II

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Estoy sentada en una sala oscura iluminada por un único foco sobre mí. Estoy atada de pies y manos a la silla y de mi cuerpo salen muchos cables que bombean líquidos al interior y otros captan la actividad eléctrica de mi corazón. En la boca y la nariz tengo una mascarilla que bombea CO2.

Oigo a gente hablar sobre mi pero no logro entender todo lo que dicen. Entiendo palabras sueltas como "monstruo", "peligrosa", "matar".

«¡Zeleama, corre!» ─Me grita alguien telepáticamente pero no es Miguel─ «¡Van a matarte! ¡Corre! ¡No puedes quedarte más tiempo, tienes que huir! ¡Corre!»

Varias imágenes pasan frente a mí a toda velocidad y la mayoría son imágenes de mi desangrándome corriendo por pasillos que no conozco del laboratorio perseguida por científicos que empuñan horribles armas ensangrentadas.

***

Abro los ojos de golpe y miro a mi alrededor. Estoy en mi habitación, tumbada en mi cama.

Me levanto a toda velocidad y voy corriendo hasta la habitación de Miguel. Por los pasillos casi a oscuras voy más rápido de lo que suelo ir a causa del miedo. Al llegar frente a la habitación de Miguel toco a la puerta pero nadie me abre, parece que está en un sueño profundo.

Alguien toca mi hombro por detrás y hace que me sobresalte. Al girarme compruebo que es el chico de la limpieza que ayudé esta mañana.

─Perdón, perdón... ─Me dice apartando su mano.─ No quería asustare. ¿Estás bien?

Sólo entonces soy consciente de mi respiración agitada y de que mis ojos están húmedos.

─Ha pasado algo muy raro. Estaba en una sala oscura rodeada de cables y alguien me gritaba que huyera, que iban a matarme y entonces...

─Uo, uo, uo... ¿Qué? ─Me dice interrumpiéndome y cogiéndome por los hombros.─ Más despacio. ¿Cuándo ha pasado eso?

─Justo antes de aparecer en mi cama. Pero tienes que ayudarme, me están siguiendo, yo...

Suelta un suspiro de alivio seguido de una pequeña risa burlona que interrumpe mi explicación.

─¿Se puede saber qué te hace gracia?

─¿Nunca has tenido una pesadilla? ─Me dice muy serio.─ No ha sido real, eso no ha pasado realmente ni va a pasar. Sólo ha sido un mal sueño.

«Así que esto son los sueños y las pesadillas.» ─Me digo a mi misma.

El chico me mira con incredulidad y asombro, parece que no termina de creerse que es la primera vez que tengo una pesadilla y me da vergüenza reconocer en voz alta que es el primer sueño que tengo en toda mi vida.

─Tranquila, no pasa nada. No importa. Los humanos tenemos sueños y pesadillas de continuo, la pena es que tu primera experiencia haya sido mala. También hay sueños buenos, como por ejemplo poder volar. También hay sueños húmedos.

─¿Sueños húmedos? ─ Pregunto extrañada.

─Si, em... Es igual, olvida eso. ─ Dice sonrojado.

Eso hace que me ría y él me sonríe de vuelta.

─Soy Marcos, pero me llaman Marc. ─Se presenta.

─Zeleama, y me llaman Zele.

Hay una pequeña pausa en la que los dos buscamos algo que decir y él parece algo incómodo con el silencio.

─Gracias por explicarme que no era real. ─Digo finalmente.

─No hay porque darlas.

─¿Qué haces por aquí a estas horas? ─En verdad no tenía ni idea de qué hora debía de ser, pero estaba claro que debía de ser tarde, ya que éramos los únicos en el pasillo.

─No puedo dormir, demasiada tranquilidad para mi gusto.

Me fijo en él y me doy cuenta de que también va en pijama y vuelve a llevar el pelo recogido en una coleta mal hecha.

─¿Quieres que demos un paseo? ─Continúa diciendo.

─Claro, no creo que pueda volver a dormirme.

Los dos empezamos a andar en dirección a mi habitación mientras charlamos tranquilamente. Al principio nos cuesta un poco encontrar un tema de conversación, pero poco a poco la conversación se vuelve más fluida y acabamos hablando un poco de todo.

Me cuenta que tiene veinticuatro años a pesar de aparentar veintiuno y que trabaja aquí como chico de la limpieza a pesar de tener unos increíbles estudios a causa de la mala situación en la que se encuentra el país. Muchas de las cosas que me cuenta no las termino de entender, pero guardo silencio y atiendo a todo lo que me dice.

─¿Te gusta este planeta? ─Me pregunta.

─Tampoco he visto otros, ni siquiera he podido ver con mis propios ojos cómo es este. Nunca he salido del laboratorio.

Se para en seco y me mira con asombro.

─¿Nunca has salido de aquí, ni has visto el sol, el cielo, las nubes, una flor, un insecto...?

─Una vez vi en persona una mantis religiosa que Miguel había conseguido colar en el laboratorio para enseñármela y otra vez encontré una araña en mi habitación. Pero todo lo demás que has nombrado lo he visto sólo en fotografías.

─No puede ser, me tienes que estar tomando el pelo... Ven.

Me coge de la mano y tira de mi en la dirección que veníamos andando hasta llegar a una puerta cerrada. Pasa por el lector de tarjetas la suya y la puerta se abre dejando a la vista un pasillo nuevo para mí. Sigue tirando de mi hasta llegar a un ascensor. Subimos a él y Marcos presiona el botón que está arriba del todo. Tras unos largos minutos de espera las puertas al fin se abren y dan a una gran sala de color blanco, como el laboratorio, pero esta tiene mesas, sillas y frente a mi hay un gran cristal que sustituye a la pared y da al exterior.

A través del cristal veo una gran explanada de color verde y a lo lejos despunta el sol y el cielo se tiñe de los maravillosos colores que he visto en fotografías.

─Creo que no debería estar aquí. Si nos pillan aquí a ti te despedirán y a mí me restringirán aún más mí supuesta libertad. ─Le digo sin apartar la vista de la preciosa escena que tiene lugar ante mí.

─No nos van a pillar aquí. Antes de que nadie se levante cada uno estaremos en nuestras respectivas habitaciones.

Decido creerle y sigo mirando hipnóticamente la salida del sol con él a mi lado.

─Creo que deberíamos irnos ya. ─Me dice Marcos cuando el sol ya está elevándose en el cielo.─ Algunos científicos vienen a desayunar aquí en unas horas y antes llegan los encargados de la cocina. Vamos.

Me coge de la mano y tira de mi hacia el ascensor. Volvemos a bajar en él hasta llegar a nuestra piso y me acompaña hasta mi habitación ya que la suya está de camino.

─Bueno... ─Me dice para alargar la despedida.─ Me ha gustado este rato que hemos compartido juntos.

─Yo también lo he disfrutado muchísimo. Muchas gracias por enseñarme un amanecer. ─Le digo muy sonriente y desbordante de felicidad.

─Espero que ahora puedas dormir bien. ─Me dice mientras responde a mi sonrisa con otra muy cálida.

─Gracias. Adiós.

─Adiós.

Cierro la puerta de mi habitación y me vuelvo a acostar en la cama con intención de volver a dormirme y recuperar un par de horas de sueño sin pesadillas.

La última crexjemonitaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora