Antonio Ferrao de Albuquerque

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Portugal... corría el año 1955 cuando una mañana llegó una carta, la carta de llamada; era su padre, quien ya hacía seis años había partido hacia Argentina buscando un futuro mejor.

De inmediato comenzó a preparar sus papeles para así partir. Después de seis meses el día había llegado. Por la mañana se despidió de sus hermanos, su madre y sus abuelos (a quienes no volvería a ver más...).

Partió de su pueblo sólo con su maleta y sin mirar hacia atrás, llegó a la estación de trenes distante once kilómetros. A lo lejos venia llegando el tren (del cual lo único que veía desde su pueblo era el humo que salía desde su chimenea...) y comenzó el viaje, nuevos pueblos, paisajes, un nuevo mundo, hasta llegar a la gran ciudad, Lisboa.

En el puerto ya estaba amarrado un enorme barco, "Louis Lumiere", en el cual estaban subiendo cientos de personas, cientos de sueños, todos apurados para subir como si no hubiera más lugar. Bajó hasta tercera clase, buscando su camarote, que era compartido con desconocidos. De pronto se oyó la bocina del barco... era la señal..., subió a la cubierta para despedirse de su Portugal.

Después de varios días en el Océano Atlántico el barco pasó por un temporal de lluvia y viento. No tenían permitido subir a la cubierta ya que las olas pasaban sobre el barco, parecía un sube y baja, tenía miedo y juró que si llegaba a destino núnca más subiría a un barco. Al día siguiente era su cumpleaños número diecisés, y estaba solo; su regalo fue... el mar calmo y un sol brillante. Días más tarde se veía la costa de Brasil. Ya estaba cerca. Antes de llegar a Buenos Aires se detuvo el barco en Montevideo, Uruguay. El inconveniente era un golpe militar tras derrocar un gobierno democrático en Argentina, al que llamaron "la revolución libertadora".

Su padre estaba en el puerto de Buenos Aires esperando el barco que no llegó. Tuvo que refugiarse en las estaciones de subte de los bombardeos aéreos sobre la Casa de Gobierno y Plaza de Mayo.

Al día siguiente llegó el barco con todos los inmigrantes. El padre buscaba a su hijo con desesperación y ansia, pero no lo reconocería ya que la última vez que lo vió era un niño de nueve años y en ese momento tenía diecisés. Antonio sí conoció a su padre y corrió a abrazarlo después de tantos años.

José Antonio de Albuquerque

PORTUGAL QUERIDO / historias de inmigrantes portuguesesOnde histórias criam vida. Descubra agora