Capítulo 10: Errores comunes

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Querido Einstein:


Las personas cometemos errores. A veces creo que casi toda nuestra existencia depende de los errores que cometemos. Es increíble la manera en la que una relación puede cambiar por el simple acto de una persona. En ocasiones, esa persona a veces ni lo hace con intención de... perjudicar al otro.

Cometí un error, Einstein. Me di cuenta en el segundo exacto en el que lo hice y ahora no sé cómo remediarlo. Supongo que debo esperar, pero... esperar me impacienta. Siento un cosquilleo en mi pecho, recordándome que debo hacer algo, actuar, mas no sé qué.

Todo empezó cuando fui a reunirme con Thomas. Pensé que no iría, pero cuando lo vi llegando con las manos en los bolsillos y el pelo desordenado, mi corazón saltó por un segundo. Un segundo, solo un segundo. Fuimos a una heladería y allí nos sentamos a comer helado. El silencio nos rodeaba; él ni siquiera me miró cuando llegó a mi lado. Lo único que hizo fue seguir caminando y yo le pisaba los talones, sin saber qué hacer. Una sombra debajo de sus ojos me indicó que aquellos días no habían sido fáciles para él. Rememoré lo que había hablado con Michael y algo en mí empezó a florecer mientras más observaba a Thomas: lástima. No quería sentir eso porque sabría que no le gustaría a él, pero... era inevitable. Verlo de esa forma solo me producía lástima.

Así que lo hice. Le confesé lo que había hablado con Michael. Creí que sería lo mejor, que aquello daría paso a que él se abriera más conmigo, que me dejaría ayudarlo de una manera u otra.

No fue así. Thomas... se transformó. Cambió totalmente en frente de mí y no pude reconocerlo; mis ojos no creían lo que veía. Me sostuvo el rostro con una mano, con tanta fuerza que un jadeo de dolor salió de mi boca. Susurró una simple palabra en mi cara y por su mirada supe que lo había hecho todo mal.

«Vete». Fue lo que dijo. La manera en la que lo hacía, con los labios apretados y los ojos ardiendo de ira, me hizo ver que ya se había acabado. Había arruinado el vínculo que se había formado entre nosotros. No había respetado el límite entre lo público y lo personal. Y el secreto de Thomas era personal. No tenía ningún derecho a saberlo, no sin su permiso.

Sin embargo, yo lo único que quería era ayudarlo. No tenía idea de cómo hacerlo, mas al menos lo habría intentado. Quería intentarlo con él. Una persona solitaria ayudando a otra persona solitaria.

Lo arruiné, Einstein. Ahora Thomas me detesta y tengo que vivir con el remordimiento de agregar otro problema más a su lista. En estos momentos me siento tan mala persona que no soporto verme en el espejo. Mis ojos me gritan la horrible persona que soy. No lo aguanto.

Debo... descansar.

Te escribo luego,

Violet

Violet Florence y sus preguntas sobre la vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora