Capítulo dieciséis

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-¿Qué has hecho qué? ¿Estás loca? Dios, ¡qué vergüenza!- grito en medio de la calle- ¿No le habrás dicho que me gusta?- me tapo la boca con mis manos.

-¿Qué has dicho? Oh Dios mío, ¡lo sabía!- empieza a cantar y sé que está bailando- Deberían darme una paga por ser tan buena adivina.

-Debería darte una paga para que te callaras- ruedo los ojos.

-Con que me pages, me da igual- comenta obvia al otro lado del teléfono- Retomando el tema de antes, ya que veo que nos hemos desviado un poco- asiento aunque no pueda verme- Ya sé que estás enfadada por lo del rubio, pero tenía que ayudaros. Ahora mismo debe estar por llegar a tu casa.

-¿Es en serio? ¿Ahora? Joder, este chico no pierde ni un segundo- empiezo a caminar más rápido- Pues se llevará un gran chasco, porque no estoy en casa.

-Pobre chaval- carraspea- Bueno, pues ya puedes ir corriendo hacia allí. ¿Sabes lo que me ha costado convencerlo? En realidad, no me ha costado nada, ha accedido al momento, pero, bueno, el caso es que he tenido que soltarle un discurso y me ha costado mucho.

-Ya veo, ya- sigo andando, hasta que logro divisar mi casa entre las demás. Aaron se encuentra llamando al timbre en estos momentos. Al ver que nadie abre, empieza a llamar a la puerta- ¡Está aporreando la puerta! Tengo que dejarte, Sarah- le cuelgo y comienzo a correr hasta él.

-¿Qué haces? ¿Piensas que dándole golpes la puerta se va a abrir?- cuestiono cabreada.

Él voltea y me ve- ¡Hillary! Te estaba buscando- camina hacia mí- Tengo que decirte algo, pero, antes, debo hacer otra cosa.

Antes de que pueda preguntar el qué, coge mi cara entre sus manos y posa su mirada en mis labios. Ya me imagino lo que va ha hacer. Se acerca poco a poco y cierro mis ojos. Espero ansiosa, hasta que presiona sus labios contra los míos. Los besos son suaves y delicados, como si fuéramos a rompernos en cualquier momento. Nuestras lenguas chocan, comenzando una batalla. Cuando el aire nos falta, nos separamos. Nos quedamos mirando, esta vez, a los ojos.

-Me gustas, Hillary- me tenso- Me gustas mucho, de verdad. Desde aquel momento que te ví con aquel uniforme de camarera, me pareciste preciosa. Lo único que deseaba en esos momentos, es volverte a ver otro día. El universo oyó mis súplicas y te volvió a poner en mi camino. Muchas personas no creen en el amor a primera vista, ni yo tampoco creía antes, hasta que te ví. Tu tono vacilante y tus respuestas sarcásticas hacían que me gustaras más- coge mis manos.

-Yo... No sé qué decir- me he quedado muda ante sus palabras. No sabía que le hacía sentir tantas cosas.

-No hace falta que digas nada. Se qué no me quieres, pero...

-¡No!- lo interrumpo- O sea, que... Tú también me gustas- digo en tono bajo para que no pueda escucharme.

-¿Qué has dicho? No me he enterado- pregunta con una sonrisa.

Estúpido.

-Que tu también me gustas- digo aumentando solo un poco el tono de voz.

-¿Qué?

-¡Que también me gustas, idiota!- grito sin importarme que algunas personas se hayan dado la vuelta asustadas.

Suelta una carcajada y cruzo los brazos sobre mi pecho.

-¿Estás enfadada?- pregunta intentando aguantar las ganas de reírse.

-No, me encanta que me hagan gritar que me gusta alguien en medio de la calle- comento sarcástica.

-Anda, tonta, ven para acá- me coge entre sus fuertes brazos y empieza a hacerme cosquillas.

Narra Sarah

Empiezan a hacerse cosquillas mutuamente y a reír a carcajadas.

Bueno, pues creo que lo he conseguido. Y es, cuando empiezan a comerse lo que viene siendo toda la boca, cuando hago una mueca de asco y me voy del árbol donde segundos antes estaba escondida.
Camino y camino, hasta que encuentro a una chica promocionando unos pinchitos de pollo gratis.

No dudo en acercarme a ella y coger cuatro pinchitos.

-Oh, gracias- digo con la boca llena.

-Se supone que solo se puede coger uno por persona- me contesta la chica con inocencia

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-Se supone que solo se puede coger uno por persona- me contesta la chica con inocencia.

-¿Hay algún cartel que diga eso?- niega- Pues ya está.

Parece que no me alimento nunca. Tengo tanta hambre ahora que me comería un caballo. En realidad, no, qué asco, pobre animal.

Oh, un camión de helados.

-¡Espere! ¡No se vaya!

|Frágil|® [TO #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora