Capitulo 3

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En donde se juega a las escondidas, se habla de la familia, y se inicia el juego. 


Volví al día siguiente, más temprano aun que el día anterior, pues mis padres habían salido y no había nada que me retuviera en casa. Me presente en la puerta de Gabriel vistiendo unos pantaloncillos cortos de mezclilla, sandalias primaverales y una blusa de tirantes de color amarillo como el sol, con mi cabello negro y lizo atado en una alta coleta. Él me abrió inmediatamente, como si me hubiese estado esperando, y me jaló de la mano sin esperar a que Mari se fuera porque esta vez había ido hasta allí yo sola.

—Hola Andy —dijo, sonriendo de oreja a oreja, luego se fue a sentar en la cama, en donde se cubrió los ojos con las manos y se puso a contar—Uno...dos...tres...

—¿Qué haces? —lo interrumpí.

—Cuento —contestó —cuatro...cinco...seis

—Ya sé que estás haciendo —me reí —pero ¿por qué?

—Creí que dijiste que te gustaba el juego de las escondidas....siete, ocho, nueve...

—Si— dije soltando una carcajada —pero no creí que quisieras jugar.

—Se te acaba el tiempo—me respondió, mirándome por entre sus dedos, pero siguió contando—diez...once...

—Pero sólo somos dos—repuse.

—Suficientes —dijo, volviéndose a cubrir los ojos—...doce, trece...

Entonces no pude evitar sentir cierta alegría creciendo dentro de mi pecho, en combinación con diversión, él era muy gracioso, e impredecible.

—De acuerdo —dije y él sonrió ampliamente, —jugaré, pero es injusto, tú conoces la casa mejor que yo.

—Te repito que llegue hace dos semanas, la conozco apenas mejor que tú. Apresúrate, sólo contaré hasta cien. Catorce... quince...dieciséis...

Salí corriendo hacia la puerta pero al llegar recordé algo de vital importancia.

—¿Cuál es el puerto seguro? —pregunté.

—¿El puerto seguro? —se interrumpió él. —¿Te refieres a la base?

Asentí.

—Que sea Mari— contestó rápidamente—si te encuentro pero llegas a ella antes que yo, tú ganas y tengo que contar otra vez.

—De acuerdo —dije y esta vez sí salí corriendo a toda velocidad del cuarto de Gabriel.

Corrí por el largo pasillo blanco mientras me llegaba el torrente de la voz de Gabriel contando en voz alta, y por lo que oía él estaba haciendo trampa, estaba contando con demasiada rapidez, lo que me hizo sentir el corazón acelerado, entonces me apresure a abrir puertas a lo loco, pero la mayoría están cerradas, entonces regresé todo el pasillo y me fui a la planta baja en donde entré en la inmaculada cocina, donde también predominaban las tonalidades claras, me metí detrás de la enorme mesa de desayuno que estaba en el centro, con altos bancos de aluminio. Me abracé las piernas y esperé.

Al cabo de los minutos escuché su voz.

—Antonia —dijo, llamando a alguien a quien yo no conocía. —¿Has visto a Andrea por aquí?

—¿La señorita que corría por los pasillos? —inquirió una mujer adulta, pero de voz dulce.

Gabriel rió.

—Sí, ella.

—Creo que corrió a la cocina.

—Gracias —contestó él, y sus pasos se hicieron más audibles aun.

El juego de GabrielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora