La última cosecha...

1.1K 35 1
                                    

Sé que es aquí cuando termina todo. Mi cuerpo esta entumecido y bajo mucha presión, aprieto lo más que puedo los labios porque sé que si abro la boca podría morir. La luz aquí abajo es difusa y por más que trato de alcanzarla no puedo mis brazos y piernas no podrán sacarme de aquí.

Veo mi vida irse junto con las burbujas que escapan de mi boca, el oxígeno que mis pulmones guardaban celosamente hasta ahora, se ha liberado y en su lugar el agua me invade. Me estoy ahogando.

-¡Annie!- De pronto escucho una voz llamándome, su voz llamándome.

Toco con mis dedos y descubro que no hay ni una gota de agua a mi alrededor, solo está mi catre hecho de palmas recubierto por una fina sabana de algodón, estoy acostada, sana y salva.

-Annie – me llama de nuevo. Y volteo en dirección a la ventana que se queda todas las noches abierta. Ahí está él asomado esbozándose su hermosa sonrisa, su cabello dorado y rizado está perfectamente peinado, y el bronceado en su piel sigue tan deslumbrante como la primera vez que estuvo en las manos de los estilistas del Capitolio.

-¡Finnick que haces aquí!- grito de alegría y me abalanzo para abrazarlo, el me carga por encima de la ventana hasta que estoy junto a él en el exterior.

-Ya sabes es día de cosecha- dice con su tono lúgubre la sonrisa ya se ha ido. Quizás no estoy tan a salvo. Digo a menos que vivas en el Capitolio dudo que alguien se sienta a salvo en su propio distrito. -¿Estas bien? Estabas gritando- me pregunta apartándome el cabello enredado de la cara.

-Otra vez tuve pesadillas- respondo bajando la cabeza avergonzada, porque es increíble que viviendo en el Distrito 4 mi mas grande miedo sea ese - me estaba ahogando.

-¿Has estado practicando?- pregunta Finn sin juzgarme más bien parece un tanto preocupado.

Otra vez nos hemos desviado del tema, es algo de lo que no hablamos. Antes de los 65° Juegos del Hambre Finnick y yo podíamos hablar de todo, pero desde que fue electo tributo las cosas entre el y yo han cambiado, hay temas de los que no podemos hablar, y no estoy dispuesta a forzarlo.

-Cada día desde que te fuiste- respondo con sinceridad, enumerando los meses que han pasado, entre sus idas y venidas al Capitolio, no se a que vaya, es otra de las muy pocas cosas en las que Finnick es reservado, solo me dice que va con “alguien muy importante” a una reunión, no se a que clase de reunión ya que los demás vencedores solo visitan el Capitolio durante la temporada de los Juegos. Nunca le he preguntado mas detalles, sé que si tuviera que saberlo, Finnick me lo diría, supongo que sabe que me importan muy poco las cosas que sucedan en el Capitolio, aunque me importe todo lo que tenga que ver con él.

-Entonces no deberías tener miedo Annie- dice Finnick volviendo al tema de mis pesadillas- supongo que has mejorado.

-La verdad es que muy poco, es mas fácil hacer nudos, ¿Tu cómo vas con eso?-

Se supone que tenemos un trato.

Un dia hace ya un par de años, antes de que Finnick saliera electo tributo, yo me encontraba en la playa con metros y metros de bejuco en mis piernas, estaba muy ocupada tejiendo una red enorme que tenia que ser lo suficientemente resistente para aguantar el peso de las toneladas de atún que tenía que sacar del mar.

-Es enorme. Tienes que enseñarme a hacer eso- dijo Finnick llegando de improviso cargado con un cesto lleno de camarones en la espalda.

-No es gran cosa, solo se hacen nudos.

-Pues a mi me parece toda un arte, es mucho mas fácil nadar.

-Mentira- dije aunque para Finnick si lo era. Él es un pez en el agua, aunque lo mas apropiado seria decir que es un hermoso tritón, nada con tanta naturalidad como si hubiera nacido en el mismo océano.

Annie Cresta: Ganó porque ella era la mejor nadadora...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora