3 de septiembre de 2003, Seattle, Washington.
Sonó el despertador. Eran las ocho de la mañana. Me puse lo primero que encontré a mano, porque el resto de mi cuarto eran cajas y cajas, listas para la mudanza. Esto no puede estar pasandome, me acuerdo del momento en que mi papá me lo dijo y me dan ganas de llorar, si es que ya no lloré la suficiente. ''Nos mudamos a Baltimore''. Así, sin anestesia, ni nada. No me quiero ir, nací y crecí en Seattle. A pesar de que no tenga un sólo amigo que dejar acá, no me quiero ir.
Mi mamá está en la cocina, preparando el desayuno.
-Dónde está tu hermano? -preguntó.
-No tengo idea, acabo de levantarme.
-Podrías fijarte mientras termino de hacer el desayuno, Kim?
Salí de la cocina y caminé hacia la habitación de mi hermano mayor, Chris, pero no estaba. Supongo que se habrá ido a despedir de los millones de amigos que tiene. Volví a la cocina.
-No está en su habitación, creo que fue a despedirse sus amigos.
De repente escucho un ruido de llaves en la cerradura. Es Chris.
-Buen día, por lo visto llego justo para el desayuno.
-Sí. La próxima vez que salgas necesito que me avises Chris, estaba preocupada. -dice mi mamá.
Se sienta en la cabecera de la mesa y me habla.
-Cómo estás Kim? Ya te despediste de tus amigos? -se burla.
-Prefiero estar sola antes de tener a esos idiotas de amigos.
-Me dijieron que te van a extrañar.
-Ah sí? Porque yo a ellos no.
Termino de un sorbo la poca leche chocolatada que me quedaba y me voy a mi cuarto, o mejor dicho, a lo que queda de mi cuarto, hasta que sea la hora de tomarnos el avión.