Capítulo 6 (Parte 1)

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Un gran problema.

—¡¿ME ESTÁS DICIENDO QUE NO USASTE CONDÓN?!—Estaba furiosa, porque eso era claramente lo que me estaba diciendo.

Maldición.

—Lo siento, no estaba en mis planes acostarme esta noche con alguien que no fuese Kara o Jal—No sabía quiénes eran, pero probablemente eran sus amigas con derechos—. ¡Ellas sí usan píldoras!

—Bueno, ¡ése no es mi maldito problema!—grité.

—¡Oh! ¡Discúlpeme Condesa del Bien y el Mal por no traer un dispensario de condones conmigo las veinticuatro horas!

Estábamos discutiendo como una pareja de casados, lo cuál era un poco irónico. Nos gritábamos el uno al otro lo irresponsables que habíamos sido la noche anterior, dentro de su auto. Más vale que al policía vecinal no nos interceptara y mucho menos la señora Hernández. La señora Hernández era mil veces peor que el FBI incluso. Aunque mi padre nunca había tenido mi custodia antes, sí me había obligado a quedarme con él mínimo dos semanas durante las vacaciones de verano. Le lloraba a mi madre para que me enviase a campamentos lejos o cualquier cosa, pero su respuesta siempre era que no nos convenía meternos con los abogados de mi padre. Hasta ahí todo estaba bien, pues él no estaba casado con Chloe aún.

Allí apareció la señora Hernández, regando su jardín. Las de servicio me dijeron que ella y su esposo se habían mudado de España hace unos años, pero cuando él murió se dedicaba únicamente a buscar chisme.

Ella me podía aventar directo a la boca del diablo si nos veía discutir, así que opté por callar de una vez a Hayden.

—¡Hayden ya basta! ¡Tenemos que buscar una solución! No puedo quedar embarazada, ¿dónde quedan mis planes universitarios y la maestría?

—Pues...¿quieres que te dé para el aborto?—lo miré. ¿Esto parecía una maldita broma para él? Al ver su mirada seria, no pude evitar que mi mano se dirigiera hasta mi frente en una fuerte palmada.

—¿Ése es tu gran plan, un aborto? ¿Y qué haré en educación física? Lo notarán.

—Estoy seguro de que una cicatriz o tu poca habilidad para ser deportista no importará mucho. ¿Prefieres una barriga del tamaño de una pelota de básquetbol? Porque una faja de las que anuncian en televisión no servirá—Él tenía razón, un aborto podría salvarme, pero seguía siendo laborioso. Alguien lo notaría, en cualquier momento. Entonces, la solución vino de repente hasta mí. La pastilla del día después.

Salí del auto con la mirada perdida, Hayden no sabía lo que tenía planeado obviamente. Caminé hasta su puerta y la abrí para luego indicarle que saliera y dudoso, me obedeció. Entré en el asiento del conductor ahora vacío y prendí el motor, lista para irme.

—¡Hey! ¿Qué estás haciendo?—me preguntó Hayden angustiado, por su auto obviamente.

—Tengo que ir a la farmacia, estoy segura de que puedes tomar el autobús. Tranquilo, lo devolveré.

La puerta del copiloto se abrió y Hayden entró. Se abrochó el cinturón y me miró fijamente.

—Ni creas que dejaré que te lleves a mi auto así como así. Voy contigo.

Ante sus palabras, sonreí y di un fuerte arrancón fuera del fraccionamiento, para cuando la señora Hernández se fijara por la ventana yo ya habría desaparecido.

Miss PillsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora