Una semana intentando enamorarme de ella. Una semana que estuve a su lado, y solo por un momento sentí que podía cambiar mis sentimientos de la forma que la veía. Pero nadie puede enamorarse en una semana. Fuimos a la playa, cenamos, compartimos unas palomitas, compramos ropa. Hicimos todo lo que una pareja hacía cuando estaba junta.
—Vamos, solo pruébalo. —Pidió. Me puso enfrente el helado de coco. Negué con la cabeza.
—No me gusta. —Dije.
—Vamos, solo esta vez —hizo pucheros. Me encantaba cuando hacía pucheros.
—Está bien.
Dejó que lamiera una parte de su helado y lo embarró en mi cara.
—¿Qué haz hecho? —salté de mi asiento, mientras ella reía por la travesura.
—Solo pruébalo. —Lo hice, y no me gustó.
—Sigue sin gustarme. —Me limpié la boca embarrada de helado de coco. —Ahora te toca a ti probar el mío. —Corrí para alcanzarla, pero antes de que la alcanzara el helado se me cayó en la arena.
—Ves, no puedes conmigo. —Ríe. Ahora hice pucheros. Miré triste mi helado en la arena. —Te compraré uno. —Se puso a mi lado y me besó en la mejilla.
Negué con la cabeza. Sin que lo viera venir tomé su helado y lo embarré en su cara. Se quedó estática con un O en su boca. Reí fuerte.
—¿Cómo haz hecho? —hizo pucheros y se cruzó de brazos.
—Yo también tengo cartas bajo la manga —me burlé.
Nos montamos una corrida por toda la playa, ella no me alcanzó, pero yo sí. La tomé de la cintura y la revolqué en la arena. Reímos por toda la tarde, y la llevé a mi departamento.
—Ese cuadro está feo —observó sonriendo. Miré el cuadro y reí.
—La chica pintada ahí es demasiado fea —concordé. Ella me dio una mirada mal.
—No te pases —señaló.
Era un cuadro de nosotros juntos que ella mandó hacer para mí. Y lo puso en la sala de estar.
—Solo digo la verdad. —Reí guiñándole. Se aventó a mí y me dio golpes con sus pequeños puños que no me hacían daño. La tomé de las muñecas y la abracé con ellas.
—Te quiero —me miró directo a los ojos transfiriéndome todo su calor y amor.
—Yo también. —Respondí. Me llevé una sonrisa de su parte.
Había desarrollado un amor por ella incondicional que era muy diferente a llegarla a amar. Mis instintos eran proteger su corazón de mí, pero creo que ya era demasiado tarde.
—Quiero que me hagas el amor. —Pidió. Dejé caer sus manos y tomé su cintura acercándola a mi cuerpo. La besé profundo y duro. Pasé mis manos por debajo de sus piernas delgadas y la llevé a mi dormitorio. La puse en mi cama y me quité la playera que llevaba. Ella me miraba nunca perdiendo nuestra conexión. —Te deseo. —Susurró ronca.
Puse una rodilla entre sus piernas, y me desabroché el cinturón. Bajé la cremallera de mis Jeans. —¿Qué quieres que te haga? —pregunté con voz llena de deseo.
—Todo. —Se mordió el labio.
—Primero te quitaré ese lindo vestido tuyo que llevas puesto. —Ella asintió. —Después bajaré tus bragas y jugaré con tu húmedo centro. —Tragó saliva, y lamió sus labios. —Cuando te tenga lista y mojada para mí gritándome que te folle. Mi polla se hundirá duro y fuerte dentro de ese coño que tanto quiero, te embestiré hasta que tu cuerpo no pueda más. Te usaré para mi placer. —Sus piernas se cierran y las presiona. Sabía que estaba pensando en todo lo que le haría a continuación. Me deshice de mis pantalones y bóxer. Quedé desnudo ante ella. Abrí sus piernas y jugueteé entre ellas. Me causó placer ver que le afectaba de la forma que quería. En lugar de quitar su vestido, lo rompí de un tirón. Ella exclamó un 'No'
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OBLIVION ( Trilogía La Apuesta III )
RomantizmLas carreras han quedado en el pasado o al menos eso parece. Después de dos años en coma, Becky regresa a la vida, pero perdió todos sus recuerdos. Y Randy no se encuentra a su lado para hacerle recordar su amor por ella. Se fue, creyendo que ella e...