El viaje

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Todo había pasado tan rápido, Will había pronunciado palabras que lo degradaban a querer sentir placer como una mujer, tenía que hablar con su erástes y aclarar todo esto. Por su culpa ya no habían podido ir a pescar, era demasiado tarde para eso ya pero al día siguiente irían de pesca. Will bajo las escaleras de la casa señorial y llegó al comedor. En el centro estaba una mesa larga llena en su totalidad de platillos, bebidas, postres, frutas, dulces y al final en la cabecera su maestro. Will tomó asiento al otro lado de la mesa y tomó una copa de vino.

-¿Qué sucede Will? Te noto un tanto molesto o inquieto- el ardor del vino hizo que se ahogara y su garganta le molestara.

-Si estamos solos en la isla ¿quién prepara todo esto?- Hannibal arqueo la ceja

-Will, detrás de esta isla hay otra donde está la casa de los sirvientes. Viene cada cuatro horas a preparar nuestros alimentos y Hesper sabe cuándo la llamo- le sonrió y degusto la carne que tenía en su tenedor- Pero eso no es lo que te inquieta ¿verdad?- el moreno abrió la boca para responder- Pero antes de que me respondas, he venido a esta isla para demostrarte mi confianza y que todo lo que te he dicho ahora es verdad y ver qué es lo que nos depara el futuro Will.

-Oh yo...es más o menos por ese camino Maestro- agacho la mirada y apretó sus manos sobre su regazo

-Hannibal, Will, por este fin de semana dejemos las formalidades y hablemos de hombre a hombre, no de maestro a discípulo- Will rápidamente levanto su mirada sonrojado y sorprendido. Dioses necesitaba más oxígeno.

- Hannibal, hace unas semanas atrás tú...tú me tocaste eso, eso es normal entre erástes y un erómeno pero no es normal ni bien visto lo que mencione en ese momento. Quiero disculparme fue el calor, no quiero que tengas esas idea errónea de mí. El compararme con una mujer y ser un...pasivo. Y que quiero todo lo demás...solo fue el momento...- Hannibal se puso de pie y camino hasta donde estaba su alumno temblando, se colocó de tras de él y puso sus manos sobre sus hombros, Will pego un brinquito y su respiración se detuvo.

-Will, respeto las leyes de los hombres y delante de sus ojos las cumplo, no estoy forjado como todos los atenienses ni romanos. Lo que pase dentro las cuatro paredes de mi casa, se queda en mi casa, tengo una forma de pensar muy diferente a nuestros tabúes modernos. Y sé que ese día hablase sinceramente y con la verdad, deseas con toda tu alma que yo haga realidad todos tus apetitos prohibidos y que los satisfaga hasta perder la razón, llamando un nombre.

-Yo...no sé qué decir ¿qué pasa si alguien se entera?- Hannibal se agacho y su aliento rozo la piel de gallina de Will.

-No digas nada, solo hazlo. Lo que pasa en mi casa, nunca nadie lo sabe ¿por qué crees que nadie sabía de mí ni sabe tanto de mí? Es todo un desafío pero tengo el poder suficiente para hacerlo real- Will temblaba bajo el toque y el aliento de su maestro.

-Confió y creo en usted maestro, gracias por aceptar y entender- Hannibal rozó con su nariz el cuello perfumado de su compañero.

-¿Tienes el regalo que te deje antes de partir?- Will se sorprendió por la voz ronca de su maestro, y su polla reacciono a la vibración de la voz.

-S...Sí ¿quiere que me lo ponga?- Hannibal deslizo sus manos hasta los antebrazos de la silla y al imaginar a Will con su regalo apretó el cuero del asiento con todas sus fuerzas para contenerse.

-Hannibal...Will, entiende...- Will vio las manos blancas de su maestro por la presión.

-Hannibal ¿quieres que lo use?- el rubio cerró los ojos y curvo sus labios en una sonrisa ladina.

Maestro y Discípulo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora