Sueños

Siete

— ¡Micaela! — gritaba su madre al otro lado de la puerta— ¡Levántate, tienes que ir al colegio!

— No tengo ganas. — contestó fría y con un hilo en su voz. Había estado llorando toda esa maldita noche qué no pudo conciliar el sueño. Estuvo despierta, sumida en sus pensamientos. Le había afectado, y mucho, y se arrepentía de haberse declarado a su amor imposible.

— ¿No tienes ganas? — preguntó la mujer, esperando una respuesta de la joven. Pero no consiguió nada, solo silencio entre ambas.

¿Cómo diablos iba a explicarle?, ¿la regañará por haber sentido atracción por una chica?, ¿por entregarle una misera carta de amor?, ¿por besarla?... y entonces volvió a recordar aquella escena que la partió en mil pedazos. Volvió a sentir un dolor punzante en su pecho.

— ¿Por qué no quieres ir al colegio? — volvió a preguntar la mamá.

— Sólo no quiero ir... no me siento muy bien, mañana ya estaré mejor; lo prometo. — esta vez, hizo qué su voz sonara un poco más tranquila, cosa qué se suponía ser buena señal.

— ¿Estás enferma acaso? — preguntó, cómo sí aquella respuesta no le bastara.

— No mamá... no es eso. — contestó algo molesta desde su cama.

— ¿Entonces qué es?

— Mamá, ya te dije qué... — justo cuándo iba a decir algo más, Micaela había sido interrumpida por el sonido del timbre de la casa. Oyó las pisadas de su madre hasta la puerta de entrada y cómo sí el Karma en ese instante la odiara; escuchó a su madre llamarla desde arriba.

— ¿Puedes bajar un momento, cariño?

— ¿Qué pasa? — gritó sin ganas mientras se levantaba de su cama y abría la puerta de su habitación. Salió y asomó su cabeza sobre la barandilla de la escalera. Sus ojos estaban fijos y se cristalizaron en un instante.
Su pecho volvió a hacerle presión y sintió su respiración cada vez más acelerada.

Cómo se arrepentía de haber hecho semejante cosa.