Cuatro

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Ya era de mañana.

Micaela tomaba el desayuno mientras completaba su tarea. Pues, no la había hecho, estaba tan atenta a su carta de amor que decidió dejar sus deberes para después y seguir escribiendo en esa hoja de papel.

Hoy es el día... hoy le voy a entregar esta carta...— se dijo la chica en su interior, pensando también en la expresión de asombro o disgusto que daría Luciana al recibirla. Iba a arriesgarse.

— ¡Apúrate que llegaras tarde!— le grito su madre, sacándola de sus alborotadas preguntas y teorías en su cabeza.

— ¡Ya!, ¡ya voy!— dijo alterada. Termino su té de un sorbo y comió su tostada a las apuradas; metió sus cuadernos con la tarea a medio hacer en la mochila y salió corriendo de allí.

(...)

En el camino a la escuela, se encontró con su mejor amiga. No pudo evitar sonreír y dirigirse a ella con la mayor naturalidad posible.

Su amiga se percató de su presencia y la saludo.

Luciana era tan delicada, hermosa, simple, amigable y sensible con los demás; y si quería podía ser lo más ignorante y orgullosa posible... pero no con ella. Luciana le había mostrado su lado bueno y despistado a lo largo de esos años de amistad. Y quien diría... Micaela empezó a gustar de su mejor amiga mientras eso. Aquellos sentimientos surgieron desconocidamente, pero fueron los más intensos y estables dentro de todo.

Muchas personas estaban en desacuerdo con este tipo de relaciones.

Lesbianas era la palabra con las que se las identificaba.

Micaela no le veía nada de malo serlo. Siempre se decía que no importaba el género, si había amor, había amor.

Por otro lado, tenía miedo a ser rechazada... no, no por la sociedad ni nada por el estilo, si no por Luciana.

Era algo difícil su situación.

Se iba arriesgar, si eso significaba también perder todo contacto con ella por ser "diferente". Al menos, tampoco esperaría toda su vida si ese sentimiento no era correspondido. Sabría la respuesta si eso pasaba.

― Hey... ¿Te encuentras bien?― resonó en sus oídos su cálida voz.

― Estoy bien Luci...― respondió suave. Luciana al escucharla así, le dedicó una mirada adorable.

― Dime...― volvió a hablar.

― ¿Si?, ¿qué pasa?

― Hm...

― ¿Mica?

― Haz pensado... alguna vez en volverte... ¿lesbiana?

¡Pero que mierda dijiste Micaela!

― ¿Yo?― dijo sorprendida― Pues... no, no lo creo.

Qué golpe, Dios.

― Ah... ya veo...

― ¿Por qué lo preguntas?

― No nada, fue solo por curiosidad...

― ¿Curiosidad?

― Solo... solo eso.

― Ya veo... pues, entonces ya tienes mi respuesta― dijo con una sonrisa.

El ambiente estaba por definirse incomodo, hasta que Luciana la tomo de la mano y entrelazo sus dedos con los de su amiga.

Micaela se sorprendió ante ese gesto, quien entendía a aquella chica.

Siguieron caminando para la escuela, sin soltarse y con un leve sonrojo por parte de Micaela.

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