Corría por los pasillos a toda prisa en dirección a la sala en la que tenían el meteorito. No me estaba permitida la entrada, pero había oído que había ocurrido un accidente y temo que se trate de Miguel.
Llego en un tiempo increíble frente a las puertas de la sala que, aunque estén cerradas, puedo oír las voces atareadas de todos los que están dentro, pero no la de Miguel.
Dudo un par de segundos sobre qué hacer y al final me decido por forzar la puerta. No me supone ningún problema ya que soy más fuerte que los humanos, más rápida y tengo todos los sentidos más desarrollados que los suyos. Todas mis capacidades están multiplicadas por veinte, por lo que muchas veces debo de tener especial cuidado.
─¿Papá? ─Grito nada más abro las puertas.
No sé por qué, pero cada vez que llamo a Miguel "papá" todos parecen sentirse incómodos, por lo que no suelo llamarle así delante de mucha gente.
─¡No puedes estar aquí, Zele! ─Me grita un científico que está más cerca de mí, Ángel.
─Yo puedo ayudar, sé que ha habido un accidente.
«Zeleama, debiste haberme preguntado» ─Me dice Miguel telepáticamente.─ «No debiste presentarte así.»
Miguel me contó que cuando consiguieron abrir la nave salieron disparados hacia él y hacia mí dos pequeñas piezas que se fusionaron a nuestro cuerpo y gracias a ellas nos podemos comunicar telepáticamente y Miguel me pudo educar en mi cultura natal.
«Menos mal que estás bien, papá. ¿Qué ha pasado?»
«El chico de la limpieza ha tropezado y ha caído dentro de la nave y esta se ha cerrado como al principio. Estamos intentando repetir lo que hicimos pero ya no funciona.»
«Dejadme ayudar, yo sí puedo abrirla.»
No hubo respuesta.
Me dirijo al centro de la sala, donde está la gran roca. Es la primera vez que la veo en persona, pero yo ya sabía cómo era por Miguel.
Nadie intenta detenerme, saben que sería en vano y también entienden que puedo ayudarles y necesitan mi ayuda.
Según me voy acercando voy sintiendo con más fuerza el calor del cuerpo humano encerrado en la nave. También me doy cuenta que el corazón le late con fuerza y a gran velocidad. Sin duda teme quedarse encerrado para siempre.
Una vez estoy frente a la nave recuerdo cómo me explicó papá que se abrían. Puse la mano sobre la inscripción que se confundía con una grieta y pensé en lo que quería que hiciese.
No tardó ni un segundo en abrirse y en dejar a la vista al joven atemorizado sentado en el centro de la nave. Era un chico bastante joven, de unos veintiún años, enfundado en un mono de trabajo color azul como el que llevaban todos los empleados de limpieza. Tenía el pelo largo recogido en una coleta alta que estaba medio deshecha. Temblaba como una hoja y tenía una respiración forzosa.
─¿Estás bien? ─Le pregunto con una sonrisa para que se calme y le tiendo mi mano para ayudarle a levantarse.
Al alzar la mirada hasta mi se queda paralizado y me mira fijamente con los ojos muy abiertos, seguramente mirando los míos. Duda un par de segundos si tomar mi mano o no pero finalmente lo hace e inmediatamente nos vemos rodeados de todos los científicos de la sala preguntando por el estado del joven.
Me empiezo a abrir paso entre los científicos y busco con la mirada a Miguel.
─¡Espera! ─Me grita el chico.
Me vuelvo para mirarle y vuelve a poner esa expresión de asombro y duda un par de segundos antes de seguir hablando.
─Muchas gracias por sacarme, me gustaría...
─¡Zeleama! ─Me llama Miguel interrumpiendo al chico.
Le mira fijamente con un ápice amenazante y pasa su brazo sobre mis hombros en un gesto de protección.
─Vámonos, antes de que se quejen de tu intrusión en el área.
─Em... Encantada y... ¡adiós! ─Le digo al joven mientras Miguel tira de mi en dirección a las puertas que están abolladas por haberlas forzado.
El chico de la limpieza se queda atónito mirando cómo nos alejamos mientras un par de científicos intentan llamar su atención para preguntarle por su estado.
«No debes fiarte de ningún chico de tu edad o que tenga alrededor de veinticinco.» ─Me dice papá.
«¿Por qué no? Parecía simpático.»
─Por favor, Zele. Obedéceme. Conozco mejor que tu a los adolescentes de este planeta y ninguno tiene una idea buena. ─Se limita a decirme en voz alta.
─Tal vez si me dejarais salir de aquí podría aprenderlo por mí misma. ─ Le digo algo disgustada.
Mira al frente y sigue caminando con su mano sobre mis hombros.
«Ya sabes que yo no estoy de acuerdo en mantenerte aquí dentro, pero no puedo hacer más para que salgas. Lo único que he conseguido es que puedas caminar con total libertad por el laboratorio en este nivel y unos pocos más, pero no parece que podamos conseguir más, cielo.»
Guardo silencio aunque pienso para mí que respeto estas restricciones por propia voluntad. Si quisiera podría ir a cualquier sitio de este laboratorio subterráneo o incluso salir a la superficie, puedo abrir cualquier puerta como he hecho ahora. Y tal vez este acto de abnegación tenga consecuencias negativas en mi "libertad".

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La última crexjemonita
Fiksi IlmiahSe oyó un fuerte estrépito, como si el cielo se hubiese partido en dos. Todos nos volvimos a ver qué sucedía: un enorme meteorito en llamas se precipitaba sobre la ciudad a toda velocidad. La mayoría de la gente empezó a gritar y correr intentando...