Capítulo 1

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En donde hay un vestido, un almuerzo y una mirada significativa.

—Ponte el maldito vestido —dijo mi madre, regresándome el vestido blanco de mangas abombadas que me había obligado a llevar ese día.

—Pero parezco idiota con él—dije, arrugándolo en mis manos. Era un vestido como para una niña de diez años. Todo soso.

—Tienes catorce años—continuó madre, como si hubiese escuchado lo que pensaba. —Puedes llevar un vestido como ese y te veras adorable.

—Yo no me quiero ver adorable—repliqué. Mi metro cincuenta ya me hacía parecer adorable con cualquier ropa que me pusiera, y no era exactamente lo que quería, quería verme linda, no adorable. De más edad, no más enana.

—Es un almuerzo importante para tu padre, —continuó ella— y llevarás lo que yo te diga que llevaras porque para eso soy tu madre. Ahora póntelo y no más reproches.

Al terminar de decir eso me dejó en la habitación, desnuda y con el vestido en las manos. Con un suspiro de resignación me dispuse aponérmelo, de cualquier modo no le ganaría en una pelea, ella buscaría la manera de hacerme ver lo tonta que era por discutir. Además tenía razón, aquel era un almuerzo muy importante para mi padre, pues era una invitación de su jefe, recién llegado a la ciudad por negocios, se quedaría solo dos semanas y nos había invitado a nosotros a comer con su familia, y eso, según mi padre, era una deferencia muy buena por su parte y no la desperdiciaríamos así nada más. La invitación era para el señor Corona y su familia, así que no había escapatoria para mí.

Me puse el vestido, los zapatos elegidos también por mi madre y me miré en el espejo. Terriblemente tonta. Con un suspiro de resignación salí de la habitación para encontrarme con mis padres en la estancia, ya listos para irnos. Padre con un lindo traje azul, algo desenfadado, y madre con un vestido no muy elegante de color azul claro. Seguro ella habría querido que no fuera primavera, pues habría podido llevar algo más presuntuoso, pero hacía calor, mucho calor, y sólo cabía llevar un vestido ligero.

Mi padre me abrazó cuando llegue a su lado, acunándome a su costado.

—No la abraces, —comentó mi madre, mientras le tomaba del brazo que tenia libre—es una caprichosa que no merece el cariño de nadie.

—Es mi hija—comentó él, guiñándome uno de sus ojos grises, idénticos a los míos, al igual que el cabello negro como el ébano. Mi padre y yo éramos como dos gotas de agua, y tan distintos de mi madre, seguro por ello que me llevaba tan mal con ella.

Salimos de la casa en donde se encontraba el patio interior y luego la entrada principal, en donde nos esperaba nuestro auto de primavera, uno de color blanco, bonito, que padre se enorgullecía de tener. El chofer nos abrió y yo subí primero, con ayuda de mi padre, luego mamá y al último él. El chofer cerró y nos dispusimos a irnos.

—Procura comportarte, Andrea—me dijo mamá, mirándome acusadoramente, cuando ya nos encontrábamos en el cómodo interior del auto —no se te ocurra hacer hoy un drama.

—No lo haré—dije.

Llegamos a la casa del jefe de mi padre, una casa moderna y completamente sofisticada de dos pisos, con paredes completas de cristales oscuros en la planta alta, y secciones de tonalidades blancas y cafés claras, algo extremadamente caro y distinto de nuestra casona elegante pero aburrida. Una empleada domestica nos condujo al comedor en donde ya nos esperaban de pie los anfitriones. El jefe de papá lo saludó efusivamente, tomando su mano con ambas de las suyas. Era un hombre blanco, alto y de abundante cabello blanco, tan blanco que ni se tomaba el tiempo de disimularlo, era como si en algún momento hubiese tenido el cabello muy claro, quizá rubio. Cuando terminó de saludar a papá éste nos presentó a ambas, entonces el hombre saludó con una sonrisa primero a mamá y a continuación a mí. Más tarde la esposa del sujeto nos saludó a madre y a mí. Ambos iban vestidos con elegancia pero de forma simple. La mujer que saludó a mi madre con un beso en la mejilla era realmente joven, seguro aún no había pasado de los treinta, quizá estaba rozando los cuarenta. Era hermosa, de piel morena clara, de cabello ligeramente rizado y largo.

El juego de GabrielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora