Capítulo 3

1.1K 36 13
                                    

Durante el trayecto en taxi, Becket que se había quedado un poco adormilada, empezó a moverse.

-¿Dónde vamos? – preguntó.

-A mi casa – respondió él.

-Pero yo no quiero ir a tu casa – dijo volviendo a moverse.

-Pues antes sí que querías. ¿Quieres estarte quieta de una vez?, me estas poniendo nervioso.

-¡No me grites! – exclamó ella – me duele la cabeza.

-No te he gritado, ni siquiera he hablado fuerte y es normal que te duela la cabeza con lo que llevas bebido. Nunca pensé que fueras capaz de beber de esa manera.

-¿Me estás llamando borracha? – exclamó ofendida.

-No mujer, ni se me ocurriría – dijo él con tono irónico.

-No me encuentro bien, quiero bajarme del coche – se lamentó ella.

-Ya casi estamos llegando – dijo él, bajando la ventanilla al ver que se estaba poniendo verde.

-Creo que me estoy mareando.

-¡Oiga señora, no me vaya a vomitar en el coche! – exclamó el taxista – yo paro y lo hace en la calle.

-¡Vamos aguanta, Becket! – dijo Castle – ya casi estamos llegando, solo quedan dos manzanas.

El taxista iba tan deprisa intentando evitar lo que iba a ocurrir, que el traqueteo estaba mareando más a Becket, y cuando llegó a su destino fue tal el frenazo que dio, que ella sin poder evitarlo empezó a vomitar dentro del taxi.

-¡Señora, que asco!, y ¿quién me va a pagar la limpieza del coche? – preguntó irritado el taxista.

-Por el dinero no se preocupe, espere que voy a sacarla del coche antes de que vomite más – dijo Castle también con cara de asco, ya que además del coche se había manchado ella y lo había manchado a él.

La sacó como pudo del taxi tirando de ella y diciéndole:

-Espera un momento que le pago al taxista – y sacando la cartera del bolsillo le dio un fajo de billetes – con esto tiene suficiente para limpiarlo.

-Desde luego amigo – dijo el taxista con ojos sorprendidos al ver la cantidad de dinero – si me paga así dejo que su amiga vomite otra vez.

Cuando se marchó el taxi, Castle se giró buscando a Becket y no la vio por ningún lado.

-Pero ¿dónde se ha metido esta mujer? – se preguntó mientras la buscaba.

La vio sentada en el suelo, tenía muy mala cara y estaba dejada caer contra el poste de una señal. Se acercó a ella y cogiéndola por los brazos la levantó del suelo, pero el movimiento no le sentó muy bien y empezó de nuevo a vomitar bastante, poniéndolos a los dos perdidos.

-Wow… para ya, que pareces la niña del exorcista, ¡qué barbaridad!, claro con la cantidad de alcohol y todo lo que cenaste anoche no me extraña que vomites de esa manera.

La cogió del brazo y la condujo hasta el portal. El portero de noche lo saludó.

-Buenas noches señor, espere que le llamo al ascensor, ya veo que su amiga no se encuentra muy bien.

-Sin comentarios Joseph.

-Por supuesto señor.

Y al subir al ascensor y estar los dos más juntos, Becket un tanto aturdida lo mira con ojos vidriosos y cara de asco.

-¡Qué mal hueles!

-Así que ahora huelo mal, ¿eh?

-No soporto el olor a vómito, ¿por qué estás así?

Un fin de semana diferenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora