Me encuentro en Coffe's Paradise, con la mirada sobre mi pequeña taza de café. No sé qué me faltó para mantenerme allí. Amaba mi trabajo, y ganaba lo suficiente como para mantener a papá y a mí. Es hora de llegar a casa, y no sé qué voy a decirle a papá, tampoco cómo voy a explicarle que no tenemos para comer. Bueno, exagero un poco porque tengo unos cuántos ahorros en mi cerdito de porcelana. Creo que es tiempo de quitarle la vida y tomar prestados sus verdes órganos.
Alzo la mirada y al encontrarme con la pastelería de en frente cerrando ya, recuerdo que por la mañana le prometí a papá un pastel. De mi rosada billetera saco el dinero y se lo cancelo a la joven que anteriormente había llamado para pagar lo que debía por ese café que por cierto me sacó un ojo de la cara.
Rápidamente me levanto del blanco y delicado asiento, cogiendo a la vez mi caja y cruzo con paso apresurado, aprovechando que está la verde silueta de chico señalando que puedo pasar.
— ¡Hey, hey! ¡No cierres, no cierres! —suplico con la voz agotada.
— Lo siento señorita, pero mis órdenes son que cierre a las ocho en punto.
Dice un chico que aparenta tener 18 años. Le da un leve parecido a un joven modelo que vi una vez en una revista de..., no recuerdo el nombre. Pero era una revista de adolescentes..., algo que yo dejé de ver hace mucho. Voy camino a los 30 y sigo solterona y con ocho gatos.
Bueno, lo de los gatos es mentira, pero puedo ver en mi futuro más de diez. Creo que la señora loca de Los Simpson quedará muy chiquita a mi lado.Suspiro cerrando los ojos y relamo mis labios. Al abrirlos, encuentro al chico con su mirada fija en mí.
— Sólo porque sus bonitos y enormes, (en serio, enormes) ojos me lo piden, le permitiré entrar.
Se echa a reír y de pronto siento una chispa de emoción invadir mi ser y ríotambién levemente. Quisiera dar leves saltitos en este mismo momento, pero me contengo y mantengo una sonrisa sobre mis labios, mientras entro por la única puerta que queda abierta y veo un último pastel de chocolate que queda en la máquina. Una nueva sonrisa aparece sobre mis labios, puesto que el pastel de chocolate es mi preferido, papá solía comprarme cuando era pequeña. Recuerdo que comía hasta tener el ombligo afuera.
Mientras del bolso saco dinero, el chico envuelve mi pastel en una caja blanca. Posteriormente alzo la mirada para así entregárselo al chico, quien al parecer terminó y ahora se concentra en mirar mis ojos otra vez. Alzo una ceja y le dedico luego una sonrisa amplia.— Muchas gracias, de verdad.
— El servicio al cliente es lo primordial para nosotros.
Me responde él y vuelvo a agradecerle. Por fin me sucede algo bueno. Guardo el Iron man que sobresale de mi caja en mi bolso, y sobre la caja pongo la caja que contiene el pastel. Salgo de la tienda por la puerta que parece ser estrecha ante tanta carga que llevo. Y para mi desgracia, una vez más se presenta la mala suerte en mi vida. Una pequeña gota de agua cae sobre mi cabeza, y veo cómo las cajas empiezan a llenarse de diminutas gotitas. Lo peor de todo esto es que mi Ford Capri se encuentra a unas cuadras de aquí..., tres para ser exacta y no tengo ningún paraguas cerca, ni mucho menos a mano.
Intento caminar rápido, pero estoy agotada. Mi cabello pesa al igual que mis prendas, ya que en este mismo momento ambas cosas se encuentran húmedas. Más que húmedas, mojadas y mucho.
Después de una larga caminata, puedo distinguir a lo lejos el estacionamiento, al cual está entrando una grúa. ¿Habrán chocado al pesado de la mañana? No le deseo el mal, de corazón, pero ojalá que sí. Ya me gustaría verlo lloriqueando por ahí como la niñita que es. Río para mis adentros y muerdo mi labio inferior, evitando dejar escapar alguna risita. Aunque aquellas ganas de reír desaparecen en el momento que veo mi bebé ser arrastrado por esa estúpida grúa. Sin pensarlo siquiera me encuentro corriendo como una loca por la acera y rápidamente dejo las cajas delante del estacionamiento, para así continuar corriendo detrás de la gran máquina.— ¡Pare! ¡Eh, señor!
Respiro con dificultad y apenas puedo coger el aire necesario, pero necesito correr más rápido. Éste hombrecito no se saldrá con la suya. Empiezo a trotar ahora al lado de la grúa, puesto que está reduciendo la velocidad porque el semáforo cambió a rojo.
— ¡Señor! —Insisto—¡Respóndame!
Le grito y empiezo a golpear una de sus ruedas. Alzo las manos luego para que me vea y el calvo hombre que aparenta tener entre cuarenta o cuarenta y cinco años voltea su mirada hacia mí, ríe y deja ver su amarillenta dentadura. Se está burlando de mí y no va a detenerse a hablar conmigo. Él avanza y yo dejo caer mis brazos a los costados de mis caderas, derrotada.
A mis espaldas oigo diferentes bocinas de autos y una multitud que furiosamente me dice que me aparte de ahí. Cabizbaja obedezco y camino hasta mis cajas que en este momento son el baño de Tom, el perro que suele vagar estos sectores. Quiero llorar. Siento ya un nudo en mi garganta que a gritos me pide explotar en llanto. Desearía estar en casa y poder esconder mi rostro entre mis manos, llorar, patalear y romper todo lo que encuentre a mi camino. E incluso golpear la perfecta cara de Ferrer.
— Buenas tardes, señorita.
Una voz masculina interrumpe mis pensamientos y cuando voy a responder, me doy cuenta que esa voz ya la había escuchado antes. Y entonces a mi mente viene el recuerdo de esta mañana, cuando conocí al hombre que hace un minuto atrás quería romper la cara. Suspiro, intentando contener mis lágrimas pero se me hace imposible y una termina arrancando por mi mejilla. No respondo y cojo mis pertenencias, para así avanzar e ir a llamar un taxi en un lugar sin lluvia.
Después de dos manzanas puedo encontrar por fin un lugar donde buscar mi móvil. Debajo de un arbolito. Dejo las cajas en el mojado pavimento y deslizo mi húmeda mano por el bolsillo de mi chaqueta. Nada. Esto no puede estar sucediéndome, no, no y no. Cierro fuertemente los ojos y me hinco, intentando buscar alguna otra salida a mi problema, pero no hallo y me frustro más. Empiezo a sollozar y cubro mi rostro con ambas manos. La gente sigue pasando por mi lado y los vehículos siguen deslizándose por la fría y resbaladiza calle. Escucho uno que otro auto aparcando delante de esta acera, y a mi mente viene la imagen de mucha gente a mi alrededor riéndose de mí. De pronto siento una cálida y fuerte mano cogerme del brazo, que con delicadeza me hace levantar. Es Ferrer.
— Permíteme llevarte a tu casa.
![](https://img.wattpad.com/cover/81034134-288-k743350.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Unexpected.
RomanceAmanda tenía una vida como cualquier otra mujer en la tierra. Tenía un trabajo normal, una casa normal, un sueldo decente y un padre que cuidaba de ella, a pesar de ser ya adulta. Pero su vida tuvo un cambio drástico en el momento que a John, su pad...