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Harry

¿Por qué tenía que ser tan malditamente atrayente?

Mis palmas estaban sudando sobre el volante, mi voz seguía golpeando esas raras notas que no había escuchado desde que golpeé la pubertad, y mi corazón estaba latiendo tan fuerte debajo de mi playera que no había manera de que Acacia no pudiera oírlo.

La miré por el rabillo de mi ojo y tragué el nudo que estaba construyéndose en mi garganta. Mis ojos se dispararon de vuelta al camino en frente de mí mientras trataba de hacer una pequeña charla.

―Así que, huh, ¿cómo fueron las cosas con tu mamá esta mañana? ¿Te vio?

Acacia giró alrededor en su asiento, así que estaba mirando directo hacia mí.

―Estuvo bien.

Maldición. No quería hacerla sentir incomoda. En verdad necesitaba mantener mi gran boca cerrada. Eran los nervios. Estaban llegando a mí. Sentía como si necesitara llenar el silencio con conversación. Mi método claramente no funcionó. Quizás debería mantenerme callado como ella.

Continuamos el resto de camino en silencio hasta que tomé un giro cerrado hacia la izquierda fuerte al descolorido letrero que leía "Willow Creek". Acacia jadeó y presionó su cabeza contra la ventana como si fuera una niña en una dulcería.

―¿Estamos yendo al riachuelo? No he estado ahí en años, no desde... ―Su voz se apagó y se quedó callada otra vez.

No necesitaba terminar la oración. Ya sabía lo que quería decir. No había estado ahí desde que papá había fallecido. Desde que dejamos de ser amigos. Desde que comenzamos a actuar como extraños. La última vez que los tres estuvimos aquí fue en algún momento de la primavera del 2005 cuando acampamos toda la noche más allá del riachuelo.

Nos sentamos alrededor de la fogata tostando malvaviscos y salchichas, y contando historias de fantasmas tarde en la noche. Acacia había sido natural en inventar sus propias historias, pero yo apestaba en eso así que comencé a repetir escenas de películas de horror. No fue hasta que me lancé en un resumen de The Grudge que papá y Acacia finalmente averiguaron lo que estaba haciendo.

Desde la muerte de papá, había estado en el riachuelo unas cuantas veces para pescar, pero nunca fue lo mismo sin él y Cia conmigo. Sólo había algunas cosas que no podías hacer solo, sin reparar en los grandes recuerdos que traía de vuelta. No pude traer a Eddie, Stace o Riley conmigo porque no habían sido mis amigos cuando papá estaba vivo. Cia era la única que podía entender lo que el lugar significaba para mí porque era igual de importante para ella.

Entré en el pequeño estacionamiento y apagué el auto. El silencio se arrastró mientras golpeaba un pulgar contra el volante preguntándome si había sido una mala idea. Solo porque estaba listo para compartir este lugar con ella otra vez no significaba que estaba lista para hacer lo mismo.

―No tenemos que hacer esto ―dije finalmente cuando el silencio se convirtió en insoportable―. Siempre podemos volver a mi casa y ver una película.

Cia negó con la cabeza.

―No, esto es exactamente lo que necesito. Quiero hacer esto. ―Fijó sus determinados ojos azules en mí―. Vamos, vamos.

Salimos y Cia me esperó mientras agarraba la cesta de picnic del camión. Cuando la vio, levantó una ceja pero, afortunadamente, no dijo nada. Había pensado mucho en lo que contiene que no pensé que pudiera tomar la crítica o comentario sarcástico de ella. Dios, en verdad esperaba que no pensara que era patético que fuéramos a un picnic.

―¿Vamos a subir al riachuelo? ―preguntó mientras dábamos nuestros primeros pasos en el bosque.

―Río abajo, de hecho. Al estanque de roca. A menos que prefieras ir a algún otro lugar. En verdad no me importa.

¿Love? Impossible |HS|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora