillas, Marco aturdido trató de levantarse pero cayó al piso nuevamente, horrorizado miro sus pies, su pie derecho, aun con su bota yace inmóvil a unos metros sobre cubierta al lado del cadáver de un compañero. Sabe que va a morir si no actúa rápido. Tratando de no perder el conocimiento se quita la faja de su cinto y la ata fuertemente al muñón de su pierna derecha. En medio del infierno mira a su alrededor. La nave capitana Otomana a pocos metros de la suya acaba de arriar su bandera, ha sido capturada por los cristianos, es el fin de la batalla. Las costas griegas del golfo de Lepanto en el mar Jónico son los mudos testigos de la derrota Turca. Antes de perder el conocimiento Marco deja caer su arcabuz aún humeante y hablando a nadie dice en voz alta:

         -Nadie creía en nosotros pero hoy los venecianos demostramos que también podemos luchar con honor y coraje.

         Marco ha salvado su vida de milagro, ya de vuelta en Venecia yace convaleciente en Santa Maria della Salute. A su alrededor cientos de heridos en camillas, algunos moribundos, otros ciegos, gimen su dolor. Un grupo de monjas de la Basílica de Santa Maria asisten a los escasos médicos.  Marco tiene cincuenta y seis años, es viudo de hace mas de media vida, se casó temprano pero su esposa murió en el transcurso de su primer embarazo. Marco amaba mucho a su mujer, para ocultar su dolor se refugió en la pintura, pero nunca descolló, admiraba a los grandes maestros de la época pero su gran devoción era hacia su compatriota el veneciano Tiziano.

         Venecia es una ciudad hermosa para vivir, el costo de vida había bajado muchísimo, hace poco más de un siglo, la ciudad había perdido las tres cuartas partes de su población debido a la peste negra que había diezmado a toda Europa. Todos tenían padres, abuelos o bisabuelos que habían muerto por esa enfermedad. Curiosamente la voracidad económica de los venecianos, que los llevaba a comerciar con todos los puertos por lejanos que fueran, había traído la peste a su ciudad.

         Cuenta la historia que la antigua Kaffa en el mar Negro, que para entonces era una colonia comercial genovesa, fue asediada por los mongoles que tiraban con catapultas a los cadáveres infectados de sus propios congéneres para infectar a los sitiados. Claramente Venecia fue una de las ciudades mas castigadas. La gente se enfermaba y moría en menos de cinco días, las practicas de entierros individuales fue cambiada por gigantescas fosas comunes. La iglesia clamaba que era un castigo de Dios por los pecados de los hombres. Otras instituciones, en cambio se dedicaron a cuidar a los enfermos, así nació Santa María della Salute, donde hoy yace Marco postrado.

         La madre Lucia es una hermana religiosa de la Basílica vecina dedicada al cuidado de los enfermos, no conoció la peste salvo por las historias de sus mayores que la sobrevivieron. De familia devota, Lucia no tuvo muchas opciones, la vida religiosa era una forma de vida honorable para las mujeres de la época, sus padres la internaron desde pequeña y a los veintidós años juraba sus votos. Hoy con cincuenta años, la razón de su vida, la caridad para con los enfermos o heridos, supera su imaginación. Cientos de enfermos gimen por doquier.

         Marco ya no tiene muchos deseos de vivir, a su edad se siente casi un anciano, Se enroló en la Marina Veneciana casi como un desafió a si mismo, todavía conservaba parte de la fortaleza de su juventud. Cuando comenzó el reclutamiento para la guerra contra los otomanos no lo dudó. No tenía nada en particular contra los turcos, ni siquiera era un católico ferviente que ansiara morir por el Reino de los Cielos en la Tierra. La necesidad de una aventura antes de morir, algo que lo sacara de la monotonía, o quizás el oculto deseo de terminar con su vida, lo decidieron a ofrecerse voluntario.

         Tuvo que mentir con su edad,  apelar a influencias, rogar, y hasta comprar voluntades con sus magros ahorros. Finalmente lo logró, trabajó duramente compitiendo con muchachos a los que doblaba en edad. Hoy yace con un muñón, un pie de madera y un bastón al costado de su cama. Una fuerza interna lo sana, algo que fastidia profundamente a su estado de ánimo. Marco no quiere vivir más.

Memorias del marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora