CAPITULO 4.

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Narrador POV:

Caspian se encontraba tumbado en una cama con una venda enrollada alrededor de su cabeza. De repente abrió sus ojos y miró a su alrededor desorientado mientras se recomponía y quitaba el vendaje de su cabeza, escuchando unas voces en el fondo.

Se levantó rápidamente de la cama y se situó detrás de una de las paredes para poder escuchar mejor todo lo que decían aquellas voces. En ese momento se dio cuenta de que aquellas voces hablaban de él.

— Trumpkin sabía lo que hacía. No es culpa del chico. — dijo una voz más tranquila.

Él en ese momento salió de su escondite e intentó coger la espada, pero el enano que estaba sentado en la pequeña mesita fue más rápido y le bloqueó el paso. Caspian rápidamente se giró y cogió el espetón que tenía a su izquierda, al lado de la chimenea encendida, y comenzaron a pelear entre los dos, recibiendo el primer golpe del enano.

— ¡Eh, eh! Quieto, quieto. Parad, parad. No, ¡no! — exclamó Buscatrufas mientras veía como Caspian y el enano peleaban.

— Debimos matarle cuando tuvimos la oportunidad. — habló bruscamente el enano mirando con enojo a Caspian mientras mantenía la espada en alto, apuntándolo con ella.

— ¡Sabes muy bien que no podemos! — le contestó Buscatrufas señalando a Nikabrik.

— Si se admiten votos, yo voto por él. — dijo Caspian alterado.

— Ya no puede irse, ¡nos ha visto! — gritó Nikabrik volviendo a atacar al Príncipe.

—¡Basta Nikabrik! ¿Quieres estropearlo todo? — exclamó Buscatrufas enfadado recibiendo una mirada un tanto culpable y enojada del enano, y luego se dirigió hacia Caspian mientras recogía el bol con la sopa que se le había caído. — Y tú... mira lo que has provocado. Llevo toda la mañana haciéndola.

— ¿Qué es lo que sois? — preguntó extrañado Caspian sin mover ni un músculo de la pequeña escalera con la que se había tropezado.

— ¿Sabes? Tiene gracia la preguntita, já, ni que fuera tan difícil reconocer a un tejón. — contestó sarcástico Buscatrufas, el cual ordenaba todo el desastre causado por aquella pelea.

— No, no, pregunto... — hizo una pausa y dirigió su mirada hacia el enano que estaba delante suya. — si sois narnianos. Se supone que os habéis extinguido.

— Já, siento decepcionarte. — le contestó Nikabrik con un tono sarcástico y asqueado mientras se volvía a sentar en la mesita.

— Aquí tienes, está caliente. — le dijo Buscatrufas con una voz más cálida al Príncipe poniéndole otro bol con sopa en la mesita.

— ¿Desde cuando damos cobijo a soldados telmarinos? — preguntó Nikabrik mirando seriamente al tejón.

— No soy un soldado. — habló rápidamente Caspian levantándose del suelo. — Soy el Príncipe Caspian... el Décimo.

— ¿Y... qué haces aquí? — cuestionó Nikabrik sin comprender el motivo de la presencia del Príncipe en aquel lugar.

— Escapar. — contestó Caspian bajando la mirada, el enano y el tejó se miraron entre ellos apenados por lo que habían escuchado. — Mi tío siempre ha querido el trono. Supongo que... si he vivido tanto será porque no tenía un heredero todavía. — siguió explicando mientras dejaba el espetón en su lugar, al lado de la chimenea.

Las Crónicas De Narnia: El Príncipe CaspianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora