7/ Un músico, una rosa y una reina

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Mi padre, José da Rosa Costa, nació en Portugal en la ciudad de Drraês en la provincia de Minho en el año 1906.

Con veintitrés años en el año 1929 llega a Argentina, en el primero de sus viajes, trayendo consigo muy pocas cosas materiales pero muchas ilusiones.

Se desempeñó en varias iglesias porteñas, como ayudante del sacerdote y en el seminario. Emprendió varios negocios, siempre tratando de salir adelante, pero sin olvidar su gran pasión, "la música". Gracias a ella ha podido recorrer nuestro país, brindando su arte e integrando algunas orquestas, principalmente de tango en las que se destacó con el contrabajo, el trombón y en sus últimos tiempos el bajo eléctrico, tocando y componiendo varias de las obras que noche a noche brindaba con los músicos que lo han acompañado.

Era un apasionado de la música, "de la buena música" como consideraba, ya no de los nuevos tiempos que vendrían posterioes a los años '60, para los que tenia una peculiar categorización.

Tiempo después llegan al país mi tía Rosa y mi tío Antonio, quien compartía este amor la música por con su hermano. (ellos eran hermanos menores de mi padre, ya que el fue el hijo mayor de los Da Costa).

En el año 1951 viajó a Portugal a visitar a la familia. En el pueblo se encontró con uno de mis tíos (maternos) y éste le pidió que antes de volver a la Argentina pasara por su casa que tenia unos regalos para enviarle a Rosa que estaba trabajando en la capital, a lo cual mi padre accedió gustoso. Cuando llego a Lisboa (unos días antes de embarcar) le llevó los regalos que le enviaba la familia a mi futura madre. Así se conocieron y se gustaron, se vieron algunas veces más, mientras él esperaba el día del regreso. Mi papá volvió a la Argentina y siguieron su romance por cartas, hasta que él le propuso matrimonio. La inmigración ya había cerrado y como no tenía familiares que la recibieran en Argentina no podía radicarse en el país; por eso optaron por el casamiento por carta poder. De esa manera sí podría viajar y radicarse, tenía un marido que la estaba esperando. Aquí realizaron la ceremonia religiosa; todos los que asistieron a la boda eran paisanos o parientes de la esposa de mi tío Antonio, (mi tía Ana que es argentina, hija de portugueses), gente que mi madre no conocía y se sentía muy extraña. Con el correr del tiempo esas personas pasaron a ser su familia; ya que sus padres y hermanos estaban tan lejos, ellos le dieron la contención y el cariño que necesitaba.

Mi hermana y yo nacimos en Buenos Aires. Ellos trabajaron y se sacrificaron mucho por nuestra educación, nos enseñaron muchos valores, como el respeto a la vida, a la familia, al trabajo, valorar lo que tenemos, amar nuestras raíces. Recuerdo a mi padre cuando llegaba de trabajar, por las tardes, sentarse a nuestro lado a enseñarnos a leer y a escribir, mientras mamá cebaba mate (se acriollaron bastante). Nos decían que teníamos que aprovechar la oportunidad de estudiar, para lograr un mejor futuro sin tantos sacrificios como los que ellos tuvieron que hacer.

Recuerdo a mi madre, preparando conservas dulces o saladas para guardar para los inviernos, y a mi padre cultivando la tierra, o cuidando de las aves que teníamos, para que nunca faltara el alimento en nuestro hogar, costumbres que trajeron de sus familias.

Papá como músico colaboró muchos años con la banda Coimbra del Club Portugués de Isidro Casanova. Lo acompañamos muchas veces cuando se realizaban las fiestas de la virgen de Fátima o alguna otra celebración portuguesa.

El tocaba instrumentos de viento (en su pueblo natal también era músico de la banda local), hacia arreglos en las partituras, y también como profesor preparo algunos músicos dándoles clases.

Así es como aprendimos canciones populares, conocimos las vestimentas típicas, los bailes que hacen a la cultura portuguesa.

Lo que más recuerdo es la fiesta de Pascua; era una tradición, al estilo portugués, donde se reunían en una casa varias familias, se elaboraban comidas típicas, como el bacalao, cerdo asado, arroz con gallina, y otras exquisiteces. Los adultos bebían vino de uva que preparaba el dueño de casa. Esta celebración comenzaba después de la misa pascual. Cada uno llegaba trayendo alguna confitura para el postre o algo para beber.

Estas familias eran todas del mismo pueblo o de pueblos vecinos, hablaban de su terruño y de las novedades que cada uno tenia, de sus seres queridos (las comunicaciones eran por carta y bastante lentas). Se reunían como si fueran todos integrantes de una misma familia; nosotras crecimos creyendo que eran nuestros tíos, abuelos o primos y así lo sentimos al día de hoy.

También era común reunirnos para la Nochebuena. Ningún paisano tenía que quedarse solo. Siempre había un lugar.

Todos los 30 de agosto, día de Santa Rosa, acostumbramos festejar el santo de mi madre. Cuando éramos chicas se realizaba una gran fiesta en casa, hoy en día también, pero lamentablemente hay muchas personas que ya no están y quedamos las hijas, yernos, nietas, nietos, bisnieto, la familia que ellos formaron y que se va agrandando.

Me unen al Centro Patria Portuguesa recuerdos muy entrañables de mi adolescencia. Allí iba con mi familia a festejar los carnavales; mi tío Antonio Da Costa colaboraba con el club. En el año 1968 fui con ellos y otros amigos a bailar, y sin que yo supiera me anotaron para la elección de la reina del club. Mi sorpresa fue muy grande cuando me llamaron para presentarme en el escenario (me dio un ataque de vergüenza y no sabia donde esconderme...!) El publico era el que elegia. Me senti muy halagada al oir los aplausos que recibía, pero mayor fue mi asombro cuando me nombraron como la reina del club!

Quedé maravillada cuando recibí una carta del club donde me invitaban a un almuerzo en mi honor y donde iba a ser coronada (cosa que jamás sucedió y nunca supe por qué, no recibí ni corona ni ningún otro tipo de atributo). Me ubicaron en la mesa principal junto a las autoridades del club y al sr. Cónsul y su esposa. Yo tenía catorce años y no lo podía creer! Por supuesto de los nervios no pude probar bocado. Me regalaron un collar, que aún hoy conservo y una foto donde estoy junto a las princesas. Son el recuerdo que me quedó de una noche mágica...

No quiero extenderme en mis relatos, pero estoy tan orgullosa de la familia y los recuerdos que tengo, que no sé cuáles elegir.

Mis padres nos legaron el amor a Portugal, a su pueblo, sus costumbres, el valor de la amistad y la familia, que a veces no importan los lazos sanguíneos. También los amigos que elegimos pasan a ser familia cuando los nuestros están tan lejos.

Ana Beatriz Da Rosa Costa

PORTUGAL QUERIDO / historias de inmigrantes portuguesesOnde histórias criam vida. Descubra agora