El aire fresco de la mañana golpeo su rostro haciéndolo suspirar con pesadez, sus ojos se perdían en los jardines internos de la fortaleza de sal, estos eran definitivamente como siempre se había escuchado que eran, unos paraísos en medio de la sal, el sonido de los pájaros a su alrededor así como también a los sirvientes ir y venir quitando y poniendo platos mantenía sus sentidos alerta pero ajenos a su raciocinio, giro sobre sí mismo con aburrimiento al escuchar la siempre alegre risa de su compañero encontrándolo ya sentado ante el gigantesco comedor en el balcón principal del castillo.
-Hoy tampoco piensas desayunar?- Interrogo la siempre alegre voz del rubio, las horas desde el momento que invadieron la fortaleza de sal habían pasado con una velocidad sorprendente para ambos, poco a poco las horas y los días se habían vuelto semanas y todavía se veía muy lejano el momento de volver con sus familias en el norte.
-Donde está Ino?- Pregunto ignorando lo que el rubio le había dicho, lo vio arrugar el ceño justo cuando terminaba de tragar el gran bocado que había colocado en su boca, hizo una mueca aburrido al verlo intentar controlar la tos que le había causado el ligero ahogo.
-Debe estar en la torre principal- Se resigno a responder tomando un sorbo del vaso con jugo que tenía a su alcance. –Porque todas las mañanas me haces la misma pregunta?- Curioseo cortando un trozo más pequeño en caso de una nueva sorpresa, sin embargo sus sentidos estaban totalmente centrados en su amigo.
-Debería bajar a desayunar en la mesa- Se quejo cruzándose de brazos y volviendo a centrar su mirada en el colorido jardín que tenían a su disposición, sus ojos notaron un ligero movimiento en la esquina más alejada del verde paisaje su cuerpo se tenso haciendo que un sonido ronco escapara desde el fondo de su garganta.
-Todavía no está totalmente cómoda con este... Cambio de situación- Lo último lo dijo con cierto tono de duda que hizo que el pelinegro se congelara en su posición. –Por cierto, ya sé de donde viene nuestra invitada misteriosa- Agrego sin ningún tipo de delicadeza, sabía desde semanas atrás que el pelinegro sentía cierta curiosidad por la verdadera historia de la mujer de ojos perla.
El silencio se extendió entre ellos, uno comiendo con lentitud dándole tiempo a su acompañante de suplicar por la información que sabia le interesaba y el otro admirando el delgado y pálido cuerpo al otro lado del jardín, su cabello brillo como un cielo sin luna al entrar en contacto con los brillantes rayos de sol, su largo cabello le servía como un manto que parecía esconderla de todos los que se dignaban a admirarla de mas, esa mañana llevaba un ligero vestido de seda color salmón, el cinturón con medallones de oro marcaban su estrecha cintura dejando a la vista su perfecta forma de sirena.
-Que sabes de ella- Se resigno a preguntar escuchando el murmullo de la risa mal disimulada de su amigo, sus ojos se negaron a separarse del rutinario paseo que ella hacia los jardines del castillo, detallo sus pálidos dedos acariciar distraídamente una que otra planta, haciendo que las flores brillaran con intensidad ante el fondo blanco de sus manos, la vio subir su mirada perlada y encontrarse silenciosamente con la de él, como cada mañana ella se limito a asentir en forma de saludo y escondió rápidamente su rostro porque sabía se empezaba a colorear de la manera más extraña que él había visto, primero la punta de su perfilada nariz, regándose el color carmesí por sus pómulos extendiéndose hasta sus orejas y cuello, dándole un tono tan rosado a su piel que parecía pintado.
-Es de una familia del sur, muy al sur... Según lo que logre conseguir ella lleva aquí casi cinco años- Empezó a hablar sintiendo como su estomago se revolvía a repetir lo que había escuchado de boca de los soldados que la habían traído siendo apenas una niña. –Deidara logro sacarla de la protección de su familia y la mantuvo oculta todos estos años- Agrego alejando el plato de su rostro y poniéndose de pie en un fluido movimiento.
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Fuego y Hielo
FanfictionUn secuestro muchos años atras la habian mantenido en una especie de letargo hasta que ese dia el fuego destruyo las murallas que la mantenian prisionera, solo que en lugar de escapar tuvo que verse sometida a la intimidante presencia del nuevo conq...