1. La Vida de Tyler.

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Mi vida es un desastre. Nací en Canarias, un pequeño archipiélago formado por siete islas perteneciente a España.
A los siete años de edad, mi familia y yo nos fuimos de vacaciones a Caracas, Venezuela. Se suponía que solo íbamos a estar dos semanas allí. ¿Dos semanas? Ojalá.
A mis padres les gustó tanto aquello que decidieron quedarse un tiempo más ya que en ese entonces las cosas iban muy bien por allí, había bastante puestos de trabajo y para que nos vamos a engañar, era precioso.

Y aquí seguimos mi hermano pequeño, Carmine, mi madre y mi padre.
Han pasado ya doce años desde que estamos viviendo aquí y la situación en Caracas se ha ido torciendo poco a poco hasta llegar al punto de que esto es un maldito infierno. En las calles de esta ciudad, hay mucha gente peligrosa con armas blancas y armas de fuego. Esto hace que salir a la calle sea un riesgo bastante alto.

Mi situación familiar está muy descontrolada. Mi madre tiene posiblemente una de las peores enfermedades que han existido nunca, el cáncer. Se lo detectaron hace poco pero ella por algún motivo que desconozco no quiere tomarse los medicamentos medicamentos que le mandó el doctor.
Mi padre no es que se diga que ayude mucho, es un alcohólico y un drogadicto. No hay semana en la que no llegue tres o cuatro veces borracho de madrugada.
Debido a esto, mi madre tiene que estar mucho tiempo fuera de casa intentando robar algo de comida y dinero, no nos vendría nada mal estas cosas. Estamos muy escasos de comida y dinero tenemos menos.
A mi no me gusta que mi madre haga esto, ya que supone un riesgo muy grande estar en la calle y encima robando. En cualquier momento la podrían matar con un arma. Aquí todo el mundo tiene de eso menos nosotros.
Por todo esto, soy yo el que tiene que cuidar de mi hermano pequeño Carmine. Ese crío es un rebelde. Puede hacer cosas que muy pocos niños podrían hacer. Está jugando en casa todo el día con sus juguetes viejos que se trajo de Canarias.
Cuando nos fuimos de "vacaciones" a Caracas, él no había nacido. Nació cuatro años después de que hubiéramos llegado hasta allí. Por lo tanto, sí, habla como si fuese de Venezuela (aunque técnicamente lo es). Ahora tiene ocho y no ha crecido demasiado, es bastante pequeño de estatura. Tiene el pelo castaño oscuro, ojos oscuros y es bastante flacucho.

No he ido a la escuela desde hace unos cinco o seis años. Cuando las cosas se empezaron a poner feas, los colegios de la zona no pudieron hacer otra cosa que cerrarse, era arriesgado para los profesores y para nosotros, los alumnos.

Miro por la ventana de mi cuarto y puedo apreciar que el cielo está muy gris y mi madre está llegando con una bolsa en uno de sus brazos.

Decido levantarme de la cama pegando un brinco para ayudar a mi madre, últimamente, debido a la enfermedad, está muy débil.

Abro la puerta de mi habitación, no sin antes mirarme al espejo que tengo a mi derecha. En él se puede observar un chico que podía medir alrededor de 1'75. Tiene el pelo castaño claro, ojos marrones claros, nariz no muy grande y que no es ni gordo ni flaco, dentro de lo que cabe es un chico "normal". Obviamente, soy yo, Tyler.

Consigo llegar a la puerta de entrada (que es donde se encontraba mi madre) bastante rápido: mi casa es bastante pequeña y tiene únicamente un solo piso.

-Hola mamá. ¿Cómo te ha ido el día? -pregunto, intentando ser algo educado.

-Hola hijo. Bueno, he conseguido algo de comida -dice, entregándome la bolsa a duras penas -¿Dónde está tu hermano?

-Jugando en su cuarto, para variar. -vacilo -Mamá, sabes que no tienes por qué hacer esto, ¿verdad?

-Ya Tyler, pero es lo único que podemos hacer por ahora. A no ser que quieras morirte de hambre -suspira, mientras camina hacia la pequeña cocina de casa -De todas maneras, yo ya estoy muerta. Pero no quiero que Carmine y tú pasen por lo que estoy pasando yo.

-No digas eso por favor. Tú aun te puedes curar.

-Lo dudo mucho.

Me quedo mirando hacia el suelo de cemento y no puedo evitar que se me rayen los ojos mientras me esfuerzo por no llorar.

-Dime una cosa. -me esfuerzo por que mi voz suene como siempre -sabes que Carmine no sabe lo de tu enfermedad, ¿cuándo se lo piensas decir?

-Es muy pequeño para que sepa esto. Prométeme algo. -Levanto la cabeza del suelo y la miro a los ojos -El día en el que yo, ya sabes... Muera, invéntate algo. Pero por favor, no le digas que he muerto a causa del cáncer.

-¿Pero tú estás oyendo lo que dices? ¿Cómo pretendes que haga eso? Y en el caso de que lo haga, ¿qué quieres que le diga? -pregunto, pensando que mi madre se había vuelto loca.

-No lo se, invéntate algo, de pequeño se te daba muy bien. Y cuando tenga más o menos la edad que tu tienes ahora, dile la verdad.

-No se si voy a ser capaz de hacer eso, eh. -digo, inseguro.

-Dejémoslo, ya hablaremos de esto más tarde, cuando llegue el momento. -saca un pan de la bolsa que puse en la cocina -¿Quieres un poco?

-Oh dios, sí. -me ruge la tripa -Tengo mucha hambre.

-Ya se nota, ya -se ríe ella.

Me acerco y le doy un beso fuerte en la mejilla y un abrazo. La quiero demasiado, mucho más que a mi padre. Pienso que es normal, ella nunca llega borracha a casa ni nos trata como si fuéramos sus criados.

Cojo un trozo grande de pan y me voy a mi habitación.

-¡Tyler! -grita mi madre, justo cuando estaba cerrando la puerta de mi habitación -¿Dónde está tu padre?

-Vaya, pensaba que tú lo sabías -bromeo. No se donde está. Aunque apuesto a que ahora mismo está bebiéndose la cuarta botella de Vodka del día.

-Este hombre... No tiene solución, de verdad.

El día transcurre como de costumbre. Mi madre en su habitación cosiendo o algo así, mi hermano en su cuarto jugando, mi padre en la calle y yo en mi habitación leyéndome por sexta o séptima vez uno de los pocos libros que tengo. Me encanta leer, la pena es que no tenemos dinero ni para comprar un capítulo, qué digo, una página.

Está anocheciendo, dejo el libro sobre la estantería de mi cuarto, me tapo con mi manta y me duermo temprano, ya que el día anterior no había dormido nada.

Me despierto a mitad de noche, oyendo unos ruidos que sonaban en toda la casa. De repente, sonó como si la puerta de entrada se estuviese abriendo. Acto seguido, se oye a alguien tambalearse y caerse.

-¡Oh no! -susurro.

Es mi padre.

Mi Alma Lleva Tu Nombre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora