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Darius.

— No me gustas así –refunfuño mientras veía como Alan se cepillaba los dientes– estas mejor de rubio.

El reflejo de Alan le dedicó una mirada en blanco mientras el seguía haciendo berrinche.

— A mi me gustas y eso es lo que cuenta –su respuesta era típica de Alan cuando quería llevarle la contraía– Me canse de ser rubio, no veo cual es el problema.

— Que a mi no gusta, ese es el problema.

Se cruzo de brazos, no le gusta ese nuevo estilo de cabello de Alan.

Lo escucho suspirar y luego dejar con mucho cuidado el cepillo de dientes en su lugar, cuando Alan se giró hacia el los dos se miraron.

— Está bien, hagamos un trato ¿si? –Alan le dio una sonrisa– tendré el cabello así por un día y luego se va, ¿contentó?

Bufó molesto.

— bien, mañana mismo se va. –no era una petición, era una orden–

— si.

Terminaron de vestirse sin interrupciones, los dos habían tenido un maratón completo con bonos extras en la cama el día de ayer y en la noche, así que estaban saciados sexualmente aunque eso no impedía que Darius no se comiera con los ojos a Alan.

Después del suceso en la cueva los dos había ido a la cabaña secreta de Darius donde tiempo atrás la usaron para sus encuentros casuales de sexo.

Se abrigo para poder salir, la nieve caía más y el frío iba en aumento símbolo de que el invierno estaba ya en Rusia.

— ¿Y la bufanda? –grito Alan desde la sala–

— En el sillón –respondió– tu gorro está sobre la televisión junto con los guantes.

— ¡no me pondré ese gorro! Parezco pikachu pero en emo.

Soltó una carcajada ante la comparación, quién le mandaba tener el cabello negro con mechas azules.

— Tendrás que ponertelo –digo cuando salió de la recámara– odias que la nieve te caiga en el cabello.

El puchero que hizo su amante le hizo querer volver a tirarlo a la cama y darle duro pero tenían que ir a la mansión a una cena familiar. A demás de que Marlene quería hacer las paces y tendría que ver la manera de no lastimarla cuando le dijera que lo de ellos se había acabado.

Agarro el gorro de lana color amarillo con orejitas puntiagudas y se lo puso a Alan en la cabeza ajustándolo bien.

— Te ves hermoso –beso su frente– ¡ay!

Se sobo el golpe en el estómago, Alan podía ser un poco gruñón cuando se burlaba.

— Cállate –refunfuño su sexy rubio ahora moreno– vamos.

Salieron al frío exterior justo cuando una lechuza pasaba sobre ellos cazado a un pequeño ratón. Se ajusto más en la gabardina y metió las manos dentro de los bolsillos para tener calorcito ya que sus guantes estaban en su casa.

— ¿vas a decirle a tu hermano sobre lo nuestro? –la pregunta de Alan tenía un pequeño matiz de miedo–

Iban caminando tranquilamente, sabía que Damien no se opondría al contrario, le felicitaría pero le haría saber que tendría que arreglar las cosas con Marlene. Alexa estaría feliz pero a la ves triste por Marlene, vaya embrollo.

— Si tu quieres que se lo diga –respondió–

Observo que el bosque ya estaba en su mayoría cubierto por la nieve pura e inmaculada, las hojas verdes cubiertas por escarchas y unos cuantos carámbanos de hielo colgando.

3° La Luz de Mi OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora