El pago de la deuda

869 78 9
                                    

Hace veinte años atrás...

Hannibal conversaba con los otros erástes fuera de la Academia, los erómenos conversaban entre ellos al otro lado de la calle, debajo de los árboles.

Un alboroto distrajo al círculo donde Hannibal compartía sus conocimientos y experiencias; miro por encima del hombro de sus compañeros y pudo ver a un joven en medio de otros, quienes le hacían burla de buena manera.

-Disculpen señores ¿saben quién es ese alumno?- los otros erástes giraron sobre sus talones y rieron muy bajo

-Oh sí, es Graham, pero ningún maestro puede con su paso o a él le agradan los maestros quienes lo ha cortejado. Es todo un reto ese alumno- eso despertó la curiosidad en Hannibal quien busco la manera de poder llegar a él.

Observando y estudiando al alumno pudo darse cuenta que Graham era un joven libre, amaba la naturaleza y no tener ninguna atadura para poder ir y hacer lo que se le viniese en gana. Poco a poco se acercó a él hasta convertirse en un amigo dando lugar poco a poco a la tutoría. Hannibal compartía su conocimiento hacía él pero sin establecer la relación erástes-erómeno aún, así Graham seguía con su ritmo de vida solamente con sesiones de aprendizaje.

Algunos meses pasaron y Graham accedió a que Hannibal fuera su Maestro. Hannibal estaba feliz por poder tener a esa criatura única y hermosa. Alto, delgado, su cabello castaño oscuro y rizado, esos ojos color verdes, su piel pálida como el mármol, una cintura pequeña y unas largas piernas.

Durante todo este tiempo, la relación era muy estrecha. Graham le contaba todo y confiaba en el plenamente, pasaban horas platicando pero nunca se había tocado el tema de algo más íntimo ni siquiera alguna mención para tomar ese tema. Hannibal pensaba que su alumno era tímido en esos temas o muy reservado.

-Vaya, vaya, así que Hannibal el hijo preferido tiene un nuevo juguete- el rubio lo miro enojado, era Matthew

-¿Qué quieres Céfiro? ¿A qué has venido?- Céfiro tomo una manzana y la mordió

-A nada hermano, solamente qué también quiero jugar con tu juguete nuevo. Con tu capricho, después de todo tenemos el mismo padre y somos compartidos ¿no?-

-¡No te atrevas a interferir, ni hacerle daño, sino yo, juro que te mataré con mis manos!-

-Inmortalidad, nuestra maldición, recuerda. Lástima que tú...bueno, hasta luego- le guiño el ojo y desapareció.

Se celebraba las Dionisias Rurales donde todo el pueblo celebraba con ritos y puestas en escenas dramáticas en honor al Dios. Graham como cualquier otro joven amaba las fiestas; el maestro sabía que su erómeno estaría ausente los días que tomaba la festividad, solamente la condición de llegar a casa para reportarse de que estaba bien era lo que Hannibal le había pedido.

El último día de las fiestas Graham no se había reportado, su maestro estaba angustiado pero no podía dejar que sus sirvientes y los vecinos se dieran cuenta de ello. Con el Sol entrando por las ventas la desesperación se apoderaba más y más de él; alistándose para salir a buscar a su desobediente alumno, Graham entró a la casa.

-¿Qué sucedió? ¿Por qué no habías venido?- pero el joven ignoro el regaño de su maestro, pasando por largo delante de él, con una sonrisa en su cara y sus ojos abiertos de par en par como si hubiera encontrado un tesoro y así había sido. Graham se detuvo en seco y de repente giró para ver a su maestro con esa sonrisa.

-¡Maestro! ¡Le he encontrado!- Hannibal arqueo la ceja y se quitó su capa

-¿De qué hablas? ¿Qué sucede?- Graham paso sus manos por sus cabello, balbuceaba pero no dejaba de sonreír y de creer lo que había sucedido

Maestro y Discípulo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora