Capítulo 2

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Un ruido me llama la atención, me preocupa y lo más trágico, me despierta. Procede del cuarto de baño, o eso me parece a mi. Voy hacia allí, pero lo que vi fue a Catlyn tirada sobre su cama, con los ojos abiertos y la mirada perdida.
—No puede ser. ¡No!—dije susurrando por si acaso hubiera alguien más en la casa.
Al salir de la habitación veo que la cabeza de su difunto marido—bueno, ya no—no estaba donde la dejó por última vez. Sin embargo, oigo un suspiro muy cerca de mi, al parecer no era en el baño, sino que, sin saberlo, me he metido en el ojo del huracán. Noto acercándose un olor más y más profundo, así que rápidamente me meto en el armario junto a la habitación de Catlyn, para esconderme. Para mi asombro, la sombra que vi no era ni mucho menos humanoide, parecía como un alien, pero con algunos rasgos faciales semejantes a una simple persona. Hablaba en un idioma muy atípico que resultaba casi ininteligible para un oido normal. Su cara relucía demasiado, con un tono metálico.
A los pocos minutos, esa "presencia" se retiró de la habitación, pero mi indecisión y prudencia me llevaron a quedarme allí hasta que amaneciera.
—Eso...tiene que ser un fárido. Estoy seguro de ello—pensé.
Esa extraña tez no antropomórfica, ese reflejo brillante que desprendían sus extremidades, pero sobre todo, ese olor a sangre que emitía era inaguantable. No sé si notan mi presencia, pero están todo el rato pululando por la habitación, y yo ya no aguanto más aquí metido. Llegará el momento en que tenga que salir del armario—menudo cómico estoy hecho—.
Asi es, no tarda en llegar el momento. —Tengo que salir de aquí ya mismo, antes de que se den cuenta—pensé en voz alta-, por lo cual bajo con la mayor rapidez y sigilo las escaleras hasta llegar a la puerta, que, por desgracia se ha quedado atrancada, por más que tiro y tiro no se abre.
—Maldita sea, tiene que haber otra salida. Probaré por la salida del jardín—concluí.
Asi lo hice, abrí la ventana y salté como si yo hiciera parkour desde siempre, pero, al tocar el césped me llegó lo que yo creo que es una visión porque veo al que a mi parecer puede ser el marido de Catlyn, y me veo a mi en el mismo lugar que estaba, pero sin intervenir, como un voyeur. Catlyn y su marido se encontraron aquí, pero, por qué estaba tan alterado. Se escondió en el desván y no salió en un tiempo, pero...
—¡Joder! ¡No te pares ahora!—repiqué con rabia. Pero esa visión me hizo darme cuenta de que podía seguir enterándome de qué pasó si me adentrase en el desván. Asi pues, ir hacia allí es necesario, aunque tengo dudas sobre que debió pasar, pero me hago una idea.
Abro las compuertas y nada más tocar la barandilla para bajar más aún otra visión me acontece, esta vez, su marido sale de su escondrijo y pasó lo que me comentó Catlyn. Cogió una sábana sucia, hizo un hueco muy bien atado y metió la cabeza. ¿No hace falta que mencione el final, no?
Pero eso no explica por qué Catlyn tenia su cabeza disecada aún en su habitación, y sobre todo, ¿dónde está su cuerpo? Da igual, la cuestión es, ¿Volver otra vez de dónde acabo de salir tras angustiosas horas? O seguir mi camino y vivir con la duda—opción más fiable, puesto que seria menos arriesgada—. Pero no, si me muero investigando me moriré haciendo lo que más me gusta. Por tanto voy a intentar escalar el tejado al ver que en la puerta de la casa, que hace esquina con la ventana del salón que recién atravesé, seguía deambulando un fárido.
—¡BINGO!—pensé. Ahí estaba, tirada en el suelo, debajo de la cama, asequible para cogerla rápidamente y largarme corriendo de ahí. Miro a ambos lados y como si de un ninja se tratara en dos astutos movimientos,  cojo la cabeza y me voy con ella en brazos, aunque para bajar necesitaré meterla en la mochila.
La introduzco en la mochila y doy un salto con el motivo de salir de ahí cuanto antes. Decido saltar por la ventana para salir de ahí lo más rápido posible.—Resbalarme por el tejado, no deberia ser difícil—pensé.
Pero me equivoqué, cuando todo iba bien, todo lo bien que puede ser cuando arrastras el culo por un tejado, al caer al suelo escuché un crujido, y no eran mis ya malheridos tobillos, sino que, al caer al suelo, el sonido que escuché no era eso, sino que había caído encima del fárido que estaba deambulando por la puerta de la casa. Una tinta negra está recubriendo el césped del jardín de la casa, negra, no roja, cada vez estoy mas seguro de que no son humanos. Creo que el fárido de la habitación de Catlyn se ha dado cuenta de la situación así que voy a correr como si estuviera jugándome el oro en las Olimpiadas. Salto la valla que separa el jardín del bosque-en verdad no lo separa, simplemente cerca la casa-, y me dispongo a seguir mi propia maratón sin rumbo a seguir y con el único motivo de huir ahí.

Miro hacia atrás para ver si me sigue aún pero no veo rastro alguno de persecución. Ahora que no tengo peligro a mi alrededor, es momento de ver que nos depara del pasado la cabeza del marido de Catlyn.
Se llamaba Al, y lo que vi me dejó helado, anonadado, aturdido. Catlyn...habia degollado a su propio marido una vez muerto, no sé si por miedo al olvido, o porque igual no era quien yo creía...no obstante, era raro y desagradable.
Decidí que era momento de seguir hacia delante, cuando tropiezo con lo que a mi parecer es una piedra, pero...no, no es una piedra, es—según me enseñaron los videojuegos—una katana. Una katana tirada en mitad del bosque, con el filo lleno de sangre, y parece fresca, eso es un argumento de película de terror seguro.
—Bueno, no pasará nada si la cojo, sino lo hará otro posiblemente—pensé.
Al cogerla, vi que la katana perteneció a una tribu histórica, que paradójicamente acabó con una amenaza, la mayor amenaza de la naturaleza, el hombre, y más aún, colonos.
La deposito en la mochila—puede quedar cutre pero es lo que hay—para posibles usos en el futuro.


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