Deux.

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Me sentí humillada, claro que no seguí discutiendo con el chico, porque, aunque mi vida amorosa y sexual no era nula, no era algo que podía presumir.

Mucho menos ante ese dios griego. Era obvio que él se acostaba con quien le viniera en gana, aún por encima de la ropa podía notar que todo su cuerpo estaba bien trabajado, sus ojos, oh dios, eran verdes, pero demostraban maldad, con sola una mirada sabía que él me haría caer, además, para complementar, tenía una sonrisa a juego con sus ojos, perfecta.



Después de terminar la jornada escolar, caminé a casa, sabía que estaría sola pues mamá y papá trabajaban y a Eziel lo cuidaba mi abuela a unas cuantas casas.

Subí las escaleras rogando al cielo porque me salieran alas para subir volando, pero eso no sucedió, y desanimadamente intenté abrir la puerta del cuarto para tirarme a la cama, digo intenté, porque mi coordinación mano-cuerpo no fue buena y terminé dándole con la cabeza a la puerta sin lograr abrirla.

-¡Demonios!- grité en cuanto sentí el agudo dolor en mi frente. Pero me quedé helada cuando escuché una risa amortiguada dentro del cuarto.

Toma el bate, toma el bate.

Mierda, el bate estaba dentro de mi cuarto.

Con precaución tomé el picaporte de la puerta y giré lentamente. Al abrirla solté todo el aire que no sabía que estaba acumulando y observé la habitación.

No había papeles en el suelo, el escritorio estaba en su lugar, mi espejo de cuerpo completo no estaba quebrado, cada cajón estaba cerrado, no hacía falta nada, pero fue cuando repare en mi cama, que me di cuenta que algo sobraba, y ese algo era un chico, un chico de cabello castaño con las puntas casi rubias, des-peinado hacia el lado derecho de su rostro, con ojitos verdes y sonrisa traviesa.

—¿Santi? ¿Qué haces aquí?—me acerqué a la cama para sentarme—¿Por qué no fuiste a la escuela? ¡Te recuerdo que el cambio de escuela fue idea tuya!

Antes de que pudiera sentarme Santiago tomo mi cintura y me atrajo hacia él. Eso resulto en un caos, pero de alguna manera logré tomar lugar sobre su regazo.

—Hey, cuidado— rió un poco— no fui porque quería darte una sorpresa, bebé.

—¿Ah, sí? ¿Cuál es mi sorpresa?— inquirí mientras tomaba un mechón de cabello que caía sobre sus ojos, y lo acomodaba junto con el resto.

—Un sexy chico en tu cama— contestó obvio— ¿Qué más podrías pedir, pequeña?

Fingí estar pensando mientras miraba coquetamente hacia otro lado y respondí con una sonrisa

—Sorpréndeme—

En cuestión de segundos Santiago me estaba besando, primero tiernamente, y después de manera desesperada mientras sus manos vagaban por todo mi cuerpo.

Mi vida sexual y romántica no era nula, pero tampoco algo para presumir, ya que básicamente consistía en la relación de amigos con derechos que mantenía con Santiago.



En multimedia, una imagen de Santiago "Santi" Evans :) A que les parece tierno ¿no es así?

Stupid Love.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora